La envidia, al contrario de lo que nos han enseñado a pensar, no es un sentimiento negativo. Es algo, más bien, completamente humano y natural. Oímos hablar de ella por primera vez cuando somos pequeños, y siempre desde una perspectiva negativa.

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Nuestro aprendizaje social y cultural nos ha hecho creer que sentir envidia es algo terrible, algo que hay que eliminar… Sentirla nos hace sentir culpables, malas personas. De modo que, si alguna vez aparece, lo mejor que podemos hacer es esconderla ahí en lo más profundo de nuestro corazón.

La realidad es que la envidia es uno de los sentimientos más humanos que existen. Nadie se libra de esta emoción. No es malo sentirla, lo malo es lo que hacemos con ella cuando la sentimos.

Lo primero que debemos tener claro cuando hablamos de sentimientos y emociones con connotaciones negativas, es que siempre existe una función adaptativa, que sirve para algo. En el caso de la envidia, nos aporta información y nos genera energía para que hagamos algo.

Teniendo en cuenta esto, la pregunta que debemos hacernos cuando sentimos envidia por alguien o por algo, cuando sentimos el deseo de ser como alguien, de tener lo mismo que otra persona, de conseguir el mismo éxito que ha obtenido esa otra persona, podría ser: ¿Para qué puede ser útil este sentimiento?, ¿qué información nos trae?, ¿para qué podemos usar la energía que nos genera este sentimiento?

Marcar objetivos

La envidia siempre surge en torno a una situación o persona que resuena de alguna manera con nosotros, con nuestra vida. Es muy habitual, por ejemplo, sentir envidia en el ámbito laboral por logros que nos gustarían alcanzar.

Son situaciones que tienen que ver con mis propios intereses, deseos y anhelos, con aquellas cosas que nos hacen sentir bien. Lo que ocurre es que esos aspectos importantes de nuestra vida, los vemos reflejados en las vidas de otros.

La envidia funciona como una llamada de atención, es como si nos dijera: “esto es importante para ti, pon atención en ello”. Esto puede ser muy beneficioso si lo aplicamos de forma correcta en nuestra vida, y la envidia puede convertirse en un marcador de objetivos.

Esta emoción permite señalarnos aquellos aspectos de nuestra vida que son valiosos para nosotros y que sabemos que podemos mejorar, que podemos trabajar para conseguirlo.

Ponerse en acción

La envidia también genera energía para ponernos en marcha. Esa energía que nos invita a la acción, se manifiesta en el cuerpo siempre del mismo modo: se acelera el pulso, se contrae un poco el abdomen y se entrecorta la respiración. Estas sensaciones son incómodas, pero están ahí para invitarnos a la acción, para facilitarnos el ponernos en marcha y movilizarnos en pos de lograr ese objetivo.

Cuanto más intensa sea la envidia que sentimos, más anhelo haya detrás y más intensa sea esta manifestación de la energía en nuestro cuerpo. Aceptar estas sensaciones incómodas e interpretarlas como la materialización de la energía que se está generando en nuestro cuerpo para ayudarnos a ponernos manos a la obra en busca de ese anhelado objetivo, nos ayudará también a reconciliarnos con ella.

Inspiración

El Universo te está mostrando frente a ti algo que tú también puedes experimentar. Y te está entregando el mensaje y la señal de que si ha sido posible para esa persona, también lo es para ti.

Permite que esa emoción que se ha despertado dentro de ti se convierta en emoción de excitación y de inspiración. Y reflexiona sobre qué acciones puedes tomar para que tu realidad se vea manifestada a nivel físico de la misma forma.

Además, de esta forma, le estás mostrando a tu mente que sí es posible experimentar esa abundancia y que tú también puedes.