Un día encuentro en mi buzón un aviso de correos y al ir a recoger la carta veo ante mí un documento de un Juzgado de instrucción de mi ciudad que me cita para comparecer como investigado. En ese instante me quedo mirando hacia las letras en mayúsculas y en negrita que encabezan ese escrito “Juzgado de instrucción nº 2 de Sevilla”, miro de nuevo abajo y observo que me esperan el próximo martes 6 de febrero ¡Es el próximo martes! ¡Y hoy es viernes!

Pienso en que quizás podría intentar hablar con alguien en ese juzgado, pero ya son casi las tres de la tarde. Le cuento a mi familia lo sucedido ¿Qué podrá ser? ¿Por qué me llaman de un juzgado de lo penal? Me paso todo el fin de semana dándole vueltas al problema ¡Yo no he hecho nada! ¿Por qué me citan? Que yo sepa, no he cometido ninguna infracción de tráfico ¿Será alguna denuncia falsa? ¿O será ese antiguo socio que me dejó a deber dinero?

Creo que debo llamar a algún abogado de mi confianza ¿Pero a qué abogado llamo? No quiero que piensen mis amigos abogados que soy un presunto delincuente ¿Qué pensarían si les digo que estoy citado el próximo martes a declarar en un Juzgado de instrucción de Sevilla?

He pasado un fin de semana fatal, dándole vueltas a esa citación que no sé por qué ha llegado a mí. Por fin es lunes y voy a llamar a mi amiga Cande para desahogarme. Me dice mi amiga abogada que nos vemos en una hora en los juzgados para que podamos saber de qué se trata. Me encuentro con ella en el juzgado y subimos arriba. Ella le muestra a la funcionaria mi citación y ésta le explica que se trata de unas diligencias previas por un presunto delito de descubrimiento y revelación de secretos en las que estoy imputado y citado mañana martes.

Mi letrada solicita copia de todo el expediente y aunque le ponen problemas, ella advierte al servidor público que solicitarán la suspensión de la declaración si no tenemos acceso al expediente. Tras tomar rápida nota de las diligencias, me cuenta mi amiga abogada que estas diligencias se han originado a partir de un atestado de la guardia civil en el que la principal investigada es mi esposa.

¿Mi esposa? ¿Qué ha hecho ella?

Hablo con mi mujer y me dice que ella ha tenido acceso a varias cuentas de internet, pero ella no ha cedido ningún dato excepto a un amigo. Será cosa del amigo al que ha cedido la información pero ella no tiene ninguna culpa ni sabe de qué se trata.

A la mañana siguiente, cuando todavía era de noche, se escuchó un gran estruendo en la parte baja de la vivienda, bajamos y nos encontramos a un grupo de policías apuntándonos con la pistola ¿Qué hemos hecho para esto?

Fue todo muy desagradable, con los niños en la cama y la puerta de la casa derribada en el suelo. Comparecimos detenidos en el juzgado, mi esposa estaba muy serena y únicamente reconocía que quizás había confiado más de la cuenta en una persona. Nos acogimos a nuestro derecho a no declarar.

¿De qué se trata, Mónica?

No tengo nada que ver en este problema, quizá alguien nos esté tratando de liar ¿Comprobaste qué número te llamó tanto a casa estos días? Creo que ha llegado el momento de elegir un buen abogado.

Hoy martes a primera hora de la tarde tenemos reunión con un abogado que me han recomendado. Él se hará cargo de todo y preparará con nosotros el interrogatorio.

Me he quedado sorprendido al ver distintos pantallazos de ordenador de mi esposa ¿Cómo se le ha ocurrido acceder a esas páginas?

Llego a la conclusión de que efectivamente Mónica no tiene nada que ver con ese contenido y seguramente le habrán hackeado el ordenador. Necesito un abogado de confianza que me resuelva todo estos problemas ¡Mi esposa y yo somos inocentes! Necesitamos un buen abogado, una buena defensa pues mi esposa quiere alegar que actuó en ¡Defensa propia!