Acelerado como siempre, las últimas horas del lunes de Manuel Lorenzo en Alicante son para atender a los compañeros de la prensa y contar su experiencia en Ucrania. Los fotorreporteros y los periodistas no son noticia, pero la muerte de uno de ellos, Brent Renaud, empuja a reflexionar sobre lo que cuesta su cobertura en zona de guerra. ¿Vale la pena? "No", responde. ¿Por qué lo haces? "Lo hago porque me gusta y porque creo que este es el momento del periodismo".
Con la invasión de las tropas rusas a Ucrania a finales de febrero, no se lo pensó. "En cuarenta minutos lo organicé todo y me fui", recuerda. Con un compañero alicantino de profesión, Áxel, cogieron el coche y cruzaron Europa. Fueron ocho días en Leópolis, al oeste del país, en el que estuvieron en la ciudad y sus alrededores viendo la huida de los ucranianos hacia la cercana frontera con Polonia.
Ahora, está haciendo de nuevo el camino en coche hacia allí con otro compañero y con un destino diferente, Odesa. Y ha querido hacerlo mejor, preparándose con un chaleco antibalas, un casco y todo lo que considera necesario. "No quiero que se me olvide nada", cuenta por lo bajo. Está enfadado y siente rabia por lo que sucede.
Y así lo suelta: "La cobertura de los medios españoles está siendo nefasta porque no se quieren gastar un duro, no se quieren comprometer con nadie por si pasa algo no pillarse los dedos. No se quiere invertir en periodismo, en calidad, ni corresponsales, ni hacer cargo de la cobertura de los seguros, no quieren pagar lo que cuesta una cobertura en zona de guerras, me van a pagar la cobertura de guerra a precio de rueda de prensa de concejal de Alicante".
Los precios
Mientras toma un café en la terraza de un céntrico bar en Alicante, Manuel Lorenzo razona la dureza de esas afirmaciones. Él ha estado presente en otros conflictos bélicos en los que ha compartido experiencias con otros compañeros que trabajan para medios internacionales. Y al reencontrarse con uno de ellos en Ucrania hablaron de las condiciones a las que se enfrentan quienes cuentan la guerra para los lectores de su país.
"Las agencias extranjeras están cobrando 1.500 euros diarios: las grandes agencias y revistas", cuenta mientras cita a algunas de las cabeceras internacionales con más presencia. Cuando llegó su turno, "le dije que el precio de cobertura española no supera los 120 euros". A la diferencia entre el encargo y el trabajo autónomo, el compañero le marcó el rango de precios. "Y me dijo que tenía que cobrar la cobertura diaria fotográfica de freelance a 500 euros y cada video a 400. Y le dije 'llama tú y habla con la jefa a ver si la convences'".
Ahí son inevitables las preguntas iniciales. ¿Vale la pena? "No", contesta. ¿Por qué lo haces? "Lo hago porque me gusta", y hace una pausa antes de proseguir, "y porque creo que este es el momento del periodismo, este es nuestro momento, y en España lo estamos desaprovechando".
La victoria de la propaganda
Trabajar en la primera línea de un conflicto bélico no es fácil. Y Vladímir Putin se ha encargado de recordarlo a los medios de comunicación del planeta. Apenas una semana después de la invasión se aprobaba una ley en la que se penaba con hasta quince años de cárcel la "información falsa". La BBC, RTVE y Efe, entre muchos otros, se retiraron. Ganaba la propaganda.
"Todo está manipulado", razona Lorenzo sobre cómo se trata la información cuando los ejércitos se enfrentan en el terreno, "pero en los conflictos más porque ahí entra la guerra la propaganda y es determinante en los conflictos". Y eso le da pie a remontarse a la guerra de Vietnam para ejemplificar lo que representaba en la opinión pública de un país el informar o no sobre ciertos aspectos.
La retirada de los medios deja el hueco a otro contenido. "Los ucranianos lo están manipulando al dedillo, ya los quisiera en mi empresa como community managers, y los medios dan fe a todo lo que llega. Pongo un caso, lo sé de unas fuentes fiables, que el piloto fantasma que sale él solo a bombardear es falso, es información falsa". Y lo mismo, asegura, sucede con el francotirador. "Las redes sociales son las fuentes: la información de un bando y sin contrastar en el momento más clave para el periodismo, para el devenir de los medios", concluye.