Cada vez es más frecuente ver a los deportistas famosos darse un baño de hielo después de la actividad física para recuperarse. Este tratamiento consiste básicamente en sumergirse de 10 a 15 minutos en agua muy fría —entre 10 y 15 grados— después de una sesión de ejercicio intenso para reducir el dolor muscular. Aunque también incluye nadar al aire libre (en ríos, lagos o el mar) o darse duchas de agua fría.
También llamada crioterapia, este método se remonta a décadas atrás, aunque los científicos aún no se han puesto de acuerdo si tiene más beneficios o riesgos para la salud. Por ejemplo, un estudio publicado en 2017 duda de la utilidad de los baños de hielo y señala que 10 minutos de ejercicio de baja intensidad en una bicicleta estática es tan buena como la crioterapia.
A pesar de ello, el doctor Brion Gardner, cirujano ortopédico de The Centers for Advanced Orthopaedics, considera que aún existen beneficios en este tipo de tratamientos. “El estudio no prueba al 100% que no haya beneficios”, indicó a la revista Healthline. “Sugiere que los beneficios que se creían anteriormente de una recuperación más rápida, la reducción del daño muscular y tisular y la función mejorada no son necesariamente ciertos”.
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Los beneficios potenciales
El principal beneficio potencial de estos baños, especialmente para aquellos que hacen mucho ejercicio físico, es que puede ayudar a aliviar los músculos doloridos. “Después de un entrenamiento intenso, la inmersión en frío puede ser un alivio para el dolor muscular”, explicó el doctor Gardner a Healthline.
Además de esto, el doctor señala otros beneficios como ayudar a dormir el sistema nervioso central —y hacer que sientas menos fatiga—; limitar la respuesta inflamatoria del cuerpo —ayudándonos a recuperarnos más rápidamente—; disminuir el efecto del calor y la humedad —pudiendo “mejorar el rendimiento”—; o incluso entrenar tu nervio vago.
Cuáles son los riesgos
El uso indebido de esta terapia puede traer más de un quebradero de cabeza y en vez de beneficios, puede incluso generar grandes problemas de salud. Tal y como explican los profesores de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) Heather Massey, Clare Eglin y Mike Tipton en un artículo en The Conversation, uno de los problemas asociados al exceso de crioterapia es el de la lesión por frío no congelante.
Esto es, cuando nos exponemos al frío, lo normal es sentir entumecidas las manos o los pies. Para la mayoría de las personas este efecto es transitorio y las sensaciones normales vuelven a los pocos minutos. Pero, para las personas que sufren de lesiones por frío glaciar, estos síntomas pueden permanecer durante varios años debido a “daños en los nervios y los vasos sanguíneos”.
Otra cuestión que señalan los profesores es que no todas las personas responden por igual al frío. Por ejemplo, un estudio descubrió que las personas de origen africano y caribeño parecen ser más susceptibles a las lesiones por frío no glacial. Por otro lado, un estudio de 2020 realizado con nadadores de aguas frías señaló que estas personas, aunque puedan tener sensibilidad al frío, no necesariamente se asociaba a daños en los vasos sanguíneos de la piel.
Por ello, estos científicos proponen una serie de consejos antes de decidirse a probar con la crioterapia: consultar siempre antes al médico para confirmar que este tratamiento es seguro para nuestro caso particular; tener una toalla a mano para poder entrar rápidamente en calor; no darnos nunca un baño sin tener a nadie al lado para evitar sustos inesperados; planificar la inmersión, no estar más tiempo del debido y salirnos en cuanto notemos entumecimiento, dolor o escalofríos.