Valle del Jarama: la región de agricultores y artesanos moldeada por el agua
La proximidad al río Jarama ha moldeado durante siglos el carácter, la actividad y las infraestructuras de una zona donde Patones y Torremocha de Jarama son sus principales reclamos.
Lindando con la sierra Norte, allí donde las aguas de los ríos Lozoya y Jarama aún bajan con el ímpetu de sus nacimientos próximos, la Comunidad de Madrid esconde algunos de los puntos de interés más populares de su geografía. Es el caso de Patones –el de arriba-, uno de los referentes más obvios de la región en este ámbito. Pero alrededor de este conocido pueblo se establece un escenario en el que el discurrir del Jarama no solo marca una frontera natural con Guadalajara, sino que ha sido protagonista de buena parte de la historia de la zona.. Y es que la vida, la economía y, en general, toda la actividad de la zona bebe, en sentido literal, de estos recursos hídricos que incluso hoy en día son básicos para los habitantes de estos lugares.
El agua es el gran protagonista de la zona y en torno a su presencia es posible organizar una visita en la que caben desde las referencias culturales en torno a la actividad tradicional y la arquitectura de la zona, la contemplación de poderosas infraestructuras del pasado que aún hoy están activas o la vertiente más deportiva. Es una región en la que no faltan los argumentos para pasar un día, o varios, para exprimir todo lo que ofrece.
Sin duda, Patones es el punto que más miradas atrae. Hablamos del ‘apellidado’ de Arriba, que contempla y domina desde las alturas buena parte del valle del Jarama. Esta parte alta convive con la de abajo, sede administrativa y de servicios, con la que forma un único municipio. El porqué la localidad se ha convertido en una de las visitas estrellas que reflejan las sedes sociales responde al excelente estado de conservación “del entramado de las calles y su arquitectura tradicional” que, junto a su entorno, motivan su catalogación de Bien de Interés Cultural, que data de 1999, como explica Beatriz Martín, técnica de Turismo del Ayuntamiento de Patones.
Un paseo por las calles del pueblo supone una inmersión en el pasado, donde la calma ayuda a rehabilitar en la imaginación un contexto en el que la vida era muy diferente a la de hoy; Martín enumera con entusiasmo estos vestigios, restos que hablan de su pasado agrícola y ganadero:: “Las eras de pizarra y de caliza son visibles hoy en día. Era donde se hacía la trilla en época estival […] o construcciones ganaderas que tuvieron muchísima importancia porque hubo momentos en los que se llegaron a contabilizar hasta 8 000 cabezas de ganado”.
El renacimiento de Patones
No obstante, la dificultad de los accesos acabó por condenar la vida en el pueblo, de tal modo que a mediados del siglo pasado se produjo un éxodo “en favor del valle”, a la reciente parte de abajo donde los cultivos de secano y de regadío eran más accesibles, entre otras cosas, gracias al Canal de Cabarrús que, como veremos posteriormente, es un elemento vertebrador de todo el valle del Jarama. Este paulatino abandono comprometió el futuro del pueblo durante décadas “hasta que en los 80 fue redescubierto por artistas y bohemios y eso motivó la rehabilitación de casi todo el pueblo”, cuenta Martín.
Y desde ese momento, el fenómeno de Patones no ha dejado de crecer y convertirse, además de en una localidad muy fotogénica, en un polo gastronómico de la zona gracias a sus 13 restaurantes “que suelen tener mucha demanda, por lo que siempre es recomendable reservar con antelación”. Para poner en contexto la profusión de la oferta, baste un dato: apenas 40 personas viven aquí, una media de un restaurante para cada 4 habitantes.
Por estos habitantes y por la preocupación por el patrimonio, el Ayuntamiento ha puesto en marcha iniciativas para minimizar los problemas derivados de la masificación. Para ello, ya está funcionando un parking disuasorio que invita al refrescante paseo por la ‘senda del barranco’, un camino de 800 metros para acceder peatonalmente a Patones de Arriba. Este camino salva el desnivel entre ambos puntos, pero goza de sombras y de accesibilidad para los viandantes, familias e incluso personas con movilidad reducida. El paseo tiene otra finalidad: la de evitar las restricciones de acceso que tiene el pequeño núcleo de arriba y facilitar el paso de vecinos o de vehículos de emergencia en caso necesario.
Y es que en este pequeño conjunto de casas vive gente. Puede resultar casi sorprendente y por ello la técnica turística de la localidad hace hincapié en ello, atendiendo a una promoción de turismo responsable para vivir y convivir con los que residen allí. De hecho, la historia de sus gentes, la que se guarda en los libros y en los relatos de las personas mayores del pueblo, habla de su lucha por conquistar los derechos más básicos. Este carácter viene de lejos, y nadie mejor para ejemplificarlo que el de la legendaria figura del Rey de Patones, alcalde y juez de paz del municipio, que edificó una particular monarquía tan humilde como carismática, hasta el punto de incluso trataba de tú a tú a Felipe II o Carlos IIl en la petición de ventajas para sus vecinos.
