La primera aparición sucede en la mañana, a primerísima hora, imprevisible como un cisne negro. Entra José Luis Martínez-Almeida en Casa de América, al paso de Pedro J., al ritmo de una conversación pausada.
—Qué bien quedó la entrevista del otro día.
—Ah, ¡sí, sí!
—Muy divertida, muy humana.
Y ella espera. Porque ella es, en esencia, una mujer sin prisas, una mujer en calma. Ella espera a la intervención del alcalde en el Wake Up, Spain! desde el asiento más centrado de la segunda fila; la primera, si tu nombre no figura en el programa. La hora apremia. Almeida accede al atril. Celebra la tercera edición del foro, ajeno a lo próximo. “Pedro J. sabe que Madrid es la ciudad donde hay que estar, donde pasan las cosas”. “Los inversores escogerán Madrid por la calidad de vida”. “Madrid es la capital más segura de Europa, después de Viena, que es mucho más pequeña”. Quizá porque ella sabe dónde pasan las cosas —dónde la seguridad, dónde la calidad de vida— sigue aquí, al tanto del reloj y del espacio, mientras el alcalde continúa.
La memoria no lo es todo, sostuvo ayer la ministra Pilar Alegría. Pero Almeida es todo memoria. El alcalde sigue el plan. Dispara el discurso en el Wake Up! con la mirada en el fondo de la sala, con precisión de cirujano, sin papeles y sin tropiezos, como recita la Constitución a demanda. Almeida mide los tiempos con espíritu tamámico, para evitar los excesos, y al cabo se detiene a charlar con los empresarios, con los patrocinadores, con los periodistas. Con todos, salvo con ella, que espera y espera.
Y cuando descubre la llegada de Ximo Puig, Almeida camina a su encuentro. Demasiado lento. Ella, la mujer paciente, se impacienta. Le corta el paso. Rompe la espera. Pide una foto, dos, tres. Pedro J. se queda de piedra, así que lo incorpora a la escena. Clic, clic, clic. ¿Quién es ella? Calza zapatos color beis, con plataforma. Viste americana verde, sobre un vestido largo con motivos florales. La mujer deja a su paso, con su desparpajo, un destello de misterio. Y Ximo Puig, mientras tanto, espera.
Mis compañeros no salen del asombro.
—Me preocupa, ¡está aquí siempre! ¿Cuántas fotos se ha hecho con Pedro?
—¿Cuatro?
—¿Cinco?
—¿Viene con alguien?
Almeida se zafa del marcador, con una finta que ni Futre, y alcanza la mano salvífica de Puig, para alivio del resto. “President, espero que disfrute de Madrid”. La mujer de verde se da por satisfecha. Regresa a su puesto, donde dejó el bolso, en la segunda-primera fila, y el presidente valenciano asume el relevo del alcalde. Toma asiento y la palabra. Dedica su recuerdo a los incendios de Castellón y Teruel, con miles y miles de hectáreas pasadas por el fuego, con cientos y cientos de familias evacuadas.
El president vincula los eventos con el cambio climático, con la sequía. El president explica que es un incendio de sexto grado, con lo que significa. El president presume de las inversiones en la Comunidad Valenciana. El president agradece la más importante de todas. “Por el Wake Up conocí a Wayne Griffiths”, reconoce, y de esa guisa nació la nueva factoría de Volkswagen en Sagunto, un proyecto de 3.000 millones de euros.
Con la cuenta atrás proyectada en dos pantallas, con los marcadores cercanos al cero, asalta la certeza de lo inevitable. Algo te dice: atención, ¡volverá a hacerlo! Puig concluye su tarea, a diferencia de la mujer de verde, que la comienza: desenfunda el teléfono, prepara la cámara. Pedro J. salta a la carrera, estrecha la mano del invitado, lo acompaña hasta la salida, sin interrupciones. Puig atiende a los medios valencianos, instalados en el jardín del palacio. Puig responde un par de preguntas, conversa en cierta confidencia. Y la mujer de verde, entre tanto, asoma, ya está aquí, con la palabra en la boca: a la espera. ¡Vuelve!
—¿Va a estar mucho en Madrid?
—No, vengo de pasada.
—Yo soy de Mora de Rubielos. ¿Se hace una foto conmigo?
Los rumores se disparan. Las dudas alimentan las especulaciones. ¿Quién es la mujer de verde? ¿Una agente del Kremlin? ¿Una saboteadora de la competencia? De un momento a otro llegará la ministra de Transportes, Vivienda y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, y no precisaremos de Casandra para anticipar su fortuna: pasar por la cámara de la mujer de verde, perder —quién sabe— un pedazo de alma. Seguimos el rastro de las fotografías. Buscamos en Twitter, sin éxito. Buscamos en Instagram, con el mismo resultado. Acudo al director.
