Apicultor, pastor, biólogo o jinete: planes singulares con animales que puedes hacer en Madrid
Una experiencia en la naturaleza no está del todo completa sin animales. Aquí te proponemos cuatro planes para disfrutar del aire libre de una forma diferente.
Los animales también nos hablan del entorno e incluso de la historia de una región. ¿Sabías que en Madrid hay más de 180 especies de aves? ¿Conocías la tradición apícola en los pueblos de Madrid? ¿O que aquí se encuentra una de las granjas de cabras más grandes de España? Te proponemos un turismo un tanto diferente, en el que cambiaremos los monumentos por unas visitas más ‘vivas’.
Hemos recorrido la Sierra de Guadarrama, la Sierra Norte y la zona de Las Vegas y la Alcarria en busca de planes singulares que nos permitan conocer de cerca los animales que habitan la región. Tanto niños como mayores podrán disfrutar de pasar un día en entornos naturales, aprendiendo a respetar y convivir con la fauna que nos rodea.
¿Cómo es el día a día en una granja?
Desde el campo que une los municipios de Colmenar Viejo y Cerceda, se distingue al fondo la Sierra de Guadarrama. Las vistas son excepcionales, no solo por la cercanía con la sierra, sino porque aquí se encuentra el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, el espacio natural protegido más antiguo de la Comunidad de Madrid.
En uno de los caminos que surcan este entorno emblemático se encuentra la granja ecológica Suerte Ampanera, una de las granjas de cabras más grandes de España. Empezó su actividad en 1997, cuando Rafael González y su hermano Alberto empezaron con un rebaño de 100 cabras en la finca familiar para la elaboración de productos lácteos. A día de hoy cuentan con más de 2.000 ejemplares, solo otras tres fincas en nuestro país la superan.
Allí realizan desde hace un par de años visitas a la granja para enseñar de primera mano cómo viven estos animales en un entorno protegido, cómo funciona una granja ecológica y cómo se realizan hoy en día actividades con tanta tradición como el pastoreo.
Durante la visita, se hace una salida al campo con el rebaño, pues “los animales tienen que salir a pastar todos los días”, señala Rafael. “Tenemos que aprovechar los recursos de la zona y el pastoreo hace que las cabras necesiten muchísimos menos medicamentos, además ayudan a fertilizar la tierra y a prevenir los incendios por cómo desgasta el monte”. También aprenderemos a ordeñar e interactuaremos con toda clase de animales, pues en la granja también se realizan trabajos de recuperación de fauna en peligro de extinción, como el galápago europeo y varias aves, en colaboración con asociaciones como GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona).
La actividad llega a su fin con la degustación de los productos de la granja, después de la minuciosa explicación de Rafael sobre la elaboración de los mismos de forma artesanal: “Tenemos una producción aproximadamente de 2.500 mil litros de leche diarios, con eso elaboramos los cinco tipos de queso y las cinco leches fermentadas (yogur y kéfir), que se elaboran en función de la demanda de supermercados y tiendas de alimentación ecológica”.
Biólogos por un día
Son muchas las especies que hacen de Madrid una región rica en flora y fauna. Las aves son, sin duda, uno de los grupos más numerosos y, afortunadamente, también uno de los más visibles. Si alguna vez has querido poder ver y analizar estos animales de cerca, en Madrid es posible convertirnos en biólogos por un día.
Continuamos en la Sierra de Guadarrama, esta vez en la pequeña localidad de La Cabrera. Allí se realiza, aproximadamente una vez al mes, una actividad de anillamiento científico de aves. Según explica Daniel Bustillo, doctor en Ecología y colaborador de Enara, un grupo de profesionales de la Biología dedicados al anillamiento científico en la Comunidad de Madrid, la actividad “consiste en la colocación de una anilla única, como un DNI, para estudiar el ave. El objetivo del anillamiento en su origen era el estudio de la migración de las especies de aves. Luego, a lo largo del tiempo, lo que nos permite es hacer estudios de biología básica y de cambios poblacionales”.
La actividad se basa, en esencia, “en la colocación de unas redes o trampas específicas para la captura de estos individuos”, continúa Daniel. Cuando un pájaro cae en la red, hay que sacarlo con sumo cuidado, ya que normalmente son ejemplares pequeños -del orden de los paseriformes- que pueden estresarse con facilidad. Después se procede al análisis de las características del ave, como el tamaño del ala, peso, sexo, si presenta alguna enfermedad… y a su anillamiento.
Estos datos son volcados posteriormente a una base de datos pública española o europea, “los cuales son empleados luego para realizar estudios”, apunta el anillador. En Europa se realizan al año unos cuatro millones de anillamientos, lo cual resulta “muy importante para la gestión de especies, enfocándolo siempre a la conservación”, añade.
