El 18 de septiembre falleció a los 102 años de edad, Arturo de Gregorio Sedeño, uno de los últimos combatientes de la División Azul que quedaba con vida. Había sido uno de los más jóvenes que habían llegado Rusia procedente de Cuerpo de Voluntarios Españoles en plena II Guerra Mundial, para combatir el comunismo.
No obstante, desparecido uno de sus últimos protagonistas, no ha desaparecido la pasión de muchos por aficionados por la historia de la "División Española de Voluntarios", que es como se llamaba oficialmente un cuerpo militar que tomó el sobrenombre de "azul" por la camisa que muchos falangistas portaban de forma no reglamentaria bajo el uniforme alemán.
En Alicante uno de esos entusiastas por la historia y los objetos de la "Cruzada Anticomunista" es una persona debido a su trayectoria festera en la ciudad, José Manuel Lledó. Presidente de Comisión Gestora de les Fogueres de Sant Joan de Alicante entre los años 1999 y 2005, es colaborador habitual y redactor de llibrets y discursos de la mayor parte de las fiestas de la ciudad[La odisea de un capitán de la División Azul: once años preso en los campos de Stalin]
Licenciado en Filología Inglesa y profesor de Enseñanza Primaria, otra de las aficiones de Lledó es el coleccionismo. Atesora todo tipo de cosas de Les Fogueres, de la II Guerra Mundial y también de la División Azul, conservando una de las compilaciones más numerosas de libros, documentos, fotografías, revistas, cómics, insignias y todo tipo de enseres de aquel contingente inicial de 18.000 soldados voluntarios (llegaron a ser unos 45.000 en total) que se integraron como División 250 del Ejército Alemán desde 1941 a 1943.
Compra en mercadillos o a particulares, investiga en los archivos y recrea las historias personales de algunos de aquellos voluntarios. No es una excentricidad. En los últimos años se han multiplicado los foros en internet y la publicación de libros sobre esta temática.
Lledó no tuvo ningún familiar en la División. Según explica, "y no las he compartido con nadie fuera de mi familia o de mi entorno más cercano, aunque alguna vez me las han pedido para documentar libros o ambientar alguna película sobre la época. La mayor dificultad en esta afición es diferenciar las piezas auténticas de las reproducciones. Como hay mucho mercado, ha crecido el número de personas que las falsifica para venderlas”.
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Lledó muestra una por una las fotografías más curiosas, como la de una falla que se quemó en un hospital del frente. Le encantaría poder mostrar las "joyas" que ha conservado para la historia, pero admite que: "no está demasiado bien visto ya que la gente no sabe distinguir entre política y coleccionismo militar a la vez que se valoran las cosas según la tendencia ideológica de moda”.
El profesor atesora más de 500 libros y artículos sobre el tema, originales de la revista Hoja de Campaña que se publicaba para los combatientes y multitud de piezas entre las que se encuentran abundantes condecoraciones. Piezas rarísimas como paquetes de papel con el café soluble, el azúcar y el jabón de mano que les entregaban a los soldados en Navidad como aguinaldo.
También dagas, un casco original certificado con las iniciales y número de su propietario, Ángel Muñiz Escalada; placas de identificación o la boina carlista del voluntario (alicantino de adopción) Miguel Martínez-Mena, que lució en su viaje de ida y vuelta el frente ruso; la mantequera y el cubierto reglamentario de Enrique Cernuda Juan, regalado por él mismo; postales; carteles; cómics; agendas o cartas, entre otras muchas fotos.
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"La División Azul no tuvo nada que ver con el Holocausto. Holocausto. Incluso está demostrado que en muchas ocasiones protegió a la población rusa de los comportamientos inaceptables de algunos solados alemanes. El 90% eran voluntarios que tan solo pretendieron luchar contra el comunismo y que se alistaron en los Banderines de Enganche o en los Cuarteles Militares”, explica el coleccionista.
Pero si a algo le ha dedicado tiempo el coleccionista es a documentar la vida -no sólo en el frente- de algunos de aquellos protagonistas con nombre y apellidos. Por ejemplo, la del alicantino Jaime Peret González, guardia civil que actuó como Policía Militar en el Rusia. O la de Juan Ackermann Hanish, teniente traductor en el frente, del que conserva el manuscrito de su libro y un completo álbum de fotos.
También conserva documentos y fotos de Luis Bermejo Correa, comandante de farmacia, o de la enfermera -"mi enfermera", como la llama Lledó-, Maruja Tomé Alonso.
Para Lledó siempre quedará en la historia y es importante recordarlo "la heroicidad" de aquellos voluntarios. Por eso todavía se asombra de episodios como el protagonizado por la Compañía de Esquiadores en enero de 1942 en el lago Ilmen a 52 grados bajo cero. “De 208 voluntarios solo llegaron ilesos a su destino 12, sin que hubiera lucha, simplemente congelados. Por episodios como ese se creó una condecoración a la que denominaron cariñosamente “de la carne congelada”, explica el coleccionista.
"En mi opinión la División Azul fue el precio que pagó España por no entrar en la II Guerra Mundial. Pero a su regreso, y tras la derrota de Alemania, el Régimen volvió la cara, en cierto modo, a los supervivientes. Allí habían combatido cineastas como Luis García-Berlanga o poetas como Dionisio Ridruejo. Una gente que pese a integrarse en el ejército alemán nunca juró fidelidad a Hitler, su Comandante en jefe, para la lucha contra el comunismo", resume el coleccionista.