De la despedida se desprende un sabor que nada tiene que ver con el zumo de zanahoria, a disposición de cualquiera que acuda con buena voluntad a la barra. Asistir a cada una de las sesiones del Wake Up, Spain! deja el cuerpo como tras la toma de la Bastilla. No es un evento ligero, no es un evento tranquilo; pero a su clausura arroja una sensación de abandono y otra de confusión, como en una ruptura de las líneas del espacio-tiempo, sin saber con certeza en qué día sucedió cada cosa, si en la Casa de América las leyes esenciales de la física saltan por los aires.
El tiempo y el espacio se emborronan cuando dos hombres son uno, a la vez. Fernando Núñez y Fernando Núñez, como en la viñeta de los Spiderman señalándose entre sí, se exponen a los focos. Uno y otro son, de algún modo, el mismo, sólo que separados por la brecha de los años. El primero cuenta una infancia en Vallecas, un viaje a Estados Unidos, el asombro que le causó un restaurante popular: comían con las manos, pagaban antes de comer. ¿Sería posible en España? Se convirtió en franquiciado y, a la hora que les escribo, hay más de cuatrocientos Burger King en este país. El segundo recuerda los muchos viajes del primero, las muchas horas sólo con madre, la voluntad de cuidar y ampliar el legado. ¿Qué está ocurriendo? La coartada del padre y el hijo funciona, gana verosimilitud, empuja a la locura; a menos que sea cierto, claro.
Como el extranjero de Albert Camus, uno ya no sabe si es hoy o fue ayer, quizá lunes o miércoles. Los cinco días del Wake Up! alcanzan su desenlace con todas las preocupaciones del mundo abordadas. Suena terrible que el cronista lo destaque, porque le roza de pasada, pero todavía recuerda Pedro J. a cada invitado la sesión de virtuosismo intelectual a cargo del filósofo Bernard Henri-Lévy y el empresario José María Álvarez-Pallete. Se lee el entusiasmo en su gesto cuando conversa con el ministro de Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños: “Fue interesantísimo”.
Bolaños llega a pie a la Casa de América, con un traje sobrio, corbata roja. Da cuenta, en la recepción del presidente y la vicepresidenta del diario, de un seguimiento bastante notable de las mesas, de lo dicho, de lo anunciado, y se permite una sugerencia.
— Hacedme caso, ¡el año que viene tiene que llamarse Well Done, Spain!
Bolaños se adelanta por quince minutos al alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell. Se saludan con afecto, se detienen en el jardín para las fotografías de protocolo. Borrell observa a Pedro J, sin discreción.
— Tienes un pacto con el diablo.
— No, ¡sólo con Cruz!
El revuelo es monumental. En estos días la Moncloa parece de mudanza a la Casa de América, con tanto ministro entrando y saliendo de la sala, llevando a entrenar el cuello, que gira a un lado y otro como en una exhibición de tenis. El chaparrón de datos obliga a ponerse a cubierto, completamente abrumado, y por fortuna los compañeros de Invertia no dejan una gota para el desperdicio, como a sugerencia de Ángel Simón, el director ejecutivo de Agbar.
Nadia Calviño anticipó el alivio de la inflación. María Jesús Montero despejó dudas: España va a solicitar 84.000 millones de euros en préstamos de los fondos europeos. Luis Planas anunció un nuevo PERTE de 300 millones para la industria agroalimentaria.
La última incorporación es Bolaños, un orador brillante, que saca pecho de los 37.000 millones de euros de los fondos en el tesoro nacional, tras el desbloqueo de los requisitos. “A diferencia de otros”, desliza, como si tapara la realidad de Italia. Bolaños presume del incremento en el 14% de inversión extranjera, de representar el tercer país del mundo en renovables, el cuarto en tecnologías de la información y las comunicaciones, el segundo del euro con mejor dato de inflación. “Se escogió el nombre del Wake Up! en un momento en el que España necesitaba levantarse”, sonríe, “y España ya se ha levantado”.
La intervención de Borrell, de una, despeja las confusiones, arrea un golpe de realidad. “Esta guerra ha sido un Wake Up, Europa”, le dice a Fernando Garea. “Europa se ha dado cuenta de que tiene que ser más que un predicador de derechos humanos, de que es un polo en un mundo multipolar”. Se refiere, en esencia, al despertar del largo sueño en medio de una multipolaridad confusa, tras décadas de titubeos, de dejar caer la industria defensiva: “El mundo ya no se puede afrontar con el paraguas de seguridad de Estados Unidos, la energía barata de Rusia y el mercado abierto de China”. Ahora bien: “No somos equidistantes entre Beijing y Washington”.
Claro, en esta crónica tampoco lo seremos. Es cierto que, en los cinco días del Wake Up!, se habló de la incertidumbre y de la guerra, con el Jemad convencido de que “ni Rusia ni Ucrania” tienen capacidad para ganarla. Se tranquilizó sobre el estado de la banca, y la presidenta del Santander, Ana Patricia Botín, afirmó que esto es apenas “la crisis de algunos bancos”. Se animó a desarrollar la autonomía estratégica de Europa, con el mensaje del secretario general del Departamento de Asuntos Económicos y G20 en la Moncloa, Manuel de la Rocha: “Será la prioridad en nuestro semestre de presidencia europea”.
Se fomentó la inversión en seguridad, con el presidente de Oesía, Luis Furnells, llamando a aumentar el presupuesto y la capacidad industrial para que el dinero no se pierda por el desagüe. Se atemorizó al personal con las posibilidades perturbadoras de los cibercriminales, como demuestra el ataque al Hospital Clínic de Barcelona. Y se enumeró, en fin, las razones por las que todo pasa por las máquinas, en la medida que el humano, sin ellas, tocó techo.
De manera que la tercera edición del Wake Up! acumula razones para el recuerdo, cada uno que escoja. Pero, qué le vamos a hacer, en el fondo del corazón del cronista habitan razones más mundanas. Será el año del reencuentro entre Eduardo Ortega y la ministra María Jesús Montero, a besos por las juanolas, y el año de la mujer de verde, que recogió sus cosas, al cabo del discurso de Raquel Sánchez, y nunca regresó, con el misterio de su arrojo a cuestas. Nos vemos el año que viene en el Well Done, Wake Up! ¿O cómo era?