El pasado lunes tuve la oportunidad de asistir al encuentro realizado por la Cámara de Comercio de Alicante con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como prolegómeno a la campaña electoral que comenzará en dos semanas. Allí, el jefe del Ejecutivo valenciano tenía una oportunidad única para exponer sus logros y hacer propuestas de futuro ante las principales empresas de la provincia. Pero medio la sensación de que ni lo uno ni lo otro.
Tras el foro varios periodistas comentamos que el presidente había mostrado un perfil más bajo que habitualmente. También, la ausencia en su discurso de sus acostumbrados "ximoanuncios" que normalmente acaparan la actualidad el día que los realiza, se cumplan o no posteriormente. Apenas una vaga promesa de vivienda pública que previamente se había filtrado a un medio de comunicación en concreto quitando la sorpresa e impacto a la promesa.
Todo el mundo puede tener un mal día y es cierto que ni la provincia de Alicante ni su empresariado se muestran muy propicios a que reedite su tiempo en el Palau de la Generalitat. Pero a diferencia de otras campañas, parece que esa atonía de Puig se ha extendido toda la semana y ya queda menos de un mes para concurrir en las urnas.
Hay expertos que opinan que al PSPV-PSOE le interesa este perfil bajo en un contexto de tendencia al alza de su principal adversario, el PP, tanto en la Comunidad Valenciana como en el ámbito nacional. Quizás por eso Puig se niega confrontar directamente con Carlos Mazón no sólo en los debates, sino que además rechaza cualquier invitación a coincidir en ningún acto con el líder popular.
Pero en algún momento Puig tendrá que movilizar a su electorado y al de sus principales socios (Compromís y Unidas Podemos) si pretende volver a gobernar la Comunidad Valenciana. Porque estas elecciones tendrán mucho de movilización y de abstención más que de trasvase votos por más que desde ambos partidos mayoritarios estén jugando a ser la lista más votada.
Al final, lo único que importará es si el bloque de derechas o el bloque de izquierdas consiguen los ansiados 50 escaños que les permitirán gobernar la Comunidad Valenciana a unos y otros. Y la realidad de las encuestas es que por un lado Vox crece en la derecha mientras Compromís se mantiene a duras penas en la izquierda, y que desaparece Cs y está a punto de desaparecer Unidas Podemos. Con matices, claro.
Y todo esto no quiere decir otra cosa que los ocho años de Gobierno empiezan a pasar factura al Botánico, que se ve desgastado y sin el empuje del PSOE nacional que podría hacerles remontar. Queda un mes, ya se verá.