Siglos atrás fue conocida como "la ciudad de los campanarios". Y, en Dijon, esa frase sí fue real. Ahora, su perfil ya no está dibujado por las siluetas de las iglesias, pero sigue siendo una de las ciudades más importantes de Francia. Apenas tiene ciento cincuenta mil habitantes, pero su patrimonio es incalculable.
No solo los vinos han dado a Dijon fama internacional. La mostaza que los romanos mezclaron con el vino, se convirtió en un producto estrella durante la Edad Media. La cotizada especia aparecía en todos los recetarios de cocina europeos. Y Dijon vio crecer su riqueza.
Capital de un poderoso ducado europeo a finales de la Edad Media, Dijon posee hoy en día un patrimonio arquitectónico y cultural único y perfectamente conservado. La ciudad está incluida en uno de los sectores protegidos más importantes de Francia.
Ciudad de Arte y de Historia desde 2008, la capital de la Borgoña aúna a la perfección patrimonio, cultura y placeres gustativos. El casco medieval restaurado te sorprenderá con uno de los museos más antiguos de Francia, el Museo de Bellas Artes, y aunque solo sea por fuera, merece la pena echar un vistazo al elegante Hôtel de Vogüé. Y pasear tranquilamente bajo los tilos y los castaños del Cours du Parc, un espacio verde creado en el siglo XVII.
Entre las construcciones que hay que visitar está el Palacio de los Duques y de los Estados de Borgoña. A finales del siglo XIV, los Duques Valois de Borgoña transformaron el castillo ducal de Dijon en un fastuoso palacio. Parte del edificio fue reconstruido tres siglos después con la finalidad de acoger los Estados de Borgoña. Actualmente, alberga un museo.
La Torre de Felipe el Bueno fue levantada a mediados del siglo XV. Con sus 46 metros de altura domina la ciudad y representa el símbolo del prestigio y el poder de los Duques de Borgoña. La emblemática Chouette (lechuza) de Dijon está esculpida en la fachada norte de la Iglesia de Notre-Dame y tiene la reputación de dar suerte, siempre que se la acaricie con la mano izquierda y pidiendo un deseo.
El Pozo de Moisés es el conjunto escultórico más famoso de la Cartuja de Champmol. A finales del siglo XIV, el duque de Borgoña Felipe le duc de Bourgofne, Philippe "El atrevido", hizo construir en las puertas de Dijon una cartuja con el fin de acoger su tumba y la de sus descendientes.
La Catedral de St-Bénigne es el más importante de los monumentos religiosos de la ciudad. Un precioso templo gótico del siglo XIII. Pero, el verdadero tesoro se encuentra bajo el suelo. Su cripta, del siglo XI, es una obra maestra del arte románico.
Dicen que la iglesia de Saint-Michel es la más bella de Francia. Su fachada principal es única en su género, una mezcla de estilo gótico y renacentista que la han convertido en Monumento Histórico. No olvides visitar la iglesia de Sant-Philibert, única iglesia románica de Dijon y antigua capilla de las novicias de la abadía de St-Bénigne.
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La Chapelle de Elus, la Capilla de los Representantes Electos, es un emblema de la ciudad y de toda la región. Fue construida y decorada magníficamente en sus muros con esculturas y grabados que la convierten en una verdadera obra de arte. Los orígenes de este monumento se remontan al año 1712 cuando se erigió la primera capilla, más pequeña y de menor majestuosidad, a los pies de la Salle des Etats, o Cámara de los Estados. La capilla se distingue por ser peculiarmente alta, sobre todo en comparación con la estrechez de su planta. Esto se explica básicamente por un motivo, el desnivel sobre el que fue construida.
Dijon no es únicamente una ciudad de piedras, posee además 700 hectáreas de parques y jardines, privados y públicos. Podrás apreciar la armonía entre la arquitectura y la naturaleza, que traduce maravillosamente el arte de vivir que Dijon ha sabido desarrollar y cultivar a lo largo de los siglos. Dijon es la puerta de entrada a los importantes viñedos de Francia, la Cote de Nuits y sus vinos tienen renombre mundial. La reputación de su ruta de los Grandes Viñedos le ha valido el apodo de "Champs-Elysées" de Borgoña.
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