No sé si es su caso concreto, pero imagino que más de un lector se enfrenta hoy a esta columna en un contexto diferente al habitual. Disfrutando de unos días de vacaciones, tal vez; con suerte, en esa ciudad o enclave que llevaba mucho tiempo queriendo visitar… Los días de descanso sientan bien después de todo lo que llevamos vivido en este último año y medio y no solo a nosotros, también y especialmente a las empresas y profesionales que se encargan de que los disfrutemos.

El sector turístico se considera, desde hace años, uno de los principales motores de nuestra economía. Se lo ha ganado a pulso, a base de una oferta variada y de calidad. Sin embargo, por su naturaleza y características, es también una de las industrias que de forma más dramática ha sufrido las consecuencias de la pandemia. Si 2020 ya arrojó un importante descenso en los ingresos, 2021 nos pone por delante el segundo año consecutivo de dificultades.

Quizás por eso la noticia de los 3.400 millones de euros procedentes de los fondos Next Generation de la UE que el Gobierno propone invertir en la recuperación de la industria turística es recibida con tanta esperanza. Estos fondos tienen el potencial de convertirse en una verdadera bomba de oxígeno para las empresas turísticas, así como para el resto de actividades que dependen en gran medida del movimiento de viajeros, como la restauración o el transporte.

Los fondos europeos tienen el potencial de convertirse en una verdadera bomba de oxígeno para las empresas turísticas

Y no lo pongo en duda, ni mucho menos, pero no puedo remediar que una oportunidad semejante despierte en mí la necesidad de una reflexión profunda: ¿cómo hacemos para ser eficaces en el uso de estos recursos que nos llegan de Europa?, y, si me apuran, ¿tenemos claro adónde queremos llegar?

Desde la Asociación Española de la Economía Digital nos hemos referido a la necesidad de revisar la terminología que empleamos. Hay que considerar que "recuperación", término que se ha usado para designar los fondos europeos, significa "volver al estado anterior". Pero, ¿queremos realmente volver al punto exacto en el que estábamos o podemos trabajar por una verdadera modernización del sector?

Desde mi punto de vista, aspirar solo a la recuperación supondría perder una buena ocasión de garantizar la competitividad y sostenibilidad a largo plazo de la industria turística española. Tenemos que recuperar y transformar el sector turístico, y esto pasa, necesariamente, por su digitalización.

Tal y como confirma el informe Economía Digital en España 2020, el grado de digitalización medio del sector turístico es de solo un 10%. Hemos comenzado a recorrer la tercera década del siglo XXI y todavía hoy numerosos alojamientos siguen sin tener una correcta presencia online, aprovechando las oportunidades que ofrece personalizar su oferta con una página web adecuada, trabajar correctamente su presencia en buscadores o participar del posicionamiento que ofrecen las numerosas plataformas que ofrecen información y servicios de valor añadido al turista.

Y es que, según un reciente estudio de Kayak.es, un 73% de los españoles reserva ya sus vacaciones en línea. Aquí se produce un desajuste que no nos podemos permitir mantener por mucho tiempo.

Estas empresas que han conseguido situar a nuestro país como uno de los principales polos de atracción de turismo del mundo necesitan ayuda para poner en marcha una decidida transformación digital, tanto de sus procesos internos (por ejemplo, con una gestión adecuada de los datos de los clientes o de sus recursos) como externos (impulsando acciones de marketing y comunicación digital).

Esa debe ser nuestra prioridad número 1: el apoyo a la digitalización de la pyme turística para garantizar su resiliencia y recuperación. Y todo ello haciendo uso de las tecnologías y los recursos que ya tenemos

Por tanto, esa debe ser nuestra prioridad número 1: el apoyo a la digitalización de la pyme turística para garantizar su resiliencia y recuperación. Y todo ello haciendo uso de las tecnologías y los recursos que ya tenemos, sin entrar en desarrollos inasumibles para empresas cuyo principal desafío es mejorar la productividad con pocos recursos.

Solo construyendo una base sólida podemos pasar a la siguiente fase, en la que, por cierto, se despliega un sinfín de opciones para un país con el potencial y la oferta del nuestro. Y no solo hablamos de España como país de destino turístico, sino también como ecosistema de un sector profesional capaz de innovar desde aquí hacia el resto del mundo.

En este punto, el primer gran aliado será el dato; el segundo, la Administración Pública. El futuro de nuestros destinos turísticos dependerá totalmente de su capacidad de aprovechar la tecnología para comprender mejor las necesidades y tendencias de los viajeros y hacer un seguimiento de ellas para crear y comercializar experiencias innovadoras.

Experiencias de este tipo nos permiten pensar, además, en la diversificación de destinos para evitar la saturación (muy importante en un contexto de pandemia como el actual) y facilitar la distribución de la riqueza y el empleo que genera el turismo a otros enclaves de la geografía, pero también en la apertura de nuevos mercados.

¿Puede la Ley de Startups en tramitación abrir una nueva vía de ingresos para la industria turística al convertirnos en un foco de atracción de nómadas digitales?

Sin ir más lejos, ¿puede la Ley de Startups en tramitación abrir una nueva vía de ingresos para la industria turística al convertirnos en un foco de atracción de nómadas digitales? Tenerife es hoy el quinto destino del mundo, y el primero de España, en el que más rápidamente ha crecido el trabajo remoto en los últimos cinco años (+254%), según Nomad List.

Desde ahí, otras tecnologías como el cloud computing, el Internet de las Cosas o la inteligencia artificial tienen el potencial de transformar la experiencia del turista antes, durante y después de su viaje. Antes, permitiendo la personalización y mejor planificación del viaje en función de sus intereses o mediante chatbots de atención al cliente que puedan responder dudas, solventar cualquier incidencia o asesorar sobre lugares de interés en el destino. Y, después, a través de programas de fidelización y gestión de reputación online.

Por fortuna, ya existen numerosas experiencias de este tipo que nos muestran el camino a seguir. Aunque hace falta un último ingrediente: no podemos pensar en la transformación digital del turismo sin dedicar tiempo y recursos a preparar a los profesionales que trabajan en él. Estos nuevos escenarios demandarán perfiles diferentes capaces de gestionar los canales de comunicación con el cliente o de interpretar los datos, por lo que buena parte de estos fondos tendrá que ir a potenciar el talento digital también en el sector turístico.

Lo bueno de todo esto es que hablamos en todo momento de un sector en el que España es ya una referencia mundial. No me cabe la menor duda de que podemos reforzar ese liderazgo, pero, para salir fortalecidos de la situación en la que nos encontramos, necesitamos apostar por un turismo de calidad capaz de explotar todo el potencial de la tecnología y la innovación.

**César Tello es director general de Adigital