Enoturismo en Madrid, experiencias inolvidables para sublimar el vino madrileño
Las bodegas de la Comunidad de Madrid ofrecen catas que huyen de lo convencional para maridar sus vinos con todo tipo de actividades que ponen en valor su calidad.
Entre las consecuencias inesperadas que dejó la pandemia, el auge del turismo enológico en la Comunidad de Madrid fue una de las sorpresas más esperanzadoras para muchas bodegas de la región. Fue una manera de hacer frente a este episodio y, de paso, de abrir las puertas a un catálogo de experiencias que ahora, ya en absoluta normalidad, van mucho más allá -imaginación mediante- de una simple visita a las instalaciones o una cata al uso: contemplar las estrellas, paseos a caballo o incluso participar en la vendimia son actividades que maridan, literalmente, lo mejor del mundo del vino con escenarios espectaculares y absolutamente accesibles, todos ellos a menos de una hora de la capital.
La Comunidad de Madrid está cada vez más presente en el mapa del enoturismo nacional y eso se traduce en un extenso abanico de opciones que incluye 22 bodegas visitables a lo largo y ancho de toda la región. Solo el pasado año, 30.000 personas pudieron conocer y disfrutar in situ no solo de la calidad de los vinos madrileños en los propios viñedos o incluso en localizaciones adyacentes. Es un complemento ideal para este producto que cuenta con cuatro subzonas en territorio madrileño -subzonas de Arganda, de Navalcarnero, de San Martín de Valdeiglesias y de El Molar- e incluso cuenta con una Denominación de Origen propia que habla por sí misma de su excelencia.
Sonia Rodríguez, coordinadora de Madrid Enoturismo, pone en valor precisamente eso, la calidad de estos vinos como principal pilar para sustentar todo lo demás. Tener un producto de alto nivel es garantía de éxito y el resultado del mimo de los productores a través, en la mayoría de los casos, de una experiencia de décadas en su trabajo que hoy en día se consigue visibilizar -y viralizar-. Madrid Enoturismo concentra unos 135 socios entre los que se cuentan restaurantes, ayuntamientos, museos o establecimientos de productos locales y, por supuesto, también bodegas, “todas visitables, algunas de ellas con viñedos al lado, otras son históricas, otras tienen cuevas subterráneas… otras a lo mejor son muy pequeñitas, pero tienen una tradición de muchos años. Son bodegas que ya llevan muchos años trabajando en enoturismo, pero ahora es cuando el enoturismo está teniendo un auge tremendo”, explica.
Bodegas de siempre a tiro de Metro
A este auge contribuye la apuesta decidida por la calidad de los vinos frente a la visión más enfocada en la cantidad de las bodegas de antaño. Además, la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente también ha ido adquiriendo mayor peso en el trabajo de los productores durante los últimos años, y eso es algo que también tiene mucho que ver en el diseño de las propuestas turísticas que se han diseñado para acercarse a este apasionante mundo. Siendo esto así, ¿qué ofrecen las bodegas madrileñas en este ámbito, qué tienen de especial?
Una de las opciones más peculiares y que más y mejor contesta a esa pregunta es la Vinícola de Arganda. Se trata de una bodega especial por varios motivos. Su ubicación, por ejemplo, es clave: es la que está más cerca de la capital de las que se encuentran en la subzona de Arganda, apenas 25 kilómetros de la Puerta del Sol e incluso a tiro de Metro. Es un factor que ha imprimido en la bodega un carácter especial desde su fundación, hace 80 años, centro neurálgico desde entonces de la producción de vino local que iba hacia la gran ciudad, como nos cuenta Cipriano Guillén, agricultor y socio de la Cooperativa Vinícola de Arganda del Rey. Entre aquel entonces y este 2024 han cambiado mucho las cosas, especialmente en lo que rodea a la instalación: de estar en pleno campo a quedar rodeada por las naves del polígono industrial de Arganda, uno de los más extensos de la Comunidad de Madrid.
