Un sencillo y a la vez sofisticado infundibulum etrusco del siglo VI antes de nuestra era, hallado en las costas valencianas, que usaba la alta sociedad como embudo/colador antes de degustar vino es una de las piezas más curiosas que se exhiben desde el viernes en el Museo Arqueológico de Alicante (Marq) con motivo de la mayor exposición en décadas sobre los etruscos.
Este infundibulum fue hallado hace unos años en el fondo marino cerca del cabo Prim de Xàbia y forma parte de la exposición recién inaugurada Etruscos. El amanecer de Roma. El Marq la mantendrá abierta al público hasta el 12 de diciembre con 150 valiosas piezas de los museos Etrusco Guarnacci de Volterra y Arqueológico de Florencia.
Lo que hace peculiar este colador es que de este tipo de instrumentos se han documentado en la península unos pocos ejemplares en el entorno de la colonia griega de Ampurias y en el yacimiento tartésico de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz). En su momento se usaba para servir bebida en pequeñas cantidades en recipientes de boca estrecha y al mismo tiempo como filtrador de impurezas.
Los infundibula fueron creados por la civilización de la antigua Etruria como un elemento más dentro de su devoción por el vino. Esta pieza en particular llegó a la península Ibérica en barcos de comerciantes, posiblemente fenicios, uno de los cuales se hundió frente a Xàbia y la dejó en el fondo hasta que ha sido recuperada en la actualidad.
El origen del vino
En el siglo VI antes de nuestra era aparecieron nuevas prácticas de bebida que implicaban el uso de embudo y colador. De hecho, en el entorno del hallazgo, la costa norte de Alicante, se ha constatado la producción de vino desde los siglos VII al VI antes de nuestra era en el Alt de Benimaquia, además de los fenicios, griegos y etruscos importados en ánforas.
Además, un rallador encontrado en el yacimiento del poblado ibérico de El Oral de San Fulgencio junto a vasijas para servir vino hace que los arqueólogos relacionen el consumo de vino por parte de las elites locales con la mezcla del vino con sustancias para aromatizarlo o para aportar proteína energética.
Posiblemente, las clases altas de aquella época imitaban a las griegas en la mezcla de vino con queso de cabra, o incluso harina, para dar un valor añadido a la bebida. Beber vino solo para los griegos era cosa de bárbaros y por ello se rebajaba con agua y se añadían especias y otros alimentos.
Se sabe que los etruscos tenían gran predilección por el vino, que tomaban, como los griegos, el simposio (del griego, reunión de bebedores), una especie de sobremesa tras el banquete de comida. Una de las peculiaridades que distinguía Etruria de otras civilizaciones es que en estos participaban tanto hombres como mujeres mientras hablaban de asuntos de toda clase.
Este gusto por todo lo relacionado con el vino hacía que cuidaran tanto todo lo relativo con el transporte como con la elaboración y el ritual de su disfrute.
En los clásicos
El director del Marq, Manuel Olcina, ha explicado a Antonio Martín de Efe que ya Homero se refiere en dos pasajes a un vino mejorado, uno de ellos en la Ilíada (XI 638-641) cuando habla de un vino con queso de cabra y harina de cebada que Néstor ofrece a Macaón cuando éste vuelve herido del combate. Y en la Odisea (X 236-238) figura otro vino enriquecido con efectos muy diferentes ya que lo emplea la maga Circe para transformar en cerdos a los compañeros de Ulises.
La pieza que se exhibe en Alicante ha sido cedida temporalmente por el museo de Xàbia con motivo de la exposición de los etruscos, y forma parte de un apartado con una quincena de objetos hallados en la provincia alicantina de la civilización trasalpina, bajo el título Huellas etruscas en Alicante.
Este en particular lo halló un submarinista a 22 metros de profundidad sobre un fondo de arena y roca, y no está completo sino que se han recuperado dos terceras partes. El mango encontrado de este singular infundibulum de bronce (una aleación binaria de cobre y estaño) tiene forma de lira calada y la pieza debió tener una longitud máxima de 23,1 centímetros, por 7,7 de ancho y 5 de alto.
Se cree que posiblemente pudo ser producido en los talleres del entorno de la antigua ciudad etrusca de Vulci (Toscana) y traído en un barco de comerciantes. Según Olcina, la distribución de los infundibulum hallados en torno al Mediterráneo los convierten en piezas "excepcionales y singulares" ya que hay algunos en la península Itálica y dispersos en Rodas, Grecia y Libia, además de los dos de la antigua Iberia.