Imagino al Principito correteando entre los invitados en la apertura del Wake Up, Spain!, sorteando algún que otro pisotón al bajar las escaleras de la Casa de América de Madrid que conducen al escenario principal del evento. Algo desorientado, entre cámaras, flases y gente apresurada buscando su sitio antes de la inauguración.
El infante que imaginó Antoine de Saint-Exupéry no se encontraba este 4 de abril en aquel desierto en el que pisó por primera vez suelo terrícola en su épico viaje, sin embargo, la aventura que estaba a punto de vivir en la primera jornada del Foro Económico organizado por EL ESPAÑOL, Invertia y D+I también era mayúscula.
En este nuevo periplo interestelar, el pequeño delfín había regresado con herramientas más acordes a los nuevos tiempos que corren: 5G, ciberseguridad, cloud, big data, transformación digital o blockchain eran conceptos con los que había comenzado a familiarizarse en los últimos años.
Su pequeño planeta estaba lejos, demasiado, pero siempre quiso mantener el contacto con aquellos humanos que tanto le ayudaron tras su accidente de avión en el Sáhara hace casi 80 años y sabía que la tecnología era el mejor medio para lograrlo.
Apenas había trascurrido unos minutos de la apertura del Wake Up, Spain!, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hacía el que iba a ser el gran anuncio de la primera jornada: 11.000 millones de euros para un nuevo PERTE de microchips y semiconductores.
"Qué paradoja", suspiró el Principito. "Unos artefactos tan diminutos, que apenas se ven, están poniendo en jaque a la industria mundial y a la nueva economía que están construyendo los habitantes de este planeta de la mano de la transformación digital", se dijo para sí mismo. Y una irónica sonrisa se dibujó en su rostro.
La Tierra que había encontrado en esta nueva odisea distaba bastante de aquella de mediados de la década de los años 40. Qué bien le hubieran venido entonces para regresar a casa las nuevas tecnologías de las que hablaban en Wake Up, Spain! los empresarios de las grandes organizaciones empresariales. Y los microchips. Sobre todo, ellos.
Aunque ambos planetas sí mantienen desgraciadamente similitudes. Casi ocho décadas después, la guerra vuelve a sonrojar al Viejo Continente. La invasión rusa en Ucrania reproducía estos días imágenes de la Segunda Guerra Mundial en la mente del diminuto infante que casi ya había olvidado. Cómo los humanos habían caído en sus mismos errores tanto tiempo después era algo que lo martirizaba.
"¿Para qué servirá entonces la tecnología? ¿Dónde queda el factor humano?", se repetía una y otra vez desde uno de los rincones del auditorio, casi agazapado, sujetándose la cabeza entre las manos, en un claro signo de que aquella situación lo mantenía consternado.
Tan sólo tuvo que esperar unos minutos para empezar a comprender la magnitud del profundo cambio que estaba atravesando esa sociedad que ahora volvía a acogerlo tanto tiempo después.
De las mesas y ponencias que fue escuchando entendió que la transformación digital era el concepto que lo repensaba todo, que brindaba a aquellas personas una nueva oportunidad para crear un mundo más justo y sostenible de la mano de la tecnología, y que ponía en el centro de todo el proceso a las personas y al talento para llevar semejante reto a buen puerto.
"El momento de las personas"
Poco a poco lo fue viendo más claro. Su rictus se fue relajando, incluso por primera vez en todo el día respiró aliviado. Sucedió durante la conversación entre José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica y el chef José Andrés, fundador de World Central Kitchen.
"No es el momento de la tecnología; la tecnología ya la teníamos aquí. Ahora es el momento de las personas", escuchó a Pallete. "Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos", dijo el empresario al chef antes de despedir su charla sobre cooperación en la era de la transformación digital. No le eran desconocidos aquellos argumentos...
Justo en ese momento el Principito entendió el porqué de su nueva incursión en la Tierra. Como bien había apuntado el presidente ejecutivo y director de El Español, Pedro J. Ramírez, en su discurso de inauguración ha llegado el momento de levantarse de nuevo.
"Pero los buenos armadores, los buenos pilotos, marineros y grumetes son los que afrontan los desafíos del destino, superan cada contratiempo, recomponen el navío, rehacen los planes de navegación y perseveran en el viaje, perseveran en el transporte, perseveran en el comercio, mantienen el empleo, mantienen la producción, mantienen el suministro y reactivan todos sus sueños", escuchó decir a Pedro J.
"Antes o después, al despertar juntos, al levantarse unidos, comprobarán que el océano se abre para ellos. Wake Up, Spain! Digámoslo otra vez. Hagámoslo otra vez. Levantémonos juntos", concluyó su discurso el presidente ejecutivo de El Español.
Y el Principito salió de un brinco de su rincón en el auditorio de la Casa de América de Madrid. Se sintió parte de la tripulación a la que hacía referencia en su discurso Pedro J. porque, de qué era aquel niño intergaláctico experto si no de navegar contramarea en la vicisitud y de aflorar lo mejor de las personas, aquello que pasa desapercibido pero que es lo más valioso.
Por primera vez en décadas, el Principito se sintió como en casa a miles de kilómetros de su amado planeta. Y se prometió a sí mismo que no regresaría hasta que en la Tierra todos y cada uno de sus habitantes hubieran cumplido todos sus sueños. La gesta era magnánima, pero confiaba en aquella nueva sociedad digital para conseguirlo.
Dicen que el pequeño delfín sigue hoy correteando por los pasillos de la Casa de América. Por favor, vayan con cuidado y recuerden: lo esencial (y lo diminuto) es invisible a los ojos. También en tecnología.