Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

Letras

'El amo de la pista', la loca novela de un Luis Mateo Díez en estado puro

El ganador del Premio Cervantes se mantiene fiel a su personalísimo universo en su último libro, repleto de personajes estrafalarios.

22 abril, 2024 02:05

Aunque detesto las frases hechas, por una vez voy a emplear un par de ellas a propósito de El amo de la pista: es una novela muy de Luis Mateo Díez en la que hallamos al autor en estado puro. Quienes, quizás incitados por el Premio Cervantes, lo descubran con este libro encontrarán en él un mundo no poco raro. Los que seguimos su obra nos hallamos nada más comenzar en un ambiente familiar cuya extraña realidad solo puede ser suya.

El amo de la pista

Luis Mateo Díez

Alfaguara, 2024. 296 páginas. 20,90 €

Ello arranca ya con el lugar donde se desarrolla la acción, Borenes, una de las Ciudades de Sombra situadas en Celama, el territorio imaginario espectral del noroeste peninsular que él ha fundado. A ese indicio inicial enseguida se van añadiendo otras huellas características del autor.

La trama argumental arranca con una situación de corte realista que a la vez deja ver costuras incongruentes: a un colegio llega avanzado el curso un nuevo alumno, Cirro Cobalto, que se dirige a otro escolar, Cantero, y con aires matones le obliga a enseñarle el aula que les corresponde y los retretes.

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Más rasgos propios de la peculiar escritura de Luis Mateo Díez se añaden a esta chocante anécdota. Así, una estrafalaria nómina de personajes a propósito bastante esquemáticos: los tíos que acogieron al huérfano Cantero, un abogado de medio pelo y su casquivana esposa, con quienes vive hasta que le echan de la casa a las bravas por su comportamiento desleal; amigos del tal Cantero que entran y salen de repente en un relato con constantes vaivenes; una joven tan melosa como despectiva; la arbitraria patrona turca de una pensión y sus dos libidinosas sirvientas moscovitas; un ilusionista fullero...

También la categoría de los sucesos, sorprendentes, auténtica acumulación de hechos intencionadamente no bien razonados, faltos de lógica o incongruentes, pertenece al orbe literario privativo del autor. Los lances dispersos, como salidos de una pesadilla o de una mente desquiciada, constituyen un carrusel de peripecias gratuitas que incita a preguntarse adónde conducen. En cuanto a los personajes, los vemos en un caótico ir y venir, y hasta el propio Cirro, el amo de la pista, es decir, el que manda en el teatro o circo del mundo, desaparece y aparece de buenas a primeras.

La invención desatada sustituye el antiguo testimonio sobre formas de vida de la burguesía provinciana

Al final de la historia se aclara a qué se debe tanta incongruencia. Pero mientras se esclarece una intriga nada más insinuada, nos deja perplejos un relato en verdad loco, al parecer sin pies ni cabeza. Aunque no, por supuesto, sin sentido. Lo vamos percibiendo en un sutil juego de fondo acerca de los límites entre vida y ficción. Lo cual adquiere consistencia en repetidas incursiones en salas de cine, donde la imaginación de las películas compite con la precaria realidad.

El amo de la pista recrea, al amparo de una trama un tanto quijotesca, un mundo en decadencia. Borenes refleja un tiempo con aires de ruina. Se palpa en mil lugares. Todo está pasado de moda. Pero el declive absoluto no se presenta al modo de reconstrucción realista tradicional. La invención desatada sustituye el antiguo testimonio sobre formas de vida de la burguesía provinciana.

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Solo resta una existencia absurda y sin horizontes. La cual se va configurando en el relato con trazos hiperbólicos e imágenes visionarias, amén de con intensas pinceladas humorísticas, tanto verbales (asombra el empleo torrencial del refranero) como de situaciones un punto esperpénticas (abundancia de desenfadadas notaciones escatológicas, insistentes referencias a enfermedades, excesos etílicos y erotismo frecuente visto con desparpajo).

El fondo de El amo de la pista está impregnado de patetismo, pero sobre esta mirada pesimista de la vida se impone una parábola tragicómica. Esta perspectiva burlona se inserta sin la menor vacilación en la estética expresionista y el onirismo a los que Luis Mateo Díez rinde tributo desde hace tiempo.