Recuperar un género congelado en el tiempo para crear un camino de ida y vuelta entre Europa y América. Ese el viaje que desde Torrevieja hasta Cuba ha hecho Carey para crear La casa rosa, el álbum con el que las habaneras "vuelven a sus raíces" para "sonar a otra cosa".
En una de las cafeterías del ajetreado Mercado Central de Alicante se reúnen Aarón Sáez y Antonio Turro, los componentes de este dúo. Este julio han presentado este disco que grabaron en La Habana, luego pasaron por el Brilla Torrevieja el día de Jason Derulo y preparan gira que les devolverá el 13 de septiembre a la ciudad.
Este es un proyecto con una base muy personal para Sáez. "Mi abuela siempre me cantaba habaneras", recuerda. Y le contaba que desde Los Montesinos bajaba por San Miguel a las playas de los náufragos "y pasaba días, como se iba antes a la playa: con los quinqués y a nadar".
Gracias al diseñador Eduardo Navarrete, que organiza los Torrevieja Weekend, contactó con el Patronato municipal de Habaneras: "Y les propuse hacer que por este aniversario que hiciéramos un disco distinto y que yo compusiera habaneras y que me fuera a revitalizarlas para ese cante de vuelta que siempre fue".
Turro también siente esa conexión personal por el género porque "todos hemos crecido con las habaneras", pero añade que "es un estilo que se ha quedado un poco estancado, porque siempre se repiten las mismas de principios del siglo XX". De ahí que "pensamos que era una oportunidad increíble" el lanzarse a un proyecto que uniera ambas orillas.
El viaje musical también sería físico para así fortalecer la creación conjunta. Ellos llevarían la guitarra española con la que "hicimos todos los arreglos" y tras enseñarlos a los músicos cubanos "fueron aportando, porque queríamos ese viaje de ida y vuelta".
El contacto con Miguel Núñez, el que fuera pianista del cantautor cubano Pablo Milanés, les allanó el camino. "Iba a estar casualmente las dos semanas de Navidad y nos buscó el estudio, El Vedado", precisamente en el que había grabado con el propio Milanés. Así que pasaron allí las fiestas a un muy intenso ritmo de trabajo.
Núñez también les sirvió de particular intérprete entre ambas culturas. "Los músicos tienen su forma intrínseca de hacer la música y tienen su carácter un poco especial", apunta Turro. A lo que Sáez tercia que "el lenguaje no es siempre el mismo y en la abstracción de la música a veces es complicado manejarse".
El amor por el género lo superó y así les cundieron los diez días que tenían reservados en el estudio. "Grabamos toda la música, todas las voces y todo se quedó allí", remarca Sáez. De ahí salieron temas como Piel de pantera, Camino al Bembé o Los demonios de La Habana.
El resultado, agrupado bajo el nombre de La casa rosa, "la gente lo va a entender por la música cubana más que las habaneras", cree Sáez, "ese camino híbrido, es lo que más puede tener atractivo". De esa forma, un género atado a otro tiempo "de repente cogen ese sabor y pasa por distintos colores".