Será por el clima, cálido y soleado; por la gastronomía, por lo acogedor de sus gentes o por la variedad de sus paisajes, que Andalucía es uno de los destinos con más y mejores argumentos para convertir unas vacaciones en una experiencia inolvidable. Es innegable que su geografía es un aval para los amantes del sol y playa, porque la región tiene 800 kilómetros de costas bañadas por dos aguas, las del Atlántico y las del Mediterráneo, en las que disfrutar de unos tranquilos días en familia o de vivir la emoción de la práctica deportiva.
Desde las finas arenas hacia acantilados que ocultan calas de ensueño, la variedad de las playas que aguardan en la costa andaluza tienen como seña de identidad la calidad de su patrimonio natural y la personalidad de cada lugar: hay una playa para cada persona. Y eso es especialmente relevante en la parte atlántica, en las que la Costa de la Luz de Huelva y la Costa de la Luz de Cádiz ofrecen, a primera vista, extensiones inabarcables de arena cuya quietud esconde algunos de los secretos mejor guardados de la tierra.
Playas llenas de historia
La gaditana es la zona costera más meridional del país. Se trata de un lugar con un valor natural obvio pero, igualmente, con una historia cuyos vestigios delatan la presencia de tartesos, fenicios, griegos, romanos, visigodos o árabes. Y todo ello confiere una personalidad propia en la que, además de la capital, poblaciones como Sanlúcar de Barrameda, Chiclana, Conil, Barbate o la siempre salvaje Tarifa ofrecen un abanico de oportunidades al amante del sol y playa que van desde la calma del baño a las actividades deportivas más extremas o el submarinismo.
Por su parte, la Costa de la Luz de Huelva, desde la desembocadura del Guadiana a la del Guadalquivir, tiene una vertiente más agreste, principalmente por los caprichos de la geografía característica y marcada por ese plácido discurrir de los principales ríos andaluces. Pero también es ideal para los deportes náuticos, como la vela, gracias a sus vientos y la profusión de puertos deportivos.
Además, en esta parte del litoral andaluz se hallan formaciones inesperadas, como la del Acantilado del Asperillo, en Almonte. Se trata del acantilado dunar más alto de Europa y el mejor representante de un paisaje de dunas fósiles que se extiende a lo largo de doce hectáreas de costa. Es una de las formaciones más singulares del país, fruto de la plácida sedimentación fluvial de miles de años.
Con una morfología similar, en la costa gaditana también presumen de lugares en los que la arena rasga el cielo. Es el caso de la Duna de Bolonia, una ola de arena de unos 30 metros de altura y 200 de frente que está considerada Monumento Natural y está adscrita al Parque Natural del Estrecho, donde los vientos siguen ampliando esta vasta extensión natural.
Entre ambas se extiende otra de las zonas singulares de España y, por qué no decirlo, de todo el continente: Doñana. Posee la playa más larga del país, con 28 kilómetros de línea marítima. Aunque es de acceso restringido, vale la pena no solo por las bondades del baño sino por un entorno de marismas en el que sobresale la laberíntica comunión de tierra y agua y de playas y acantilados, en los que se ha ubicado un santuario para las aves. Más que una visita, una experiencia en la reserva biológica más importante que tenemos.
Sol y playa para todos los paladares
Este carácter aparentemente tranquilo de la parte occidental adquiere un tono más abrupto en las costas de Málaga, Granada y Almería. La orografía también juega un papel clave en estas provincias, en las que, sin dejar de lado las blancas arenas, se salpica toda la región con calas, algunas de difícil acceso, que se esconden de miradas indiscretas y ofrecen emociones y paisajes incomparables. Responden a estas características las de Maro o la de Cantarriján en La Herradura (Granada) y La Viborilla en Benalmádena (Málaga) -ambas nudistas- o, ya en la zona almeriense, las que nos esperan en Cabo de Gata y la Cala San Pedro, igualmente tranquilas.
Pero sin necesidad de buscar estos emplazamientos, la Costa del Sol, de la que Málaga se considera su capital, es una de las zonas más aptas para los veraneantes por la combinación de playas únicas, servicios y gastronomía.
De hecho, se suele decir que es esta zona la pionera del turismo de sol y playa en nuestro país, y no va desencaminado el dicho si, al margen de la capital, se tiene en cuenta que en apenas 160 kilómetros de litoral encontramos localidades tan emblemáticas como Marbella o Torremolinos. Son, en definitiva, poblaciones enfocadas a la actividad turística que ofrecen todo tipo de servicios y de opciones para satisfacer al visitante.
Apenas unos kilómetros hacia Oriente encontramos una costa tropical. Es una de las grandes sorpresas que ofrece Granada, una provincia que lo tiene todo, literalmente, desde una capital llena de historia y de cultura hasta algunas de las cumbres más altas de la Península en la próxima Sierra Nevada. En el caso de su mar, no iba a ser menos, y en parte lo es gracias al microclima subtropical del que goza, en el que no falta el sol casi durante todo el año y temperaturas medias en torno a los 20 grados.
Almería: la quietud de los tonos dorados
Almería, por su parte, presenta uno de los paisajes más peculiares de España. Se trata de una zona árida en la que el sol le otorga una pátina dorada a sus zonas más abiertas, a las montañas de película o a las dunas que se funden plácidamente con el Mediterráneo en algunas de las playas más salvajes de Andalucía.
Destaca, principalmente, el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, un lugar increíble de amplias extensiones de playas vírgenes y agua cristalina que hacen casi impensable que a pocos kilómetros existan complejos turísticos de gran entidad. Algo de esta magia atrapó, sin duda, a las antiguas civilizaciones cuyos vestigios también han forjado el carácter de la región o, ya en tiempos más recientes, a la industria del cine que situó allí algunas de sus grandes producciones.
Mirando al mar, Andalucía ofrece todo este catálogo de escenarios, y mucho más. Pero lo que no todo el mundo conoce es que la relación con el agua también se vive en el interior de la región. Y es que, además del litoral, existen también múltiples piscinas naturales entre las que incluso se cuentan dos banderas azules: la del embalse Conde del Guadalhorce, más conocido como el pantano de El Chorro, en el municipio malagueño de Ardales; y la playa habilitada en el embalse de la Breña dos, en Almodóvar del Río (Córdoba).
Todas las provincias ofrecen este tipo de zonas aptas para el baño en las que, además, se combina con un notable valor paisajístico. Es el caso, por citar algunos ejemplos, del llamado Charco Frío, en la Cueva del Gato de Benaoján, en la sierra de Grazalema; el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, en la provincia de Jaén, que tiene varios puntos ideales para darse un refrescante chapuzón; o la playa de Bornos, en el embalse gaditano del mismo nombre.
'Playas de Andalucía: variedad y diversión entre dos mares' es un contenido elaborado por Marcas Ñ, la sección de Branded Content de EL ESPAÑO en colaboración con la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía.