La timidez está normalizada dentro del campo de la salud mental, es un rasgo asociado a la personalidad que está tan presente en nuestra sociedad que tiende a ignorarse. Sin embargo, esta respuesta emocional puede suponer gran inquietud, frustración y muchas preguntas, sobre todo, en los más pequeños.
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Así como la extraversión, la timidez es una característica natural y común en muchos niños: se sienten incómodos manteniendo conversaciones, prefieren no socializar con los demás o ponen límites sus actividades y relaciones cotidianas.
Cada niño es diferente y este rasgo puede manifestarse de diversas maneras dependiendo de su personalidad, puede exteriorizarse con comportamientos variados, de forma más o menos intensa, frecuentemente o en determinadas ocasiones.
Por lo general, cuando un niño es tímido, no se suele prestar atención a su conducta, sino que la atención de los expertos o profesores, comúnmente es dirigida a aquellos que tienen comportamientos más disruptivos.
Esta característica tiende a ser más preocupante cuando es con compañeros sociales a cuando se da con extraños. Si los más pequeños son tímidos con otros niños de su edad a los que ven regularmente, como los compañeros de guardería o de escuela, es más alarmante.
Esta timidez puede llegar a perjudicar y condicionar sus estados emocionales, sus relaciones sociales, su crecimiento personal y su futuro profesional. A pesar de que la creencia popular generalice acerca de que es una conducta pasajera, puede llegar a prolongarse hasta la vida adulta.
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Debido a este motivo, es importante que desde los círculos más cercanos se sepa reconocer el nivel de su comportamiento y hasta que punto es perjudicial en su vida cotidiana para poder comprenderlo y ayudarle a enfrentarlo.
¿Por qué?
Todos alguna vez en nuestra vida hemos pasado por una situación de timidez puntual, que tiene como base una conversación incómoda, un sentimiento desconocido o una situación que se aleje de aquello a lo que estamos acostumbrados.
En cambio, la timidez permanente —y a veces, incapacitante— se da constantemente, en todos los momentos que supongan salir de su zona de confort. En este caso, es fundamental comprender qué sucede en la mente de una persona tímida.
La timidez puede ser producto de los genes, pero también depende de los comportamientos que hemos aprendido o de aquellas experiencias que hemos vivido. Se trata de una mezcla entre rasgos innatos y adquiridos, lo que les hace responder a las situaciones de forma diferente.
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¿Qué puedes hacer con la timidez?
Como ya hemos adelantado, lo crucial para ayudar a enfrentar a los más pequeños esta circunstancia son sus círculos más cercanos: la familia y la escuela. Las personas pertenecientes al mismo son las que tienen que entender la situación y los responsables en proporcionales las herramientas.
Esta timidez puede llegar a ser algo natural en muchos niños, el problema reside cuando se convierte en una conducta que hace que se aleje de las personas y genere incomodidad en situaciones cotidianas, perjudicando su desarrollo integral.
En este caso, existen algunas opciones para afrontar esta característica —la cual no es ningún defecto, sino un rasgo que puede ser gestionado— con el apoyo adecuado.
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Apoyar las relaciones sociales: Desde que son pequeños, es necesario que la familia favorezca que se relacione con otros niños. Así como llevarles a aquellos espacios donde tengan la oportunidad de hacerlo, como parques, cumpleaños o, incluso, actividades preescolares.
Muchas veces es la propia familia la que 'evita' de alguna manera que los más pequeños se relacionen, por miedo, sobreprotección o pensar que no es lo que les apetece. Ellos deben desarrollar sus rasgos personales, si dejamos fluir su personalidad más social, será muy favorable para futuro —y al presente—
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Fomentar la autoestima positiva: La inseguridad es uno de los grandes motivos por los que las personas se vuelven tímidas. Es necesario fortalecer y favorecer una autoestima positiva y así crear en ellos seguridad y aceptación.
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Cuidar las habilidades sociales: No nacemos sabiendo cómo relacionarnos ni como interactuar con los demás. Es fundamental que ellos puedan observar como los más mayores se relacionan de forma positiva, el respeto, la educación y la empatía son habilidades muy valiosas que pueden enseñarse a través del ejemplo.
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Adiós a las etiquetas: En el momento en el que creces con la etiqueta de que eres una persona 'tímida', vas a comportarte basándote en esa creencia. Si cuando eres pequeño, no paran de decirte que eres una persona muy bajita, vas a convivir afianzado a ese pensamiento.
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Un clima positivo: En casa, en clase, en el parque o con su familia, un clima de confianza puede ayudar a las personas tímidas a soltarse. Los profesores deben proporcionar las herramientas adecuadas para que los alumnos crezcan sin miedo de hablar en público, sin miedo de hacer el ridículo o sin miedo a una evaluación negativa.
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Trabajar la comunicación: Las personas tímidas, por lo general, no se comunican tanto como aquellas que son más extrovertidas, facilitar esta comunicación es crucial. Podemos ofrecerles estrategias para iniciar una conversación, permitir que expresen su opinión o dejarles hablar en público, siempre respetando sus límites.
A pesar de que la timidez sea vista por muchas personas como un rasgo negativo, son muchos expertos los que coinciden en que es una característica muy valiosa y positiva de la personalidad con la que las personas tienen grandes oportunidades de sobresalir.
El investigador Alexander Ávila menciona en su libro El don de la timidez (2002), siete características innatas que favorecen a las personas tímidas frente a los caracteres extrovertidos: sensibilidad, lealtad, capacidad de escuchar, reflexión, modestia, misterio y amabilidad.