"A río revuelto, ganancia de pescadores". Muchas veces el sentido común y la sabiduría popular son plenamente aplicables a la política. Sobre todo cuando ésta se fundamenta en relaciones personales. Y el PP no ha sido ajeno a estas tácticas durante esta semana: la desinformación.
El presidente regional del PP y de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, y el presidente local del PP de Alicante y alcalde, Luis Barcala, forman un tándem sólido desde que en abril de 2019 el primero regresó a la política con el respaldo del segundo, que le situó en el número dos de su lista por la ciudad.
Por eso, parte de la estrategia política de sus adversarios -que ven ambas instituciones como islas de irreductibles galos en un entorno 'botánico' hegemónico en la Comunidad Valenciana- y de la estrategia mediática de sus afines, pasa por dividir al PP alicantino. Y en concreto, dinamitar ese tándem de liderazgos.
La caída de Pablo Casado ha servido de excusa perfecta para esta estrategia. El hecho de que el alcalde tardase dos días en solicitar un congreso popular mientras que el presidente de la Diputación primero mostrase su apoyo al presidente nacional y luego pedir diálogo y generosidad a los referentes populares, ha sido vendido desde el Palau de la Generalitat y sus voceros como un síntoma de división.
Nada más lejos de la realidad. La comunicación entre Barcala y Mazón, Mazón y Barcala, es constante y fluida. Y por eso pueden mantener dos perfiles respondiendo a la pluralidad de opiniones de sus electores, sin que eso signifique una fisura entre ellos ni en las estructuras del partido. El lunes, les podremos ver juntos firmando el protocolo para el nuevo Palacio de Congresos.
Ni tampoco pasan por alto que algunas de las desinformaciones que circulan sobre un posible distanciamiento proceden de "fuego amigo", de antiguos dirigentes populares locales venidos a menos desde que el ciscarismo se diluyó como un azucarillo en un café tras dos derrotas electorales sonadas.
En política nada dura eternamente y un paso mal dado puede conducir a una profunda crisis de consecuencias impredecibles. Si no, que se lo digan a Teodoro García Egea y Casado. Sus antiguos aliados se han convertido en sus peores enemigos. Y el PP va a tirar por el desagüe al primer y único líder elegido directamente por la militancia de su historia (sin compromisarios de por medio) para colocar en Génova a una persona designada "a dedo".
Aún así, por ahora, la aldea 'gala' alicantina resiste frente a los ataques externos e internos. Y para el electorado que mayoritariamente les dio la victoria en 2019 frente al pensamiento único botánico de subida de impuestos, ataques a la iniciativa privada, funcionarización de la sociedad civil valenciana, seguramente lo agradecerá. Porque al margen de esta aldea que quiere convertirse en Comunidad, sólo está el falso progresismo socialista-nacionalista o las imposibles entelequias de la extrema derecha.