Sin embargo, esto no ha repercutido en el éxito de un negocio que ha sabido reinventarse en todos los frentes, como cuenta su responsable gracias al tesón de los socios y al giro en la filosofía de producción desde el granel hacia vinos de alta calidad: “Hemos evolucionado conforme ha ido evolucionando también el sistema y el mundo para pasar de hacer vinos a granel y vinos jóvenes, que antes se vendían muchísimo. Hemos dado un salto cualitativo y no tanto cuantitativo con el que hemos pasado de estar en los 15-16 millones de kilos de uva, en 1975, a los 400.000 kilos en la actualidad, pero 400.000 kilos puros de calidad”, resume, ensalzando el trabajo de quien, como él, “es gente que se dedica exclusivamente al campo y que mantiene a sus familias a base de sus ingresos. Su vida es su pasión”. Diferentes medallas y premios a sus productos durante los últimos años certifican este trabajo con el que están presentes “en los mejores restaurantes y en los lineales de supermercados” a un precio muy contenido: “Las cooperativas somos garantía de estabilidad en el precio al consumidor”, reivindica.
Conocer el trabajo en el campo “a corazón abierto”
En lo que toca al turismo, también han protagonizado un salto cualitativo extrapolable a otras bodegas de la región. Vinícola de Arganda, indica Guillén, atrae anualmente a entre 2000 y 2500 personas, incluyendo colegios y público de todo el mundo a través de actividades que muestran su labor “a corazón abierto para llegar de forma eficaz al consumidor, no tanto con la intención de vender sino de poner en conocimiento cuál es el valor de la agricultura”. Con esa filosofía, la propuesta más diferencial aquí es la de ofrecer una visita al viñedo en el remolque de un tractor. Es una manera de transmitir las sensaciones de moverse por estos campos a una velocidad donde todo sabe mejor y de relacionar la forma de vida actual, con el perfil de la capital de fondo, con una historia vinícola que, en esta zona de Arganda, incluso presenta reminiscencias de épocas pretéritas. Pura historia.
En otros puntos de la región, las sorpresas que acompañan las visitas de este tipo también se multiplican. En Las Moradas de San Martín, en San Martín de Valdeiglesias, por ejemplo, sus gestores han organizado una experiencia inolvidable: la cata al abrigo de las estrellas. Muy cerca de allí, la bodega ValleYglesias también aprovecha el marco incomparable de las estribaciones de la sierra de Gredos para proponer un exclusivo paseo en barco para disfrutar de los atardeceres en el pantano de San Juan, con degustación incluída. También hay varias bodegas que dan la opción de diseñar tu propio vino, o de pasear a caballo, algo que facilita la bodega Cristo del Humilladero de San Martín. O la combinación con alguna visita de patrimonio cultural de la zona, como se hace en Cenicientos con el patrimonio histórico de Piedra Escrita. En este sentido, indica la coordinadora de Enoturismo Madrid, los ayuntamientos también se implican para contribuir a la experiencia facilitando visitas a su patrimonio natural o cultural.
“Lo que estamos notando”, explica Sonia Rodríguez, “es que los turistas ya no quieren visitar unas bodegas que sean enormes y en las que esté todo industrializado y con máquinas, sino bodegas más pequeñas que les ofrezcan un producto y la sensación de poder visitar algo más auténtico, con tradición y que se les explique de tú a tú la historia que hay detrás de cada botella”.
Impulso de la cultura del vino
Todas estas propuestas tienen, más allá de lo promocional o de lo lúdico para los visitantes, otra vertiente muy clara: la de impulsar la cultura del vino. Por eso, en paralelo a estas visitas, Enoturismo Madrid también participa en eventos en los que el vino es el gran protagonista más aún cuando, como es el caso, la época de vendimia está o ha sido reciente. Eventos de este tipo se viven en muchos pueblos para los que el vino es capital, como Cadalso de los Vidrios, Cenicientos o Navalcarnero, entre otros.
Además, la asociación organiza otras iniciativas como la segunda edición de ‘Chatea Madrid’, una colaboración con tabernas, restaurantes centenarios de Madrid y la Comunidad de Madrid en la que por un euro se podía tomar un chato. ‘Pasión por el vino’ es otra iniciativa itinerante que acerca las catas a la población de los pueblos asociados. Y luego su presencia en Fitur, el gran evento del turismo en España, o la presencia en el Salón del Gourmet o en la Feria Nacional del Vino (FENAVIN), otra importante cita del calendario vinícola, “de la mano de la Comunidad de Madrid” para que todos los madrileños, naturales o de adopción, puedan disfrutar de un vino a la altura de los mejores.