En las últimas semanas, Unidas Podemos y Compromís están apremiando públicamente al PSOE de la ciudad de Alicante para que se siente en una mesa conjunta que permita vislumbrar una especie de Botánico municipal de cara a las elecciones de dentro de año y medio. Por el momento, los socialistas no se dan por aludidos. Tampoco cuentan con un líder con legitimidad para fijar la dirección de sus futuras políticas.
La última fue el pasado jueves, cuando Xavier López, el portavoz de Podemos y sus compañeros María Jesús Romero (responsable de Movimientos Sociales), Manolo Copé (coordinador Local EU) y Darío Moreno (secretario de Organización de EU), emplazaron a los tres partidos a mantener una primera reunión.
Insistían en lo propuesto una semana antes: "la intensificación de nuestras relaciones organizativas que más allá de asuntos concretos del día a día y del funcionamiento institucional, sea capaz de establecer mecanismos de diálogo y acuerdo sobre las grandes cuestiones de ciudad".
Desde Compromís llevan tiempo trabajando en consolidar esa imagen de "bloque de izquierdas" como alternativa al pacto PP-Cs con apoyo en la investidura de Vox. El pasado mes de mayo en Twitter su portavoz, Natxo Bellido afirmaba tras una reunión con el PSOE: "compartiendo propuestas y construyendo una alternativa Botánica en Alicante".
Desde el PSOE callan. Su experiencia de acuerdos con los partidos a su izquierda en el pasado mandato, con Gabriel Echávarri como alcalde, fue nefasta para todas las partes. Tanto que el pacto tripartito de Gobierno municipal se rompió antes de la moción de censura que ganó el hoy alcalde popular Luis Barcala.
La hoja de ruta de Podemos está bastante clara, pero no parece contar con un apoyo mayoritario de la ciudadanía. Sostienen que "en los últimos veinte años" ha habido "una gestión de desmontaje de los servicios públicos, abuso de las privatizaciones y externalizaciones, arrinconamiento de los movimientos sociales, aumento de la brecha social entre barrios, exclusión de los órganos de participación municipal". Algo que no solucionaron mientras gobernaban.
También hablan de "la promoción de iniciativas claramente discriminatorias y tiene, en la eufemísticamente nombrada como ordenanza de convivencia cívica, bautizada en las calles como la ordenanza de la vergüenza contra las mujeres, las personas sin hogar, migrantes y LGTBI, una de las decisiones más peligrosas para la mayoría de nuestras vecinas y vecinos".
Un PSOE en declive
El PSOE alicantino perdió claramente las elecciones municipales de 2019, con poco más de 37.000 votos frente a los 39.500 del PP. Nada que ver con las elecciones autonómicas de unos meses antes, cuando los socialistas fueron la fuerza más votada con casi 41.890 votos frente a los 32.800 del PP. Los socialistas se dejaron en el camino una diferencia con el PP de más de 9.000 votos en la ciudad a su favor.
El alcalde, Luis Barcala, aportó a su partido en la ciudad cerca de 6.700 votos más de los que había conseguido su compañera Isabel Bonig como candidata a la Generalitat. Y el distrito centro fue el que marcó la diferencia respecto del resto de barrios. Los populares casi doblaron el número de sufragios respecto a los socialistas.
En zonas como las playas, que marcan las tendencias de un voto de gente más joven, los proyectos liberales de centro-derecha que encarnan Cs y PP ganaron a la izquierda pese a los buenos resultados del PSOE.
Socios débiles
En cualquier caso, seguramente por la inercia de reeditar la victoria en las autonómicas, el PSOE mantuvo el tipo. Quienes no lo hicieron fueron sus posibles socios: Compromís y Unidas Podemos. Los podemitas perdieron la mayor parte de sus apoyos, de los más de 28.000 votos logrados en 2015 cayeron hasta los 8.000. Los nacionalistas perdieron más de 4.500 votos también.
¿Le conviene al PSOE dar un giro a su izquierda? Las tendencias de voto en la ciudad de Alicante muestran como los partidos más cercanos al centro del espectro ideológico siguen ganando fuerza frente a los extremos, y particularmente frente a la extrema izquierda de Compromís y Unidas Podemos.
Los buenos resultados de Cs, aún habiendo perdido cerca de 6.000 votos respecto a los comicios de 2015, dan muestra de que una amplia mayoría de ciudadanos de Alicante recela de los extremismos y es lo que ha permitido a Barcala mantener la vara de mando municipal. Y como balón de oxígeno tienen a su lado a Vox que aumentó respecto a las dos elecciones en cerca de 8.000 votos. Sus simpatizantes en ningún caso permitirían al partido cualquier política que permitiese volver a gobernar a un tripartito de izquierdas.
Sin liderazgo ni proyecto
El PSOE se ha pasado más de medio mandato ausente de la vida política municipal, con un portavoz elegido a dedo desde Valencia, Francisco Sanguino, al que no se le conoce ninguna iniciativa destacable hasta el momento. El partido sigue en manos del sector del exsenador Ángel Franco, que conserva la minoría mayoritaria para imponerse en las asambleas. Y por el momento no se decide por ningún concejal como sucesor natural de Sanguino.
Entre tanto, Compromís y Unidas Podemos con sus escasos cuatro concejales (entre ambos), mantienen viva la llama de las políticas autonómicas del Gobierno de Ximo Puig en la ciudad pintando un panorama de crisis social y política en la ciudad que no se corresponde con la realidad. El Gobierno municipal de populares y liberales que encabeza Barcala está siendo uno de los más estables en la última década, si se tiene en cuenta los problemas internos del PP tras los comicios de 2011 e internos en el tripartito de izquierdas tras los de 2015.
Atrás quedan los escándalos de corrupción del PP con el PGOU (hoy con sentencias favorables) y de los contratos de comercio del PSOE (con sentencias desfavorables), o el tan traído y llevado malestar por el estado de la limpieza en la ciudad. Al tiempo, Vox no ha logrado imponer al Gobierno ninguna política contraria al carácter liberal del Gobierno municipal.
En este contexto, Compromís y Unidas Podemos se ha anclado a la única bandera de lo que denominan "ordenanza contra la mendicidad" (Convivencia Cívica) que apenas interesa al común de los alicantinos, acuciados por la crisis sanitaria y económica aparejada a esta. Y el alcalde esgrime datos que contradicen los peores escenarios de la extrama izquierda: cada año Alicante gasta de sus presupuestos municipales 23,5 millones de euros en políticas de inclusión social.