El parón turístico derivado de las restricciones de la movilidad ha dejado en jaque a una industria que en 2019 aportó el 12,4% (154.487 millones) al Producto Interior Bruto (PIB) del país. Se estima que más de 2,7 millones de personas viven en España del turismo, lo que supone casi el 13% del empleo total.
Esta situación de parálisis también ha puesto de relieve las precarias condiciones en las que se encuentran algunos colectivos fundamentales para el sector, como las camareras de piso, conocidas popularmente como las kellys (diminuto de "las que limpian"), que llevan años peleando por mejorar sus condiciones laborales.
No solo se trata de la tipología de los contratos. El boom turístico de los últimos años ha supuesto una "sobrecarga de trabajo" para las kellys que ha acentuado uno de los principales males de la profesión: las enfermedades profesionales que no se les reconocen.
El paso definitivo para solucionar este problema pareció darse en agosto de 2018, cuando la Mesa de Calidad en el Empleo acordó la modificación del Real Decreto 1299/2006 para instar a las mutuas a reconocer la epicondilitis, la bursitis y el túnel carpiano como enfermedades profesionales de las camareras de piso.
Sin embargo, el carácter voluntario de este párrafo ha provocado que muchas trabajadoras se tengan que ver en la tesitura de acudir a los tribunales para reclamar sus derechos. Otras, agobiadas por los plazos y los costes, simplemente tiran la toalla.
Del hombro al codo
Carmen tuvo su primer desgarro en el hombro en un hotel de Benidorm el año 2014. "me mandaron al Hospital de La Vila y allí me lo diagnosticaron. Pero la gobernanta no me aceptó la baja y tuve que seguir trabajando tres meses con el hombro mal. Soy madre soltera, y mis padres aún vivían. No me podía permitir dejar de trabajar", relata a El Español.
La dolencia acabó por curarse con el tiempo, pero en 2018 empezó a sentir otro dolor agudo, esta vez en el codo. "Un día no pude ni coger el cepillo. Perdí la fuerza por completo y se me caían las cosas", explica.
El diagnóstico del médico: epicondilitis lateral, una enfermedad popularmente conocida como codo de tenista por ser una dolencia típica de este deporte. Se trata de una afección que ocurre cuando los tendones se sobrecargan por movimientos repetitivos de la muñeca y el brazo. "Es decir, que no es algo puntual, requiere un esfuerzo continuo".
A pesar de esto, y del acuerdo alcanzado en 2018, la mutua no aceptó esta baja como producto de una enfermedad profesional. Este reconocimiento hubiese implicado cobrar del paro el 75% de la base reguladora (en lugar del 60), con posibilidad de incrementarlo si se demuestra que la empresa lo ha agravado.
"Nos dijeron que eso les pasaba por coger gente mayor". recuerda. "Porque además justo ese verano tres o cuatro acabamos de baja, estábamos reventadas".
2018 fue un año récord para el turismo. Según el Instituto Nacional de Estadística, España recibió 82,8 millones de turistas, lo que supuso un 1,1% más que el año anterior, y su gasto creció un 3,3%, hasta situarse en 89.856 millones de euros. El país consolidaba así un lustro de crecimientos continuos, hasta convertirse en el segundo más visitado del mundo.
Este incremento de trabajo, según denuncian las kellys, no se tradujo en refuerzos de personal o mejores condiciones laborales, "sino al contrario". "Ahora estamos peor que hace 15 años", explica Carmen. "El objetivo es aumentar la rentabilidad a costa de exprimir a la misma plantilla". Muchos contratos se han externalizado, y otros han recortado horas.
En el caso de Carmen, decidió llevar el tema a los tribunales para "abrir camino"y evitar que se perpetúe lo que considera "una injusticia". El juicio ha empezado esta semana en Benidorm, pero ha tenido que ser suspendido para cambiar a la parte demandada: en lugar de a la Seguridad Social, se le pedirán responsabilidades a la empresa.
El informe del Consell
La decisión judicial sobre el codo de tenista de Carmen no será la primera que toman los tribunales españoles. En mayo de 2020 el Supremo dio la razón a una trabajadora de Huelva al reconocer el síndrome del túnel carpiano como enfermedad profesional de las kellys.
Este fallo llegó después del rechazo del tribunal de primera instancia y del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, y es clave para el futuro de las camareras de piso. En él se indica que, aunque no se trata de una profesión incluida en la relación de trabajos afectados por el síndrome, "se trata de una lista abierta" y, por tanto, "no excluye al resto de profesiones que no figuren en esta recopilación".
Para el Supremo, la clave está en que se den las tres condiciones exigidas para que una enfermedad: que se haya contraído a consecuencia del trabajo, que se trate de una de las actividades regladas y que esté provocada por la acción de elementos y sustancias determinadas para cada enfermedad, como pueden ser los movimientos repetitivos.
Yolanda García es la portavoz de las kellys de Benidorm. Afirma que tanto el túnel carpiano como el codo de tenista o la bursitis (un tipo de inflamación) cumplen con estas tres condiciones y, sin embargo, no se les ha reconocido por ley.
"El paso lógico es que se incluya la profesión de camareras de piso en la lista, porque de lo contrario la única forma es recurrir a los tribunales", afirma. "Y es muy posible, como pasó en Andalucía, que haya que llegar hasta el Supremo para reclamar nuestros derechos laborales".
En verano de 2018 el Gobierno valenciano emitió un informe muy clarificador sobre las enfermedades profesionales de las kellys. Elaborado por el Instituto Valenciano de Seguridad y Salud en el Trabajo (Invassat), concluía que el 66% de las kellys de la Comunidad tenían algún tipo de alteración de la salud derivado de su trabajo.
El estudio, realizado tras analizar 192 empresas, precisaba que "el 50% de los centros de los centros de trabajo carece de evaluaciones de riesgo específicas de las distintas tareas del puesto de camarera de piso". También indicaba que el factor de riesgo más importante las posturas forzadas y los movimientos repetitivos, algo que, a pesar de las evidencias médicas, sigue cayendo en saco roto.