San Lorenzo de El Escorial: riqueza natural e histórica en torno a la octava maravilla del mundo
El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es el gran polo de atracción en la sierra de Guadarrama. Pero sus atractivos van más allá: arquitectura, historia y un patrimonio medioambiental envidiable.
El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial está considerado como la octava maravilla del mundo. No obstante, el papel casi hegemónico del monumento en el planning de quienes visitan la localidad serrana cede un relativo protagonismo ante el resto de atractivos que tiene la zona y que se muestran en pleno esplendor una vez allí. Y es que, junto al espíritu de solemnidad que emana el icónico edificio, se encuentra todo un conjunto de patrimonio artístico, cultural y natural que palpita y que invita no solo a ir, sino a repetir la experiencia.
El tiempo en San Lorenzo se detiene. Es una verdad casi científica al pasear por un entramado urbano que conforma “un destino único y exclusivo”, según la alcaldesa del municipio, Carlota López Esteban. “En este casco histórico se ha mantenido la esencia desde su construcción”, añade. Aquí sobreviven edificios del siglo XVII e incluso del XVI, contemporáneos a la construcción del Monasterio. La arquitectura serrana, más moderna, convive, pues, con hitos como la Casa de Jacometrezo -que antecedió a la obra magna del municipio-, la Casa de las Pizarras o la de los Doctores, entre otros puntos totalmente accesibles en un radio de distancia muy comedido desde el centro.
Un poco posterior es el Real Coliseo de Carlos III, centro neurálgico de las actividades culturales de San Lorenzo de El Escorial y otro de sus referentes en cuanto a arquitectura. Las artes escénicas encuentran, así, un escenario que data de 1771 y que añade a su valor histórico un hito paradójico: el Premio Nacional de Restauración (en 1980), con el que se reconoció el esfuerzo para insuflar nueva vida después de quedar en desuso a mediados del siglo XX. Hoy, ya declarado Bien de Interés Cultural, el edificio ha recuperado plenamente el esplendor de antaño, tanto en su aspecto como en su programación.
El urbanismo de San Lorenzo es, por tanto, un argumento en sí mismo para sorprender al visitante. Evidentemente, el magnetismo del Real Monasterio es abrumador por derecho propio, “el polo de atracción de los más de 550.000 visitantes venidos de todo el mundo que hacen de él el segundo monumento de Patrimonio Nacional más visitado”, según la alcaldesa. Su imponente planta, sus cúpulas o el lugar en el que está erigido, que le aporta un valor escénico añadido resultan irresistibles incluso para los que, en un día claro, pueden contemplar desde la lejanía este entorno privilegiado y, tal vez, hacer un viaje en el tiempo gracias a su excelente estado de conservación y a todos los detalles que ofrece, deudores de su tiempo.
La octava maravilla del mundo
Construido en la segunda mitad del siglo XVI (fue concluido en 1584), el edificio fue el gran legado que el monarca Felipe II dejó para la historia, con el fin de reconocer la victoria de San Quintín en el día de San Lorenzo de 1557. Esta celebración y también el querer hacer del edificio un mausoleo para él mismo y sus padres, Carlos I de España e Isabel de Portugal, motivaron que el rey tuviera una atención especial a su evolución.
Su exterior, que asume el estilo herreriano del arquitecto a cargo de los últimos años de la construcción, Juan de Herrera, se caracteriza por la carencia de elementos decorativos y la obsesión con las simetrías y las geometrías perfectas. Solo en su fachada principal, orientada al oeste, sobresalen detalles que quiebran esta tendencia, como su cuerpo de columnas jónicas o el escudo familiar de Felipe II y la estatua de San Lorenzo tallada en granito de la zona que preside el conjunto.
Toda esta sobriedad esconde un interior donde cada estancia refleja las querencias del rey. Por ejemplo, su amor hacia los libros ha dado para alumbrar una biblioteca -conocida como ‘La Escurialense’- que atesora más de 400.000 textos y que deslumbra por sus dimensiones, por sus estanterías doradas, las mesas de mármol o, sobre todo, los imponentes frescos que observan a los visitantes.
