Siempre ha habido dos tipos de Política, la de la gestión y la del cálculo, la del servicio público y la de la lucha partidista, la de los profesionales y los advenedizos que solo ven en su actividad un modus vivendi. En un momento como el actual en que el término "relato", lo que te cuentan unos y otros, ha sustituido a la veracidad y los hechos contrastados, es necesario reivindicar la Política con mayúsculas.

Tal vez los periodistas que nos dedicamos a la sección política en diarios, televisiones y radios en algunos momentos estamos perdiendo la perspectiva. Me ha sucedido a mí mismo durante las dos últimas semanas. Engullido por la actualidad, por las versiones contrapuestas, por los tuits, los bulos y los intentos de desinformar. De un lado y de otro.

Y han sido las personas más cercanas, las que nada tienen que ver con el periodismo político, con los partidos, con las intoxicaciones, los que con un simple comentario te hacen aterrizar de nuevo en la realidad, por encima del lodo que inunda las calles valencianas y las redes sociales.

La Política no debería nunca alejarse del servicio público, de las necesidades urgentes de la ciudadanía. Y nuevamente hay que decir que no todos los políticos son iguales ni caen en los mismos vicios. Pero cuando lo hacen, avivan lo peor de cada uno, la radicalidad, los extremismos, la adhesión inquebrantable al afín fuera de toda lógica.

En esta misma ventana semanal hablaba la semana pasada de la división y el frentismo. Y esta semana debo hablar de como ese frentismo conduce al descrédito de nuestros servidores públicos. De unos y otros. De quienes no deberían de tener ningún problema en sentarse a hablar y gestionar los recursos del modo más eficaz posible para ayudar al mayor número de personas tras la catástrofe. 

De otro modo, la división a la que nos conduce la situación actual no es entre dirigentes y militantes de un partido frente a sus adversarios. La división social a la que vamos encaminados es a la de los ciudadanos (en su mayoría) respecto a sus representantes (incluidos todos los partidos políticos). Una división que ahonda en la imagen del pueblo contra los que ya consideran una simple casta.

La ciudadanía ha demostrado en esta tragedia que está muy por encima de los posicionados en los dos bandos en liza. Nadie que estuviera barriendo lodo en las calles de los más de 60 pueblos valencianos afectados por la riada creo que le preguntase al que barre con él codo a codo a quién vota o cuál es su ideología.

La ciudadanía ha estado en lo urgente, en la batalla diaria, mientras que la mayoría de los políticos y sus seguidores han estado en la táctica inmediata, en la escaramuza. Unos a la defensiva y otros a la ofensiva. Ni siquiera en la estrategia a largo plazo, en la mera supervivencia de su estatus que pasa por ganar "la guerra del relato". Y digo la mayoría consciente de que es injusto generalizar, de que hay quién se cree lo del servicio público y actúa como tal.

Yo estoy harto del relato. Hasta que se ponga freno al sufrimiento de miles de valencianos echarse los trastos a la cabeza y buscar responsables me parece un error. Y como sucede en estos casos, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio. Conoceremos todos los detalles de qué sucedió y cómo actuó cada cual. Y el que no esté a la altura lo pagará. Sería una pena que el sentimiento generalizado de la ciudadanía se identificase con la antipolítica, pero son los mismos políticos (dirigentes y militantes) los que pueden estar sembrado ese desprecio futuro hacia ellos por parte de los ciudadanos. Repito, como casta, no como un partido en concreto u otro.