—Pedro, ¿quién es la mujer de verde?
—No lo sé, pero se fotografía con todo el mundo.
—Es un misterio.
—Debe haberse apuntado por libre.
Entre tanto, aparece el exministro Ángel Acebes. Y tampoco se libra. La mujer de verde recibe una llamada, en una pausa. Baja la voz, sin moverse del asiento: "La verdad, muy bien. ¡He estado con todos! Aquí conoces a los ministros, conoces a la gente. A las nueves ya estaba, ¡la primera!".
Con el paso de la mañana se acumulan los debates más intensos, los titulares más suculentos. Lamenta la directora general de Pymar, Almudena López, que quieren cambiar Europa: “Pero nos falta gente para hacerlo”. Y añade: “Es necesario que la Unión Europea haga un plan estratégico de política industrial. Tenemos que saber dónde ir”. Sostiene el presidente de Agbar, Ángel Simón, que el agua es un bien estratégico y escaso en España: “No se puede desperdiciar tanta en un país como el nuestro”. Y añade: “Sabemos lo que tenemos que hacer. Necesitamos un plan estratégico para avanzar”.
Lo que avanza es la mañana y, en fin, el turno de Raquel Sánchez ilumina la expresión de la mujer de verde. La ministra se sumó a la pasión de sus compañeros de Moncloa por las cifras. 5.500 millones para la compra de trenes. 50.000 millones de euros en “la vertebración de la península con el resto de Europa”. 317 kilómetros en el corredor mediterráneo. 700 kilómetros adicionales en camino. Proclama la ministra que resucitaron los Cercanías del “abandono”, y que el futuro verde pasa por los trenes y los coches eléctricos. Verde como el bléiser de la mujer tranquila, como contraste al elegante conjunto —tono canario— de la ministra.
Ya saben: la historia se repite. El móvil, la cámara, el selfi.
Pero a continuación ocurre lo inesperado, lo indeseable. Se suceden las mesas y conversaciones con mandos militares y empresarios del sector de Defensa. Destaca Ángel de Álvaro, secretario general de Santa Bárbara Sistemas, que la mitad de los españoles respalda el incremento del gasto defensivo. Expone Luis Furnells, presidente del Grupo Oesia, que elevarlo al 2% del PIB es “importantísimo”, pero no basta: requiere desarrollar la capacidad para gastarlo bien. Incide Marc Murtra, presidente de Indra, en que el sistema necesita una “reconfiguración” y una mayor “coordinación” entre socios europeos.
La mujer de verde desaparece, a lo lejos, tras la salida de la ministra. Se suceden las mesas y conversaciones en ausencia. No hay tiempo para la ministra de Defensa, Margarita Robles, que se conecta a distancia con un discurso revelador: “No habíamos vivido, desde la Guerra Fría, unas agresiones tan graves contra nuestros derechos, nuestra seguridad y nuestra defensa. Tenemos muchos enemigos que nos rodean y que nos pueden atacar por tierra, mar y aire, y también con desinformación, con amenazas químicas o bacteriológicas, por el espacio. Tenemos que estar preparados”.
No hay fotos con el jefe del Estado Mayor, el almirante general Teodoro Esteban López Calderón, con una intervención excepcional. Que describe el problema de “falta de personal” de la industria armamentística y advierte de que “hay que mejorar la capacidad para enfrentar las amenazas que ya hemos detectado”. Que expone, sobre los enemigos del país, que sufrimos “ataques todos los días, es una realidad continua”. Que aventura, sobre la guerra en Ucrania, que será larga. “Rusia tiene medios para aguantar mucho tiempo”, destaca, “y no se ve a ningún contendiente con capacidad disruptiva”. Eso sí: “Si el apoyo a Ucrania se corta, la guerra terminará”. Y no del modo deseable para Europa.
Todo ocurre sin la mujer de verde. Permanece la esperanza de su regreso tras la pausa del mediodía, por la tarde. Cuando los empresarios del sector sanitario, curtidos en la batalla pandémica, entran al trapo de las preguntas de los moderadores. El presidente de la Fundación IDIS, Juan Abarca Cidón, señala los problemas de la sanidad privada. El director de Cofares, Eduardo Pastor, reivindica el valor social de las farmacias. El presidente de AstraZeneca, Ricardo R. Suárez, anuncia una solución anticovid para pacientes inmunodeprimidos. La mujer de verde, sin embargo, tiene otros planes.
De un modo extraño, el foro queda huérfano. El Wake Up! abre puertas difíciles de cerrar. Pero les contaré un secreto. Le pusimos empeño. Descubrimos, al fin, el nombre, el apellido y el oficio. Si es usted la mujer de verde, si llega hasta la última línea, mantenga el gesto, no se apure: la magia de su misterio queda a salvo de la crónica.