El momento en el que te despiertas, miras la hora y solo quedan cinco minutos para que suene el despertador, podría estar en el podium de las peores cosas que te pueden pasar antes de empezar el día. Las causas no están del todo claras, pero sí que existen algunos motivos por los cuales puede ocurrir.
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Hay muy poca investigación sobre qué tan común es esta experiencia y por qué sucede, sin embargo, hay personas que incluso dicen que nunca han tenido que usar despertador para levantarse a su hora, porque saben perfectamente cuándo hacerlo.
Su reloj interno es tan efectivo, que no les hace falta poner uno real que les avise cuando despertarse. Este mismo dispositivo biológico es el que los investigadores dicen que es capaz de registrar el tiempo, y con lo cual, saber cuándo debemos despertar.
¿Reloj biológico?
Aunque todas las veces que hayas escuchado hablar de ello te haya resultado ficticio, realmente existe y todos nosotros contamos con uno de ellos. Más o menos efectivo, el reloj interno está presente en cada uno de los seres vivos.
Este dispositivo sincroniza y coordina los ritmos circadianos de nuestro cuerpo, lo que nos ayuda a prepararnos para cosas que suceden en distintos momentos del día, como quedarnos dormidos por la noche y despertarnos por la mañana.
De esta manera, el reloj actúa como un director de orquesta, es el encargado de marcar los tiempos de nuestro organismo: cuándo debemos estar espabilados y activos o cuándo debemos tener sueño e irnos a dormir.
Así como muchas plantas se abren y cierran por la luz percibida, en los seres humanos funciona igual. El reloj biológico puede verse afectado por la cantidad de iluminación en una habitación o la escasez de la misma, las cuales pueden hacer pensar al organismo que es hora de dormir o de despertarse.
Nuestros ojos detectan cambios en los niveles de luz: si es luz natural, un pequeño rayo o si está cegándonos —aunque los tengamos cerrados—. Esta información llega al núcleo supraquiasmático, ubicado en el cerebro, y le dice qué debe hacer a continuación.
Es muy probable que estas células no le digan a nuestro cuerpo exactamente qué hora es, pero pueden comunicar que nos acercamos a la hora a la que normalmente nos levantamos.
Este reloj interno no solo funciona a la hora de despertarnos, sino que estamos tan acostumbrados a seguir unos horarios, que nuestro cerebro recibe diferentes órdenes como cuando es hora de comer.
La rutina
Prácticamente, todas las personas tenemos una rutina en nuestra vida, vamos al colegio; a trabajar; al gimnasio; los miércoles, madrugo más; pero los viernes puedo compensarlo y dormir hasta más tarde.
Esta cotidianidad hace que tengamos unas horas clave, principalmente para despertar, a las cuales se acostumbra nuestro cuerpo. En las personas que llevan o acumulan una vida regular, el reloj biológico funciona más que en aquellas que no la tienen.
Esto se traduce en que durante todo el tiempo que nos hemos levantado a una misma hora, hemos entrenado al cuerpo para saber cuándo vamos a empezar el día. Sin embargo, aquí entran en juego otros aspectos como la sensibilidad de cada persona.
Hay muchas personas que se despiertan con facilidad, si perciben algún tipo de iluminación o, incluso, si hay algún pequeño ruido. Dependiendo del grado de sensibilidad que tengan, su cuerpo será más o menos respetuoso con las horas.