Torremocha de Jarama: capital de la agricultura
Si Patones de Arriba domina desde las alturas, Torremocha de Jarama descansa en la llanura, entre campos de cultivo que tocan el Jarama. Tal es su relación con sus aguas que fue aquí donde se centralizó la administración de una de las grandes infraestructuras hídricas del siglo XVIII, el canal de Cabarrús. Ideado por el ilustrado conde Francisco Cabarrús, esta construcción tomaba aguas del Lozoya y, a lo largo de 13 kilómetros, conectaban el Pontón de la Oliva y el canal de la Parra, próximos a Patones, con Torremocha y Torrelaguna antes de desembocar en el Jarama.
De aquel canal hoy apenas queda poco más de un kilómetro, algunos de los nueve puentes creados para cruzar sus aguas e instalaciones asociadas como la llamada Casa de Oficios, pero incluso este breve recorrido resulta útil actualmente para regar huertas del municipio, como explica Marta Huertas, técnica de comunicación del ayuntamiento de Torremocha de Jarama.
La prosperidad regada con estos recursos de los ríos próximos es lo que une pasado y presente en la localidad. Torremocha goza en sus campos de la denominada tríada romana, vid, olivo y trigo, alimentos de la dieta mediterránea con los que, aún hoy, se elaboran algunos de los productos de mayor calidad de la zona y que confirman la preponderancia de la agricultura en su economía.
Torrearte, la referencia para los artesanos
Además, esta bonanza también ha servido para que la localidad sea tierra de artesanos. Hoy en día ese carácter se traduce en elementos que posicionan al municipio como una referencia en la Comunidad de Madrid: “Tenemos una arquitectura muy cuidada y diferentes edificios como nuestra iglesia parroquial de San Pedro, el canal de Cabarrús o Torrearte, que es un centro de artesanía que incluye el único museo de la Agricultura que hay en la Comunidad de Madrid”, enumera Esther de Paz, teniente de alcalde de Torremocha de Jarama.
“Torrearte”, añade, “se creó, en el año 1995, en un principio como un vivero de empresas con el objetivo de que las pequeñas empresas se instalaran y crecieran pudieran hacer sus negocios de artesanía en este edificio”. Hoy, son más de una decena los que trabajan día a día en sus locales, en las tareas más variopintas, desde la fabricación de la cerveza artesana o queso hasta la creación de piezas de cerámica, por ejemplo. Además, en el centro de esta actividad se puede visitar este museo agrícola dotado con todo tipo de objetos relacionados con la siembra y la recogida de cultivos, , ofreciendo una visión global de una actividad básica para la región.
Adicionalmente, también se puede visitar una pequeña sala de exposiciones en la que habita una sorpresa, una colección de maquetas de arquitectura religiosa hechas en corcho. Se trata de algo único que incluye decenas de réplicas de los templos españoles más singulares elaboradas a lo largo de toda una vida por el artista madrileño Pedro Gete.
La visita a este montaje es posible durante todo el año, pero este escenario tan atractivo tiene una cita esencial en el calendario, el del momento de la celebración de Torrearte Otro Madrid, cuya 15ª edición tendrá lugar los días 1 y 2 de octubre. Se trata de “una feria de artesanos y de alimentación ecológica con alrededor de 50 expositores, todos artesanos”, cuenta De Paz. Además de acercar sus productos al público, hay una agenda paralela de actividades que incluyen “exposiciones, actuaciones musicales, espectáculos y talleres”.
Planes para todos los gustos
Pero al margen de la mirada al agua y a la agricultura, Torremocha de Jarama es una localidad sorprendente. Puede que no tenga el cartel de Patones o incluso de Torrelaguna, de la que dista apenas cinco kilómetros, pero un paseo por sus cuidadas calles revela un entorno en el que lucen con orgullo sus principales hitos. Uno es su iglesia, un templo románico con origen en el siglo XIII que es uno de los pocos representantes de este estilo en la Comunidad de Madrid.
Además, también se pueden encontrar en varios puntos instalaciones que revelan la importancia de la vid y, consecuentemente, del vino. Son los cocederos, donde cada familia elaboraba los suyos, y que el Ayuntamiento ha conservado como un punto de interés donde se contemplan los aparejos de antaño acompañados de locuciones que explican los procesos. Por este mismo motivo, en las calles también se encuentran enormes tinajas que revelan este pasado que remite, nuevamente, al papel de los cultivos.
Y como guiño a su presente, los murales que adornan muchas de las paredes del municipio, una forma de unir presente y pasado y ofrecer motivos para sorprenderse en una de las localidades más atractivas de una región en la que el agua hizo todo esto posible.
Al margen de toda la actividad cultural que ofrece el valle del Jarama, el deporte es otro de los motivos que animan a explorar la zona. El senderismo es la estrella.Tanto desde Patones como desde Torremocha existe un notable catálogo de rutas que exploran las tierras adyacentes al Jarama o que profundizan en las zonas más escarpadas y próximas a otras importantes infraestructuras hídricas como el embalse del Atazar, que descansa próximo a esta zona.
La escalada es otra de las opciones que ofrece la orografía y es precisamente en el Pontón de la Oliva donde los amantes de esta actividad tienen su punto de referencia en la región. Con opciones para todos los niveles, es frecuente ver sus paredes llenas de aficionados cada fin de semana. Y ya que hablamos de la importancia del agua para la actividad económica de la zona y para su historia, qué mejor que disfrutarla por pura diversión, como con el piragüismo, accesible como una actividad desde Torremocha de Jarama: una refrescante opción para sumergirse en una comarca que lo tiene todo.