Un año antes de su aventura americana, el Hércules vivió otro episodio único en su historia que trascendió de lo meramente deportivo. El conjunto alicantino, en plena Transición española, cruzaba el Telón de Acero para enfrentarse en un encuentro amistoso a la selección nacional de Polonia, tercera en ese momento del Mundo y en plena fase de preparación para el Mundial de Argentina.
El partido, disputado un 21 de mayo en Varsovia, fue un acontecimiento en la capital polaca, ya que era el último de la selección antes de la Copa del Mundo de Argentina, en la que aspiraban a volver a subir al podio. En aquel momento, Polonia estaba instalada en la nobleza europea y mundial del fútbol. Fue bronce en 1974, en Alemania, y repitió en España, en 1982, precisamente en el Rico Pérez de Alicante, donde derrotó a Francia en la final de consolación. Además, la superpotencia polaca, con esa misma generación de futbolistas, se había colgado el oro olímpico de Munich 72 y la plata en Montreal 76. Casi nada.
¿Por qué el Hércules?
El equipo alicantino, entrenado por Benito Joanet, acababa de lograr la permanencia dos semanas antes en aquel famoso partido ante el Burgos (0-0). El pacto de no agresión entre herculanos y burgaleses, a los que el empate también garantizaba la continuidad en Primera, envió a Segunda al Real Betis en la última jornada del campeonato.
El club alicantino, por entonces, tenía contactos con Víctor Gartner, un representante de jugadores europeo, cuya segunda residencia estaba fijada en la playa alicantina. El agente futbolístico, con contactos en toda Europa, incluido el Este, movió los hilos para concertar el amistoso y así ayudar a las arcas herculanas.
Polonia fue al partido con todo. Por entonces, Jan Tomaszewski, el mejor portero del anterior Mundial, y Lato, el máximo goleador de Alemania 74, eran sus estrellas junto a Deyna o el central Zmuda, dos futbolistas espectaculares. Por si fuera poco, ya comenzaba a asomar un súper clase que marcó a una generación, el delantero Zbigniew Boniek, quien años después explotaría su talento en la Juventus de Turín.
El Hércules, pese a estar de vacaciones, plantó cara, al menos en la primera parte, en la que llegó a dominar el marcador gracias a un gol de Moyano. Tras el descanso acusó los cambios y la falta de tensión y Polonia se puso seria. Dos goles de Deyna, uno de falta y otro de penalti, dieron la vuelta al marcador en un partido que finalizó (3-1).
Himno y dinero
El partido dejó varios detalles para la historia, como la presencia, más de cuatro décadas después, de una bandera española en el estadio o el recurrente ‘Que viva España’ que sonó en la megafonía para saludar la entrada del equipo alicantino.
El Hércules fue recibido con todos los honores, recepción oficial en la Embajada de España incluida, aunque no exenta de polémica. La Federación Polaca de Fútbol acordó pagar al Hércules 400.000 zlotys (moneda polaca), pero tras la cena de honor apareció un comisario político para recordar a los dirigentes herculanos que sacar dinero del país era un delito. Un directivo, Manolo Calvo, lo dejó en depósito en la embajada y el Hércules regresó con los bolsillos vacíos.
Eso sí, ese dinero fue invertido poco más tarde en traer al Trofeo Costa Blanca al Legia de Varsovia e, incluso, para iniciar las gestiones para el fichaje del portero Tomaszewski, quien llegaría dos años después al club.
Uno de los protagonistas de aquel viaje a lo desconocido fue Miguel Aracil, ex jugador del Hércules y exdirector de su cantera y ahora coordinador de las escuelas formativas ACATEC y del Club Mediterráneo.
“Recuerdo que Polonia tenía un equipazo, con Lato, Boniek, Deyna. Estaban preparando el Mundial de Argentina y fue un placer jugar aquel partido”, afirma el que fuera gran centrocampista, quien admite que cruzar el Telón de Acero fue un shock para la mayoría de los expedicionarios. “Yo ya había jugado un poco antes en RDA y el impacto fue menor, pero para muchos de mis compañeros sí fue chocante”, explica.
Aracil lamenta no tener “mejor memoria” para recordar más detalles de aquella expedición, pero tiene grabadas algunas imágenes de la estancia en Polonia. “Nos llamaba la atención el orden y la limpieza. Recuerdo que se me cayó al suelo un helado y enseguida vinieron unos tipos de uniforme a decirme que tenía que recogerlo y limpiar el suelo”, rememora.
También “las flores, las plazas y la pasión por la música clásica” impactaron al futbolista, mientras otros de sus compañeros elegían otras actividades, como el cambio de divisas o la compra de productos típicos, como matrioshkas, licores o vodka. Del partido se acuerda poco, solo que Polonia “levantó el pie” cuando logró remontar.
“Lástima no valorar esas cosas en aquel momento. Una potencia del fútbol como Polonia y sus aficionados tenían un respeto enorme por el Hércules. Se nos valoraba dentro y fuera de España. Qué pena y qué contraste con estos tiempos. Hay gente de la casa a la que nos gustaría cambiar las cosas, pero parece que molestamos. A lo mejor tenemos ahora lo que nos merecemos”, sentencia con dolor el alicantino.