Una aventura por los gigantes páramos de arena que se extienden hasta el infinito: los desiertos
Puede que estas sean las razones por las que atraen cada vez a más turistas y aventureros.
Siempre se ha tenido una concepción extraña de los desiertos: territorios inhóspitos, temperaturas extremas, parajes de infinita soledad… Pero puede que estas sean las razones por las que atraen cada vez a más turistas y aventureros.
Paisajes lunares, dunas de colores impensables, caravanas de camellos, espejismos de brillo metálico y la búsqueda eterna de un oasis, son algunas de las características más comunes de estos territorios mágicos y cargados de energía milenaria.
A lo largo del planeta Tierra se pueden encontrar numerosos desiertos, y aunque todos tienen su encanto, hay algunos que resaltan sobre los demás por su propio espíritu.
[Un viaje por las playas y localidades más bellas de Lastres, Llanes y Cudillero]
Desierto de Wadi Rum, Jordania
Conocido como el Valle de la Luna o el Desierto Rojo, por el característico color carmesí de su tierra, fruto de la erosión de las montañas de arenisca que lo rodean. Está calificado como el más bello del mundo, por su color rojizo y sus peculiares formaciones rocosas, y en varias ocasiones ha sido escenario de rodaje de películas. Wadi Rum guarda rincones fabulosos, para los que se requiere unas cuantas horas de ruta o viaje en 4x4.
Desierto del Sáhara, Marruecos
Es el desierto cálido más grande del mundo, ya que abarca la mayor parte de África del Norte, solo superado por la Antártida y el Ártico, ya que ambos se definen por la falta de lluvia y no por la cantidad de arena que contienen. Aunque en la actualidad no es recomendable viajar por la parte del desierto que ocupa el sur de Argelia hasta Tamanrasset o por Libia y Tchad, donde se localiza la mayor belleza del desierto, si se puede viajar fácilmente y sin peligro en la antesala del gran Sáhara en Merzouga, Marruecos. No se puede olvidar acampar en la noche bajo las estrellas, ni probar los exquisitos dátiles o hacer una ruta en dromedarios, menos vista que en camello.
Desierto de Atacama, Chile
Atacama es el desierto de alta montaña, clausurado por un lado por el océano Pacífico y por el otro por la Cordillera de los Andes, cuenta con una superficie que se extiende hasta los 105.000 kilómetros cuadrados. Ha sido condecorado como el desierto más seco del mundo, y ello se puede contemplar en los impactantes lagos secos del Valle de la Luna. Puede estar décadas sin llover y hay zonas donde jamás ha caído una gota, y sus cielos siempre azules y limpios se recortan por las pirámides de los volcanes de la cordillera, como el Lascar o el Licancabur.
Salar de Uyuni, Bolivia
La blancura infinita en el Salar de Uyuni es verdaderamente acogedora y estremecedora por ser el mayor desierto de sal continuo del mundo, con más de 10.500 kilómetros cuadrados de sal. Está situado en el Altiplano boliviano, a 3600 metros sobre el nivel del mar, y en la época lluviosa este salar se convierte en un gigantesco espejo, a través del cual es imposible distinguir el cielo de la tierra. También se pueden visitar el cementerio de trenes de la ciudad de Uyuni, recorrer la Isla del Pescado, un oasis de cactus centenarios, o alojarse en un hotel construido totalmente con sal.
Desierto del Gobi, entre Mongolia y China
Es uno de los más grandes del mundo y también uno de los más enigmáticos. Este desierto es una parte crucial de la legendaria Ruta de la Seda y un elemento clave en la historia de ambos países, de sus luchas y, también, de sus deseos. Sus partes más sorprendentes son las dunas de arena de Khongoryn, los acantilados de Bayanzag o la media luna del Lago Crescent, un oasis con una pagoda que dejará boquiabierto a todo visitante.
Desierto de Namib, Namibia
Posiblemente el desierto más bello del mundo por sus dos mil kilómetros de dunas y salares en paralelo a la desolada costa de Namibia. Una de las zonas más espectaculares es la de las dunas rojas, que abarca unos 320 kilómetros de longitud y 120 en la costa central. También cuenta con las dunas más altas del mundo, de unos 360 metros, en el Parque Nacional Namib-Naukluft. Hacer un recorrido en helicóptero para divisar desde las alturas la magnífica fusión del desierto con el mar, conocida parte de esta costa como Costa de los Esqueletos, es una de las actividades más abrumadoras en este desierto.