Provincia de pueblos blancos y señoriales. Tierra de vid y olivo, de Guadalquivir plácido y cimas boscosas; de minas de hierro, plomo y cobre disputadas por antiguas culturas. Los romanos se enamoraron de su paisaje y la fertilidad de su valle. Los musulmanes la convirtieron en el centro cultural y económico de la Europa medieval. Así es Córdoba, uno de los destinos andaluces más deseados para aprender sobre historia, cultura y tradición. No solo siglos de historia emanan por los cuatro costados de este territorio, sino también una cultura fantástica y una gastronomía sin igual. A continuación, algunos de los imprescindibles que apreciar en las tierras cordobesas.
El gran amor del califa
Medina Azahara, a ocho kilómetros de Córdoba, presume de fastuosidad a los pies de Sierra Morena. Su propio nombre encierra el misterio de historias legendarias. La tradición afirma que, en siglo X, Abderramán III decidió edificar la más hermosa ciudad en honor a su favorita, Azahara. Sin embargo, parecen imponerse razones más prácticas. La magnificencia de la ciudad palaciega pretendía mostrar al mundo el poder y la fortaleza del nuevo Califato Independiente de Occidente.
Abderramán III no escatimó en materiales ni medios. Ricos mármoles rojos y violáceos, oro y piedras preciosas, y el trabajo artesanal de los mejores canteros, además de miles de trabajadores, hizo posible su construcción. Sus jardines, paseos, calles, palacios y viviendas, con su mezquita extramuros, convirtieron Medina Azahara en la ciudad soñada por el gran califa. Entre el sonido del agua y sus refrescantes albercas destacaba una, repleta de mercurio, situada frente al “Salón Rico”.
Al agitarse el mercurio, destellos de mil colores se proyectaban sobre el grandioso recinto y producían el asombro de los embajadores de la época. La legendaria ciudad de cuento, se mantuvo en pie durante poco más de setenta años. Las sucesivas guerras que asolaron Al-Andalus, destruyeron la inmensa belleza de “la favorita” del primer califa. Y, a pesar de los siglos y la destrucción, resulta fascinante contemplar sus arquerías, capiteles, muros, pavimentos de mármol blanco, arcos de herradura califales -sustentados sobre columnas y pórticos-, y su extraordinaria decoración geométrica y floral. Es todo un privilegio recorrer esa fascinante ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2018.
El arte islámico andalusí, único e irrepetible
La mezquita de Córdoba es el símbolo de todo el Occidente Islámico. Ocupa 24.000 metros de superficie y está ubicada en el corazón del casco antiguo de la ciudad. Al acceder por la Puerta del lado Norte nos rodean los arcos de herradura, las fuentes y las hileras de naranjos y palmeras. Resulta imponente entrar en la mezquita, por la puerta de Las Palmas, y encontrarse frente a un bosque de 1.300 columnas de mármol, jaspe y granito, sobre las que se apoyan 365 arcos de herradura, en los que se alternan dovelas de piedra caliza blanca y ladrillo rojo. Ni un sólo hueco queda sin decoración. Mármol, madera, cerámica, estuco o mosaicos coloreados sobre fondo de oro, bronce, cobre y plata llenan de belleza las increíbles estancias.
Otra de las famosas imágenes de la mezquita nos traslada al Patio de los Naranjos que, en época musulmana, era utilizado para impartir enseñanzas, celebrar juicios y como patio “de las abluciones”, puesto que su aljibe aseguraba los ritos de purificación musulmana. Un magnífico templo árabe modificado, en tiempos cristianos, con el añadido de una catedral de estilo plateresco. Dos culturas que perviven a lo largo de los siglos.
Frente a la mezquita, el Puente Romano nos lleva a la otra orilla del Guadalquivir desde el que se aprecia todo el encanto del atardecer sobre la ciudad. Y situada sobre el Puente, la Torre de Calahorra que acoge el Museo de Al-Andalus. En el interior, se exhibe una exposición permanente sobre las tres culturas que convivieron en Al-Andalus: judíos, cristianos y musulmanes. Córdoba mantiene vivos rincones que nos acercan a ese pasado.
El encanto de la diversidad cultural
La judería cordobesa encierra un laberinto de calles muy estrechas. Los balcones ofrecen una sombra capaz de estimular al paseante y resulta refrescante adentrarse en sus callejones, en busca de rincones curiosos. Se puede localizar la sinagoga o encontrar la estatua del famoso médico Maimonides.
Además, en el casco histórico, cada vivienda esconde un hermoso rincón. Las casas blancas crean el mejor fondo para unos patios cargados de macetas con flores y plantas. Una decoración espectacular, natural y refrescante para los calurosos y secos días de Córdoba. En primavera, los cordobeses compiten por mostrar el patio más bonito. Todo un espectáculo, en el que los hogares abren sus puertas para que cualquier visitante pueda admirar su colorido y su buen gusto.
Desde la Puerta de Almodóvar hasta la muralla, el agua y la vegetación verde de los jardines alivia los calores del recorrido. Y, traspasada la muralla, a través del arco, alegra el alma encontrarse con una encantadora plaza rectangular que, con el buen tiempo, invita al turista a probar las exquisiteces de los mesones, al aire libre. Su estanque cuadrado, rodeado de doce jóvenes naranjos, aparece como una auténtica postal.
El exquisito paseo no estaría completo sin probar su gazpacho, su salmorejo o las impresionantes berenjenas con miel. El esplendor de Al-Andalus ha dejado su impronta en esta encantadora ciudad, con vistas al Guadalquivir.
Más información en: infoviajes.contacto@gmail.com