Alicante

Estuvo guardada durante un cajón por años, pero cuando salió se erigió como la escultura más grande de la Comunidad Valenciana con 30,5 metros de altura. Esa es La puerta del aire que preside la plaza Agatángelo Soler en la ciudad de Alicante, un hito que nació como La puerta del milenio y que le ha dado a su autor Eduardo Lastres, las mayores alegrías de su carrera.

Sentado en una cafetería de la avenida pintor Javier Soler, el escultor puede observar su obra más popular. Y lo hace con orgullo destacando la voluntad de hacer un monumento que "no tapase la mirada" de la plaza. Así lo consiguió con las gigantescas estructuras que componen la pieza: cuatro columnas de granito y las cuatro estructuras rectangulares de acero corten.

Estamos a finales del siglo pasado en Alicante y Lastres recibe una llamada del asesor artístico del concejal de Cultura Pedro Romero, Nuño de la Rosa. Se reúnen en la plaza de Luceros, presidida desde 1931 por la fuente de Levante que diseñó Daniel Bañuls, y le ofrece la posibilidad de crear una pieza que transformara la actual plaza que preside la Gran Vía, entonces a las afueras del casco urbano. "A ver qué se te ocurre", recuerda que le dijo.

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Y lo primero que se le ocurrió fue una fuente. "Pensé en una de 30 o 35 metros de altura con poliedros cada vez más pequeños, en una pirámide muy estrecha y con un tubo transparente que elevaría el agua para que luego cayera como una cascada", explica. Una forma de metacrilato permitiría que el público pudiera estar por debajo y disfrutar del espacio sin mojarse.

"Con toda la ilusión del mundo porque me gustaban los espacios grandes", fue con ese proyecto a ver a los arquitectos municipales que tenían que aprobarlo. Y uno de ellos, muy amigo suyo, "me dijo que el agua siempre daba problemas". Aquello le convenció y decidió descartar la idea original.

"Así que me planteé el pórtico del milenio con las mismas piezas", explica. De ahí que partiera de esos poliedros huecos "porque los tenía pensados y estaban bien". A eso añadió como pieza nueva los pilares. Y con eso ya nacía la que podría ser la escultura más alta de la Comunidad Valenciana.

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Estamos en 1996 y habían pasado solo doce años desde que otro escultor, Miquel Navarro, transformara la entrada de la ciudad de Valencia con la fuente Pública, la que se ha conocido como La pantera rosa. Esa pieza mide 22 metros de altura supuso un hito instantáneo en el paisaje urbano. En Alicante, la de Bañuls se queda en 18.

En una plaza en la que entonces solo había un edificio y un gran paisaje vacío, plantear una pieza que alcanzara los 30 metros era un reto. "Incluso a mí me asustó", reconoce Lastres. Pero sabía que la futura plaza de Agatángelo Soler iba a tener un diámetro "mucho más grande de 110 metros, y pensé que iba a tener la altura de una casa de diez pisos". Situándola en el espacio, asegura, "me di cuenta de que podía funcionar".

Ilusionado con ese proyecto, presenta la maqueta al Ayuntamiento. Esta ya era "bastante grande", reconoce, pero no surgen impedimentos al recibirla. La cuestión es que pasaban los meses y no se llevaba adelante. "Yo no veía el final y me cansé de preguntar", recuerda. "Me decían que los presupuestos fueron pasando hasta que un técnico dijo que esto se tiene que hacer y se puso en marcha. Y nadie le dio razón alguna para no hacerla". Con un presupuesto de 24 millones de pesetas, 144.000 euros al cambio, se pusieron en marcha las obras.

Levantar los pilares

Habían pasado cuatro años desde que recibió la propuesta. Y había mucho por delante que trabajar. Su amigo Segundo García preparó recreaciones 3D de la plaza con su escultura para ver cómo sería con la luz del sol y el efecto que tendría en la plaza. "Eso ayudó mucho a que cuando lo presentamos en el ayuntamiento que era posible y que al mismo tiempo no perturba el paisaje y que podía quedar bien", valora.

Si sobre la superficie es impresionante, Lastres destaca que debajo también lo era. Los cimientos fueron una parte fundamental de la obra. Tenían que ser de gran profundidad y tamaño para asegurar que los cuatro pilares aguantarían bien cualquier sacudida y podrían resistir el peso. De hecho, los poliedros de acero que se sitúan en lo alto, se crearon con un ligera curva para que al situarlos encima, su propio peso los dejara como se ven en la actualidad.

La satisfacción al ver erigida su pieza se empañó en parte cuando le dijeron que la plaza no iba a ser peatonal, convirtiéndola en una rotonda. "Cuando me dijeron que no se podría pasear, me cogí un cabreo", asegura. La razón que le dieron era que temían el vandalismo sobre la misma. Pasados los años, se cambió de parecer y se mantiene como en la actualidad, una plaza por la que poder pasear "y apenas ha habido intervenciones salvajes sobre ella".