Según la Real Academia Española (RAE), ser 'superdotado' significa poseer “cualidades que exceden de lo normal, especialmente refiriéndose a las condiciones intelectuales”. No obstante, establecer quién entra en esa categoría es un trabajo más complicado y existen diferentes métodos y definiciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo, establece esa barrera en las personas que tengan un coeficiente intelectual de 130 o superior. Aunque tal y como señala la Asociación Española de Superdotados y con talento para niños, adolescentes y adultos (AEST), “los test de inteligencia no son exactos y hoy en día los especialistas en el diagnóstico de la Alta Capacidad no tienen en cuenta únicamente este dato”.
Por eso, aseguran desde la AEST, se debe valorar el test como un indicador más, “dando lugar a una evaluación multidimensional (no sólo psicométrica), que tiene en cuenta otros indicadores cuantitativos y cualitativos como son la creatividad, el estilo de aprendizaje, el desarrollo evolutivo, y otras características propias de la alta capacidad”.
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Así, una definición alternativa de la alta capacidad intelectual (ACI) es la de la National Association for Gifted Children, que define a estas personas como aquellas que “demuestran un nivel sobresaliente (definido como una capacidad excepcional para razonar y aprender) o competencia (desempeño documentado o rendimiento que los sitúe en el 10% superior, o por encima, respecto al grupo normativo) en uno o más dominios”.
Estos dominios, señalan, pueden incluir cualquier área de actividad estructurada con su propio sistema simbólico (matemáticas, música, lengua…) o su propio conjunto de destrezas sensorio-motrices (pintura, danza, deportes…).
La ACI en España
En el caso de nuestro país, según indicó en una entrevista a EL ESPAÑOL Javier Recuenco, presidente de Mensa —la asociación de personas con alto cociente intelectual más antigua y extensa del mundo—, existen aproximadamente un millón de personas con altas capacidades de las cuales solo están “diagnosticadas unas 50.000 en nuestro país”.
En el ámbito educativo, España tiene identificados y reconocidos a un total de 40.916 alumnos con ACI según el último recuento, lo que supone tan solo un 0,49% del total de más de ocho millones de matriculados en enseñanzas no universitarias durante el curso 2020-2021.
Esta cifra, según la AEST, se encuentra muy por debajo de las estimaciones recientes del porcentaje de alumnos con altas capacidades, que se sitúa en el 10%. “Esto significa que la gran mayoría sigue, por tanto, sin identificar ni atender”, denuncian desde la Asociación.
Cómo se identifica
Para determinar si un alumno tiene una alta capacidad intelectual, en España se tienen en cuenta tres aspectos, informa la agencia Efe: un informe de las familias; otro del grupo de orientación del centro escolar y, finalmente, de unas pruebas de inteligencia que miden ámbitos como el razonamiento lógico, memoria, creatividad y razonamiento fluido, entre otros.
Una vez analizados los tres informes, recoge Efe, se establece que un alumno tiene ACI “cuando se encuentra por encima del percentil 75 en todos los ámbitos de la inteligencia estudiados (sobredotación); por encima del 80 en tres de ellas (talento complejo o múltiple); o por encima del 95 de percentil en un ámbito específico”.
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Por lo general, se tiende a pensar que los alumnos que tienen ACI son los que sacan las notas más altas, los más obedientes, los más trabajadores y, en definitiva, los alumnos más brillantes. Sin embargo, advierten desde la AEST, muchas veces es todo lo contrario. Pueden ser despistados, menos trabajadores, desordenados o desobedientes.
“Se dan incluso casos en los que el tutor, solicita el consentimiento a los padres para valorar, pues piensa que el alumno” puede tener trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), bipolaridad o asperger, explican desde la Asociación.
Asimismo, también se pueden dar casos en los que se da una coexistencia entre la alta capacidad y la dificultad de aprendizaje (dislexia, discalculia, disgrafía, etc.), y ambos rasgos se pueden “enmascarar mutuamente”.
“De esta forma, la superioridad de razonamiento que se demuestra en los debates en clase, no puede ser demostrada en los exámenes escritos, lo que a menudo les lleva a ser etiquetados como ‘inteligente, pero vago’ o ‘lento’”, señalan desde la AEST.