Un día en las Villas de Las Vegas y la Alcarria Madrileña, una experiencia enriquecedora e inesperada

Chinchón, Colmenar de Oreja, Nuevo Baztán y Villarejo de Salvanés aúnan tradición, historia, gastronomía y un valor cultural inigualable.

Once villas -once- tiene la Comunidad de Madrid. Pueblos o ciudades singulares que, esperando sorprender al visitante, contemplan la capital desde la distancia ofreciendo un catálogo de experiencias que configuran otro Madrid, tan inesperado como atractivo. Es el Madrid que no te esperas, pleno de patrimonio artístico y cultural, de sabor rural que se destila en la naturaleza de sus ríos y valles, y en una gastronomía que ancla su tradición a los productos más arraigados de cada zona. Villas, en definitiva, para disfrutar con todos los sentidos.

Estos lugares están repartidos por toda la región, pero es tal vez la comarca de Las Vegas y la Alcarria Madrileña la que concentra un conjunto más variopinto y exclusivo por la exuberancia de la vida que tienen sus calles, el urbanismo y los entornos privilegiados en los que se ubican. Son Chinchón, Colmenar de Oreja, Nuevo Baztán y Villarejo de Salvanés.

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Chinchón, ‘la muy noble, muy leal’ y muy bonita

Chinchón es una Villa histórica cuyas raíces agrícolas están plenamente justificadas por la fertilidad de una zona bendecida por el río Tajuña, eje de un territorio en el que las vicisitudes históricas fueron perfilando el carácter y la configuración de la ciudad. Como recuerda con orgullo su alcalde, Juan Antonio Vega, Chinchón mantiene aquella grandeza acuñada en el pasado en su escudo, que presume del honorable título de “La muy noble y muy leal”, una condecoración otorgada en 1739 por el rey Felipe V por el papel de sus habitantes durante la guerra de Secesión.

De esa historia queda más de lo que uno pudiera pensar. Algunos de los lugares en los que se desenvolvió el monarca son motivos que hacen de Chinchón uno de los lugares más visitados de la Comunidad de Madrid. La Casa de la Cadena -que hospedó al rey en 1706-, la Torre del Reloj, el Castillo de los Condes o el Monasterio de los Agustinos -actualmente un aclamado Parador de Turismo- son solo algunos de estos hitos.

Pero todo itinerario por todo este conjunto, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1974 e incluido entre “Los Pueblos Más Bonitos de España”, debe comenzar necesariamente en su Plaza Mayor. Se trata, como explica Vega, del “epicentro” del municipio, la “joya de la corona”. Añade a su valor histórico -data del siglo XV- el bullicio de un día a día en el que los turistas se mimetizan con los locales que van y vienen haciendo recados y, sobre todo, la versatilidad de un entorno que es el kilómetro cero de su comunidad pero también, según la época y el calendario, plaza de toros, lugar de terraceo, mercado, lugar de conciertos e incluso, en Semana Santa, el escenario de una de las Pasiones vivientes más espectaculares del mundo, “la más antigua de la Comunidad de Madrid y declarada de Interés Turístico Nacional”, como indica el alcalde. Un inmenso e incomparable escenario al que asistir desde alguno de los 234 balcones dan carácter al entorno.

Pero Chinchón es más. Y eso salta a la vista incluso desde el mismo centro de la plaza. Como fiel testigo de la vida en el pueblo, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción contempla desde las alturas el conjunto. Con origen en el siglo XVI es el centro espiritual de la localidad, pero también será un punto de referencia obvio para los visitantes. Además de una arquitectura que mezcla rasgos góticos, platerescos, renacentistas y barrocos, guarda un lienzo firmado por Francisco de Goya: ‘La Asunción de la Virgen’ (1812), que preside el altar mayor.

Mucho que ver y mucho por descubrir a pie de calle... y en la mesa. Porque si hay otro aspecto que destaca en Chinchón (y, por extensión, en toda la comarca) es su oferta gastronómica: “La mejor”, según Juan Antonio Vega, “porque tenemos una variedad importante y una calidad muy reseñable. Está basada en la cocina castellana y se trabaja con mucho producto de proximidad, por lo que cualquier persona que quiera venir a cualquiera de sus restaurantes va a poder disfrutar”.

