Las navidades son unas fechas muy esperadas en el calendario. Son dos semanas de decorar la casa con motivos navideños, de reunirse con la familia o los amigos, de cenas y comidas en buena compañía. En definitiva, es una época para disfrutar.

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Pero la Navidad no solo es una fecha destacada en el siglo XXI, en la edad media, ya era uno de los momentos más esperados, no solo para los ricos, también para el campesinado. En la Europa medieval, la temporada navideña se alargaba durante 12 días repletos de fiestas.

Precedida por el ayuno de Adviento, que tenía un mes de duración, durante el cual los cristianos evitaban las comidas ricas y los excesos, a partir de la mañana del 25 de diciembre, “si tenías la energía, se esperaba que comieras, bebieras, te divirtieras, te disfrazaras, jugaras, salieras a bailar por el vecindario durante 12 días seguidos antes de colapsar”, según Anne Lawrence-Mathers, historiadora de la Universidad de Reading (Reino Unido), donde es especialista de la Inglaterra medieval.

Unas tradiciones parecidas a las actuales

Las fiestas empezaban antes del amanecer de la mañana de Navidad con una misa especial que marcaba el final oficial del Adviento y el inicio de la temporada de fiestas, que se desarrollaba desde el 25 de diciembre hasta el 5 de enero.

Todas las personas, independientemente de su estatus social, sacrificaban al menos un cerdo en noviembre y lo o salaban y ahumaban en preparación para el tocino y los jamones navideños. “Beber era tan importante como comer, si no más”, dice Lawrence-Mathers.

En la bebida, si había diferencias entre clases sociales, los campesinos preferían la cerveza y la sidra, mientras que la clase alta se decantaba por el vino.

Disfraces y juegos de rol

Los juegos de disfraces y los cambios de roles fueron una parte importante de las celebraciones, algunas de las cuales eran vestigios de costumbres paganas anteriores en torno al solsticio de invierno

Uno de los juegos favoritos en los pueblos medievales ingleses era ‘la momia’. Los mimos se vestían con máscaras de animales o se disfrazaban de mujeres, y luego iban de puerta en puerta cantando canciones populares festivas y contando chistes. Algunos mimos lo hacían por diversión, mientras que otros esperaban algunas monedas o pequeños obsequios a cambio.

El 1 de enero se celebraba la Fiesta de los Locos, en la que sacerdotes, diáconos y otros funcionarios de la iglesia recibieron una breve licencia para ser tontos.

Por último, en la última noche de celebraciones, se cocinaba el pastel de frijoles, un rico pastel relleno de frutas en el que se escondía un minúsculo frijol seco. Quienquiera que obtuviera la rebanada de pastel con el frijol adentro era ‘rey’ por la noche y podía dar a la gente órdenes divertidas que tenían que obedecer. Algo parecido a sí te toca el regalo en nuestro roscón de reyes.

El papel religioso

El día de Navidad se asistía a tres misas: una en la medianoche, otra al alba y una tercera en pleno día. Los banquetes, los bailes y los cantos eran formas típicas de la Navidad, aunque, en un principio, fueron consideradas sacrílegas por las autoridades eclesiásticas, que las vincularon con las prácticas festivas del calendario pagano.

Personajes como San Bonifacio de Maguncia, por ejemplo, las condenaron por impías, pero, con el tiempo, acabarían transformándose en manifestaciones tradicionales del júbilo navideño.

Durante la Edad Media se introdujo la práctica de disponer nacimientos, pesebres y figuras del niño en la cuna en las iglesias. también se popularizaron los espectáculos teatrales de corte religioso que se inspiraban en pasajes de los Evangelios y en los que se representaban el nacimiento y la adoración.