Hay pocos ejemplos de edificaciones que hayan dejado tanta huella en tan poco tiempo. El Hotel de Arenales del Sol, ubicado en primera línea del núcleo poblacional del mismo nombre dentro de El Altet, pedanía de Elche, es un caso paradigmático del dicho acuñado a Humprey Bogart: 'Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver'.
Porque el complejo de cuatro estrellas abrió las puertas de sus 146 habitaciones únicamente durante 16 años, de 1963 a 1979; cerró de sopetón, por un cúmulo de desgracias económicas y personales. Desde entonces se usó para celebraciones especiales de su propietario, Tomás Brotons, cuyo velatorio oficiado en el comedor de sus instalaciones, en 1989, derivó en su cierre definitivo.
Tras ello, el bonito cadáver de su estructura se deterioró bruscamente por el efecto del mar (solo hay unos metros de separación con la orilla) y por actos vandálicos, convirtiendo el lugar que había albergado a personalidades de todo el mundo en un foco de ratas donde yonquis y curiosos se ocultaban dentro.
Y si tuviéramos que escoger otro dicho, a continuación vendría el de 'segundas partes nunca fueron buenas'. Porque la promotora Princesol, con el cambio de siglo, pleiteó para poder reabrirlo tras comprar a la mujer de Brotons, Maruja Sabater, el inmueble. La mercantil fijó en verano de 2017 la reapertura del Hotel con 101 habitaciones y una inversión de 10 millones de euros.
Todo quedó en nada después de que una denuncia vecinal demostrara, como reflejan varias sentencias de altos tribunales, que había aprovechado la reforma para aumentar de volumen la estructura. Ahora, cuatro años después, se ha dado luz verde a su demolición.
Los inicios
"Mi tío era un visionario porque todo esto era montaña", avanza otro Tomás Brotons, el sobrino del empresario cuyos recuerdos de infancia en aquel hotel (nació en 1971) han sido aderezados durante años por su tía Maruja, de 98 años, quien, por motivos de descanso, no ha podido atender a EL ESPAÑOL De Alicante.
"Fue el primer edificio que se levantó en lo que hoy son los Arenales, por aquel entonces, un vacío inmenso de dunas y caminos de tierra que con los años serían las futuras calles del lugar", cuenta la asociación cultural Alicante Vivo en su blog sobre una época anterior a la Ley de Costas.
"Al ver el éxito de aquel hotel apartado de la mano de Dios, a muchos promotores urbanísticos les dio por invertir en la localidad", surgiendo así este núcleo que reúne a casi 2.000 vecinos en invierno y 20.000 turistas residenciales en verano.
Estrellas
Pronto este edificio, por entonces considerado vanguardista con piscina, bolera, minigolf y pistas de tenis, se convirtió en el epicentro de las estrellas. Desde el príncipe Juan Carlos, cantantes como Julio Iglesias o Rita Pavone, actores y actrices del momento o los principales clubes de fútbol, como el Estrella Roja de Belgrado o el Madrid, que acababa de ganar cinco copas de Europa.
"Mi madre me contaba que los veía desde la cocina del hotel desayunando y siempre iban con un balón bajo el pie", recuerda Tomás, propietario del restaurante Gran Bahía de Arenales, también en primera línea.
El cierre
El súbito cierre vino precedido de dos cuestiones que acabaron jugando en contra del fundador del hotel. Por un lado, las aspiraciones de subir de categoría, de cuatro a cinco estrellas de Tomás Brotons, requirieron de una reforma que se atragantó con una noticia personal: "En ese proceso le diagnosticaron cáncer, le tuvieron que operar, le quitaron un trozo de colon y con los problemas que se encontraron con los permisos que tenían que pedir para el hotel tuvieron que cerrar", explica su sobrino.
En 1979 el hotel de Arenales cerró sus puertas al público y pasó a ser la casa de Tomás y Maruja, literalmente. Durante una década, este matrimonio durmió en la suite con vistas a la isla de Tabarca a la derecha y a Alicante a la izquierda y cada 21 de diciembre, con motivo del santo de Tomás, un centenar de familiares y amigos se reunía en el salón principal "y regalaba lotería de Navidad a todo el mundo", rememora el otro Tomás.
El ocaso
La muerte de este emprendedor supuso la muerte del hotel. Su mujer Maruja se mudó a un edificio próximo, donde sigue viviendo a la actualidad (con las mismas vistas) y al final se rindió a la evidencia: "No sabes cuánto le costó a mi tía vender el hotel, no quería desprenderse de él, pero al final entró en razón y menos mal, porque visto lo visto como ha acabado, habría tenido el problema de conservarlo", señala este empresario de la restauración.
Sin una estructura cuyo derribo se va a producir a lo largo de este verano, desaparece un símbolo del desarrollismo español de los 60 que deja, en cierto modo, a Arenales huérfana de los atractivos que se fueron levantando al calor de este hotel. Sin él, este núcleo busca redefinir su espacio (no existe otra oferta hotelera, las tres discotecas ya cerraron y el centro comercial más cercano está en Gran Alacant). "Los niños no quieren venir cuando son adolescentes porque aquí no hay nada que ofrecerles", se lamenta Tomás desde su restaurante.
Noticias relacionadas
- El segundo hotel más romántico del mundo está en un pueblo de Alicante
- Tabarca, la isla habitada más pequeña de España que se ha quedado sin transporte regular por la pandemia
- La abadesa de las Clarisas de Elche, multada con 100.000 euros por apropiarse de los bienes de un convento
- Analizan la policromía y el valor de la pieza arqueológica íbera hallada por un vecino de Elche