A quienes acuden a ver el anillamiento, cuenta Daniel, “les hacemos partícipes de la actividad, se vuelven científicos por un día de manera que no solo entienden el concepto de lo que se hace, sino la función que tiene, sus consecuencias y sobre todo la importancia de esta. Lo que conseguimos es enseñar cómo se hace ciencia y divulgar nuestro conocimiento”. Después de pasar una mañana entera en el campo capturando y liberando aves, siempre está el riesgo de volver con alguna “medalla” de pájaro a casa, pero lo que es seguro, según Daniel, es que “no hay persona que suelte un ave que no tenga una enorme sonrisa después”.
El día más “dulce”
Robledillo de la Jara es un pequeño pueblo de 80 habitantes situado en la comarca de la Sierra Norte. Aunque, si nos alejamos un poco de las casas, se empieza a oír el barullo de miles y miles de otros vecinos: las abejas. Esta localidad se caracteriza por su tradición apícola, pues era frecuente que las familias tuvieran colmenas para fabricar su propia miel. Muchos son ya demasiado mayores para seguir cuidando de las abejas, pero la tradición se mantiene viva en el pueblo gracias a El Jabardo SAT, una cooperativa formada por cuatro socios que desde hace seis años se dedican a la elaboración de miel. Con ellos vamos a pasar un día como apicultores.
Nada más llegar a la pequeña tienda que El Jabardo tiene enfrente del Ayuntamiento de Robledillo, donde nos recibe el apicultor Javier Garrido, ponemos rumbo al Centro de Interpretación de la micología. Allí hace una pequeña introducción “en el mundo de la apicultura, para que la gente sepa cómo viven, cómo se desarrollan las abejas y el trabajo que tienen cada una dentro de la colmena”.
La apicultura es una actividad que está “pasando por malos momentos”, advierte Javier, debido a que el cambio climático provoca periodos de sequía cada vez más frecuentes y graves olas de calor. “La flor dura menos, hay menos néctar porque hay menos humedad y la abeja emplea más recursos en mantener refrigerada la colmena y menos para hacer miel, entonces todo se une para que las producciones siempre mermen un poco”, explica. Él y sus socios tienen unas 250 colmenas (unas 125.000 abejas), que producen entre 1.500 y 3.000 kilos de miel al año.
Después de la masterclass nos dirigimos a, quizá, la parte más esperada, la visita a las colmenas. Allí podremos manipular los cuadros de la colmena, sacándolos cuidadosamente para no herir a ninguna abeja en el proceso. Tras un buen rato manipulando las abejas, se puede haber tenido la suerte de ver algunos nacimientos o haber encontrado a una nueva reina que se utilizará para crear otra colmena. De allí regresamos a la tienda para preparar y envasar nuestros propios tarros de miel, y volver a casa con un dulce sabor de boca
Un paseo por el campo muy especial
Una ruta a caballo es el broche perfecto a una jornada de actividades con animales. Más aún si se hace recorriendo el paisaje asilvestrado que ofrece la comarca de Las Vegas y la Alcarria. El paseo por el campo es una de las actividades que “más se piden” en la Hípica Donkey Business que dirige Esther Renedo, precisamente por el entorno que rodea la finca, muy cerca de Olmeda de las Fuentes, catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España
“Las salidas al campo se disfrutan muchísimo”, afirma sin duda Esther. La ruta mínima es de unos 45 minutos, que se pueden ir ampliando según la experiencia del cliente. Aunque no es necesario haber montado anteriormente, porque estos caballos están preparados para llevar hasta a los más novatos: “Tenemos caballos muy acostumbrados a gente que no sabe, con lo cual la salida al campo es segura”, declara.
Esther compró la finca en 2016, “al principio solo como proyecto para mis caballos, luego más adelante tuvimos la opción de abrirlo al público”, cuenta. Poco a poco, “algunos clientes que ya nos conocían trajeron sus caballos y nos fuimos dando a conocer”. Muchos de los caballos de Esther son rescatados, pero también nos podremos encontrar algún corcel de la Guardia Civil retirado y unos cuantos burros, que hacen las delicias de los niños más pequeños. Pero lo que más le gusta a quien pisa esta hípica, resalta Esther, “es que los animales viven sueltos”.
“La finca consta de casi diez hectáreas, pero lo que nos distingue mucho del resto es que nuestros animales viven en semilibertad”, señala. Además de las instalaciones básicas de una hípica -con cuadras, picadero, pistas de cuerda, doma y otras disciplinas- estos animales campan por el terreno y “viven en sociedad con los otros caballos”. Además, a la hora de adaptar las instalaciones, “se ha respetado la arboleda y el bosque para acoplarnos al entorno, y no al revés. Los senderos son los que han hecho los propios animales”.
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