Los ocho kilómetros que separan la concatedral de San Nicolás con el monasterio de la Santa Faz de Alicante, camino que recorrerán este jueves miles de fieles, no son nada comparados con la travesía de más de 4.500 kilómetros de viaje que la tela sagrada hizo desde Jerusalén.
Para llegar a la 'Ciudad Santa', habría que caminar 40 días sin descanso. Comparado con el par de horas que hay que andar para completar la Peregrina, da una idea de lo lejos que queda el origen de la reliquia.
La tradición cuenta que una mujer de nombre Verónica, compadecida del sufrimiento de Jesús, le ofreció un velo para limpiar el sudor y la sangre de su rostro durante el Calvario, el camino que recorrió obligado por los soldados romanos de camino a su crucifixión.
Su imagen quedó marcada milagrosamente en el velo, que al estar doblado en tres partes, contenía tres imágenes. A la de Alicante, se suman las custiodadas en Jaén, llamada Santo Rostro, y en Roma.
Desde entonces se le han atribuido cualidades milagrosas, pero uno de sus mayores hazañas fue perdurar casi intacta 2.000 años. Sobrevivió a asedios e invasiones musulmanas y turcas y hasta a epidemias.
La concatedral de Alicante, en su página web, recoge el camino de la reliquia y los episodios que tuvo que superar para ser hoy venerada por miles de alicantinos en la que es la segunda romería más grande de España después de la de El Rocío, en Huelva.
Permaneció en Jerusalén (Israel) hasta el siglo VI, cuando empezaron las invasiones musulmanas que pusieron por primera vez en verdadero peligro al santo velo. Los cristianos, por miedo a que fuera profanada, juntamente con otras reliquias, la trasladaron a la isla de Chipre, donde permanecieron hasta el año 640, indica la publicación bajo el título La verdad sobre la Santa Faz del portal.
El siguiente lugar seleccionado para conservar la pieza fue la antigua Constantinopla (actual Turquía). Allí, se guardó en la iglesia Santa Sofía, donde, como en Alicante, se expuso para que los fieles pudieran observar el rostro de Jesús.
Esta vez, los turcos fueron los que amenazaron la integridad de la Santa Faz en su conquista de Constantinopla, de la que Constantino XII era emperador. El 29 de mayo de 1453, sus hijos decidieron partir hacia Roma por la guerra y se llevaron consigo varias reliquias, entre las que se encontraba el velo. Según la tradición, una vez en Roma, se la entregaron al pontífice Nicolás V, que guardó el Santo Lienzo en su oratorio privado.
"Siendo Papa Sixto IV, hubo en Venecia una tremenda epidemia y el Papa les envió, por medio de un cardenal, la reliquia de la Santa Faz que guardaba en su oratorio, (con la expresa orden de que pasada la epidemia la devolviesen a sus manos) quedando poco después totalmente extinguida la epidemia", asegura el texto.
Los venecianos no devolvieron la reliquia al Papa hasta que fueron amenazados con "graves sanciones canónicas" si se quedaban con ella. La presión surgió efecto y se la dieron al mismo cardenal que la había llevado. Poco antes de su llegada Roma falleció el Papa y el cardenal guardó la reliquia en su oratorio privado.
Llegada a Alicante
Un regalo unió los caminos de la Santa Faz y Alicante. La historia cuenta que el sacerdote D. Pedro Mena viajó a Roma para acompañar a un cardenal, del que no se conserva su nombre. Y, al ser nombrado cura de San Juan, "el cardenal le hizo entrega del lienzo sagrado que custodiaba en su oratorio, recomendándole la veneración y estima merecidas a dicha reliquia", añade.
Una sucesión de hechos sorprendentes elevó la categoría de la reliquia hasta convertirse en un emblema alicantino. La leyenda cuenta que D. Pedro Mena la depositó en el fondo de un arca en la guardaba objetos de valor del templo. Pero, cuando tiempo después abrió la caja, se encontró el lienzo desplegado y colocado en la parte superior sobre la ropa que lo cubría.
Al repetirse este hecho, colocó el lienzo sobre una tabla para la veneración pública. En el año 1489 ocurrió el primer milagro de la Santa Faz al caerle una lágrima del rostro tras el ruego de los alicantinos para que lloviera. El agua cayó y desde entonces se realiza la Peregrina.
Después de más de 500 años custiodada en Alicante, parece que el velo ha encontrado su hogar definitivo tras pasar de mano en mano por cinco territorios que en la actualidad corresponden a los países de Israel, Chipre, Turquía, Italia y España.