El Panteón de Reyes es otro de los lugares más impactantes. Se trata de una cámara circular revestida en mármoles y bronces en cuyos nichos reposan cuatro siglos de Monarquía, prácticamente todos los reyes y reinas colocados en orden cronológico desde Carlos V a Alfonso XIII. Estos espacios son únicamente dos de los más destacados pero, de la misma manera, las Salas Capitulares, el Patio de los Reyes y, sobre todo, la Basílica, regalan algunas imágenes impresionantes e inolvidables.
Hoy en día cualquier visitante puede visitar esta octava maravilla del mundo, que fue declarada en 1931 Monumento Histórico-Artístico y, en 1984, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial. Hoy se celebran 40 años de este hito, lo que en San Lorenzo se va a celebrar con “un conjunto de actividades y actos en torno a esta puesta en valor”, repasa la alcaldesa, que incluyen desde ponencias y mesas redondas hasta talleres para escolares o familias y conciertos en estos espacios privilegiados.
Arquitectura regia en plena naturaleza
A la estela del Monasterio, apenas a un paseo, se encuentran otros edificios que marcan esta personalidad regia de San Lorenzo, como la Casita del Príncipe o la Casita del Infante. Que los diminutivos no confundan: se trata de palacetes que retrotraen a todo el lujo y la pompa asociada a la realeza del siglo XVIII. Están declaradas Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico-Artístico, respectivamente.
Como hemos apuntado, la vista del Real Monasterio domina buena parte del entorno. Y por eso, bien puede ser un excelente punto de partida para conocer y descubrir otra faceta de San Lorenzo íntimamente ligada a su geografía: el patrimonio natural que atesora y que convierte a la localidad en una puerta de entrada al Parque Nacional del Guadarrama: “Tenemos el sello de destino de turismo familiar para atraer también a ese público también más familiar y al público joven, sobre todo desde el entorno medioambiental. Cada vez es mayor el número de visitantes con un perfil que lo que viene es a hacer rutas por el entorno natural descubriendo también la historia de nuestro patrimonio”, explica Carlota López.
En este inmenso espacio natural se abren aún más las opciones. Unas, más próximas al tejido urbano, como el bosque de la Herrería -donde se ubica, por otra parte, su reconocido club de golf-; otras, con una pátina de historia, como la silla de Felipe II, desde donde el monarca gustaba de contemplar su joya; u opciones para los más deportistas, sea cual sea su nivel e incluso la forma de moverse, sea a pie, sea en bici. Para estos últimos, la red de CiclaMadrid tiene dos rutas que atraviesan la zona: es el caso de las que enlazan San Lorenzo de El Escorial con Moralzarzal y Robledo de Chavela.
La gastronomía, clave en la identidad de la ciudad
Para los senderistas, el propio ayuntamiento ha diseñado rutas de diferentes dificultades que exploran algunos de los tesoros de la zona, con el monte Abantos como protagonista, principalmente. Es ahí donde su extenso pinar ofrece un relajado paseo desde el que alcanzar otros puntos significativos y especiales, como el Arboreto Luis Ceballos o el centro de naturaleza Insect Park, una de las pocas instalaciones en España dedicadas exclusivamente a este tipo de animales.
Hay otros dos aspectos que hacen de San Lorenzo de El Escorial especialmente idóneo para pasar uno o más días de asueto. Por un lado, su gastronomía. El pueblo tiene una oferta culinaria extensa y plena de calidad. Sus rasgos de identidad los ancla en la tradición de los platos más clásicos y en el uso de productos de proximidad, caso de las carnes de Guadarrama o las verduras. Incluso cuenta con un restaurante con estrella Michelin -Montia- que es la punta de lanza de esta excelente oferta.
El otro argumento es la comodidad de acceso. Y es que aun siendo una de las capitales de la Sierra, su buena comunicación por carretera o en Cercanías garantizan poder llegar desde la capital en apenas 45 minutos. Incluso existe un tren turístico especial, como es el de Felipe II, que une Príncipe Pío con San Lorenzo en un viaje que incluye escenas teatralizadas y los mejores paisajes de la sierra madrileña. Otra forma de acercarse a contemplar la octava maravilla del mundo.