Alicante

Anónimo García tenía un trabajo en Greenpeace llevando campañas en favor de la libertad de expresión. Con otros colegas creó un colectivo en el que provocadoramente trataba los asuntos más polémicos de la actualidad política. Y así lanzó una página web que llamó El tour de la Manada que inventaba el recorrido en Pamplona de los cinco hombres condenados por la violación grupal a un joven. Esta crítica a la cobertura mediática se convirtió en la primera condena por delito contra la integridad moral en un caso de libertad de expresión o creación artística. Pasó a ser un paria hasta que un libro de Juan Soto Ivars lo contó. Ahora presenta en la ciudad de Alicante Grotesco, una recopilación de las acciones que impulsó con su colectivo.

Antes de venir a la librería Pynchon este jueves, explica lo que es este libro y las consecuencias en su vida por esa condena que aún sigue a la espera del recurso de amparo presentado al Tribunal Constitucional. Pese a la relevancia de su caso, Anónimo García no suele conceder muchas entrevistas aunque ahora esté girando por España con esta antología y que le lleva a participar en jornadas de autoedición como La Liada Gráfica en Las Cigarreras este jueves y viernes.

¿Cómo empezó su camino? "Lo primero que hicimos fue un fanzine", recuerda, "y justo después fue el acto 'A cada Botella le llega su Dos de Mayo' con una pancarta en la plaza Dos de Mayo instando a que el pueblo de Madrid se rebelara contra Ana Botella igual que se había rebelado contra Pepe Botella porque eran dos gobernantes impuestos". En la presentación en la librería reconoce que eran unos "iletrados" porque Pepe Botella fue rey después de esa fecha. Por eso bromea ante el público que "somos unos intelectuales de todo a cien".

La intención política y los juegos de palabras ya estaban claros desde esos inicios. A través de la página Homo Velamine recogían estas acciones con "notas de prensa irónicas diciendo que no éramos nosotros, pero que estaban firmadas por Homo Velamine". Un juego de 'he sido yo, pero lo niego' en el que afianzaron su estilo, como una serie de pegatinas en los coches que se basaban en Rebelión en la granja: "Cuatro ruedas sí, dos piernas no".

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Al presentar esas acciones vieron también que "la gente se lo tragaba literalmente", lo que les llevó a reflexionar "cómo operaba la desinformación: cualquier persona que entraba a una página web oscura, sin ningún tipo de referencia, llamada Homo Velamine se creía a pies juntillas lo que ponía allí, que era una nota de prensa irónica". Así, se dieron cuenta de que "la gente está dispuesta a creerse cualquier cosa mientras reafirme lo que cada persona cree".

Anónimo García, en el centro, en la acción 'Cleroflautas' en un acto de Podemos. Giulio Maria Pintadosi

Desde el 2013 hasta el 2018 fueron lanzando esta serie de acciones con mayor o menor repercusión mediática, como los cleroflautas en un encuentro de Podemos. "Nosotros jugamos con la ambigüedad que es peor porque los demás no saben dónde posicionarse. Y eso hace estallar cabezas", reflexiona.

Habían creado lo que llaman ultrarracionalismo, "un método que se define por estirar la razón hasta sus últimas consecuencias, eso significa hacerlo más allá del tabú. El límite de la expresión es la moral que mantiene la sociedad cohesionada. Y cuando los traspasas, que son emocionales, es cuando vienen los problemas".

Esos problemas llegaron el 3 de diciembre de 2018. Y entonces no supieron o no quisieron verlo.

El recorrido en Pamplona

Ese día publicó la citada página del falso tour de La Manada. "Llega después de años haciendo cosas", recuerda. "Cuando se nos ocurrió el tour, éramos una máquina súper engrasada de sacar miles de ideas, de las cuales eran pocas las que se hacían". En ese contexto, "el feminismo iba a saco" y "cualquier cosa era un escándalo". Así que "intuíamos que podía serlo: que se podían enfadar los poderes fácticos, los medios... Pero no considerábamos que lo hiciera quien nos acabó denunciando".

Ese alguien fue la víctima.

La página en la que mostraba un falso recorrido por los sitios que habrían podido recorrer los cinco condenados por la violación grupal recibió esa denuncia por considerar su anuncio un trato "vejatorio para la víctima".  "Y podría tirarme tiempo justificando porque sí o porque no, pero no había intención de hacer daño a esa chica". El caso fue a juicio y se acabó convirtiendo en el primer condenado en España por el artículo 173.1 del Código Penal que determina el castigo a quien "infligiera a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su integridad moral". El Juzgado de lo Penal número 1 de Pamplona le condenó a 18 meses de prisión y una indemnización de quince mil euros.

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Anónimo García cuenta que vive "con una espada de Damocles sobre la cabeza". Dice que acaba de pagar los quince mil euros que debía a la víctima, una cantidad por la que ha podido esquivar la pena de cárcel. Pero aún sigue "atrapado en el buromundo judicial" desde que en abril de 2019 se iniciara el proceso.

La pena

Y aún tiene mucho que pagar económicamente por las costas del proceso. Lo que le hace parafrasear a Concepción Arenal cuando decía que "la pena deberá ser proporcionada al delito, y nunca deberá ser tan dura como para poder ser calificada de cruel. La pena, además, deberá contener los medios para lograr corregir al que se castiga, o al menos, no convertirle en peor de lo que es".

La otra pena es la social. En Greenpeace le despidieron a consecuencia de esto. "Mi despido es un disparo en el pie, porque valida que sus activistas sean despedidos de sus trabajos por acciones de la ONG", razona. Pero también le duele que cuando el periodista Soto Ivars recogió su caso en el libro Nadie se va a reír: La increíble historia de un juicio a la ironía y los socios de esta organización y periodistas preguntaron por el caso, "el equipo directivo se dedicó a difundir desinformación, con lo que me parece doblemente ruin".

Es un ejemplo de cómo "fui expulsado" de la sociedad porque "se cierran los círculos y esta necesidad de pertenencia que necesita todo ser humano se vio truncada por todos lados".

El rescate

Ahí es donde aparece Soto Ivars, el que "me coge de la mano del océano en el que me estoy ahogando, me saca y me pone en la barca de la sociedad". Pero al salir se encuentra en otras tierras porque " la gente que no me apoyó en su momento ahora tampoco lo sigue haciendo".

¿Quién está de su lado? "En ese rollo polarizado de derecha e izquierda, de machirulos y feministas", responde, "me he pasado al otro bando porque me han hecho un vacío en el bando en que yo estaba. Y no es porque yo me haya pasado". Así lo vio recientemente cuando en la promoción de ese libro Soto Ivars visitó el canal del youtubero Un tío blanco hetero "y los comentarios eran ‘a este le pasa por ser rojo’ y ‘recibe el karma’. Y es triste, pero es un poco así".