Colmenar de Oreja: un trampantojo bajo tus pies

Una cosa que tienen en común estas cuatro Villas es la capacidad para sorprender al visitante. Y eso es algo que Colmenar de Oreja lleva implícito en su propia fisionomía. Como si de un gran trampantojo se tratara, cualquier visitante que pasee por su plaza Mayor porticada o el entorno de la excelsa iglesia de Santa María la Mayor admirará sin duda la belleza y lo agradable del conjunto. No obstante, Isabel Trujillo, técnico de Turismo, nos desvela el secreto que guardan estas superficies de “la ciudad de la piedra caliza, las tinajas y del vino”, que no es otro que sustentarse sobre un grupo de puentes que salvan el discurrir del arroyo de Zacatín y que conforman un túnel transitable que mira desde abajo estos monumentos.

Monumental es también, a su modo, otro de los grandes reclamos de Colmenar de Oreja: el museo Ulpiano Checa (1860-1916), pintor nacido en la localidad. La pinacoteca deja sin palabras, literalmente. Sorprende la magnitud del recinto y el inmenso catálogo que atesora y que, de la mano del polifacético artista, “supone una pequeña vuelta al mundo a través de su obra que va abarcando desde temáticas historicistas a mitológicas”, como explica Trujillo. Proliferan, por tanto, sus temas más icónicos y recurrentes: los caballos o incluso la Antigua Roma, cuya imaginería personal inspiró a Hollywood para dar vida a algunos de sus títulos más clásicos sobre el tema, como “Ben-Hur”, con sus carreras de cuadrigas.

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Villarejo de Salvanés: ‘homenaje’ a la Orden de Santiago

Sirva el cine para conectar este apasionante lugar con la localidad vecina de Villarejo de Salvanés, otra de las Villas de Madrid en esta zona de Las Vegas y Alcarria madrileña. Porque es ahí donde su ubica el museo del cine, otra de las perlas inesperadas de la comarca y que es el primer y más completo museo del cine profesional de España, abarcando toda la historia del medio a través de una completa colección de cinematógrafos, cartelería u objetos de toda índole de películas históricas.

Mucho más evidente es el gran hito de Villarejo, su Torre del Homenaje. Viene a ser un rascacielos de otro tiempo de índole defensiva que hoy perdura, orgulloso y con porte altivo, recordando los tiempos en los que la Villa estuvo bajo la Orden de Santiago. Esta influencia se percibe, igualmente, en los otros monumentos que salpican su trama urbana, como en la iglesia de San Andrés Apóstol, también concebida con una vocación de fortaleza y que constituye el núcleo en torno al cual fue creciendo la ciudad.

La Casa de la Tercia (o Casa de la Encomienda) es el otro gran reclamo turístico de Villarejo. Se trata de la que fue residencia y ‘oficina’ del comendador mayor de Castilla, encargado de administrar los tributos desde el siglo XVI al XIX. Actualmente guarda una sala de exposiciones, un museo etnográfico y, sobre todo, el aroma de otro tiempo en los detalles de su fachada o en una arquitectura típica castellana en la que destaca el patio central o las bodegas, uno de los signos de distinción de las casas de la zona. No olvidemos que esta es tierra de vinos.

Pero volvemos a la Torre del Homenaje para abrir sus puertas y asistir a lo que guarda en su interior en pleno siglo XXI: el museo de los Tercios, todo un homenaje -nunca mejor dicho- a la historia de los primeros ejércitos profesionales españoles que culmina con una mirada panorámica desde su azotea.

Nuevo Baztán: el pulmón industrial del s. XVIII

Si lo militar y lo político confluyen en estas tierras, es lo industrial lo que está íntimamente ligado al origen de Nuevo Baztán. La visión de su fundador, el navarro Juan de Goyeneche, se materializó en un complejo cuyo fin era el de impulsar la maltrecha economía española de principios del siglo XVIII, momento en el que las guerras y las luchas de poder habían mermado el poder de la Corona.

Goyeneche planteó todo un complejo fabril, tan innovador como ambicioso, del que salieron artículos tan variopintos como vidrio, papel, telas o jabones. Actualmente han sobrevivido muchas de estas instalaciones, si bien que la Villa de Nuevo Baztán tenga la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid viene dada igualmente por su urbanismo en cuadrícula, aderezado de innumerables plazuelas y, sobre todo, el conjunto que conforman la iglesia de San Francisco Javier y el Palacio en el que vivió el propio Goyeneche, que comparten fachada y regalan a la vista una de las postales más bellas de toda la región.

Hoy, el propio Goyeneche saluda al visitante. Su estatua abre la puerta al Centro de Interpretación, anexo al Palacio y que puede resultar pequeño en tamaño pero que está dotado de un profuso contenido para contextualizar el origen de una de las Villas más especiales de la Comunidad de Madrid.

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