Históricamente, el municipio alicantino de Guardamar de Segura perdió una importante masa forestal en su litoral para dotar de materias primas a las actividades navales. Al tiempo, la roturación del terreno y el pastoreo en toda la cuenca del Segura terminó por erosionar los suelos y el río depositó sus sedimentos en la desembocadura. El viento hizo el resto formando grandes dunas que a finales del siglo XIX y principios del XX a punto estuvieron de engullir al pequeño municipio costero, a pesar de que hoy el espigón actual esté acabando con la playa.
El ingeniero Francisco Mira i Botella, inspector general de Montes, ideó un plan para salvar Guardamar: la construcción empalizadas de estacas; una segunda línea de defensa mediante gramíneas, piteras, palmeras datileras y eucaliptos; y finalmente la repoblación del paisaje mediante la siembra de 600.000 pimpollos de pino piñonero, marítimo y carrasco. También con 40.000 palmeras y 5.000 eucaliptos.
Así se creó una pinada de 16 kilómetros de largo y entre 300 y los 1.300 metros de anchura en la franja litoral. El 2 de diciembre de 1897 se aprobó la "Real Orden para el Proyecto de Defensa y Repoblación de las Dunas de Guardamar" bajo la dirección del ingeniero. En un siglo, la dejadez ha hecho que la pinada mostrase graves síntomas de declive, además de una acusada invasión de especies "invasoras".
Hoy ese sueño toca a su fin con el comienzo de la tala de la pinada y su sustitución por arbustos. Generalitat y Ayuntamiento decretaron en 2019 la "imposibilidad de restablecer de modo general la cubierta de pinos" y sustituirla por arbustos como el lentisco, aladierno, espino negro, acebuche y bayón (12.500 ejemplares). Dejando sólo pinos en los viales, esta vez con el compromiso de riego por parte del Ayuntamiento. Un "pinar disperso" y un paisaje más parecido al almeriense que al guardamarenco actual.
El fin de la pinada
En las últimas semanas ha comenzado la tala de la mitad de la pinada. Otro 25% se talará más tarde para evitar la competición de los ejemplares por el agua. Se acaba así con años de falta de mantenimiento y de riego de una zona que forma parte de la Red Natura 2000 de la Unión Europea. Pero también con la masa forestal.
El propio alcalde, el socialista José Luis Sáez califica en la web del ayuntamiento el proyecto de "‘vital, urgente, ambicioso e ilusionante" asegurando que "se basa en la restauración de hábitats, por lo que los trabajos irán enfocados a la plantación de especies características de este entorno".
No obstante, muchos vecinos muestran su indignación por la pérdida de un parque que entienden debería tratarse como un jardín, no como un monte que desaparecerá por el cambio climático o para conservar un ecosistema de "duna móvil".
Tres años
En marzo de 2019 el Ayuntamiento y la Generalitat Valenciana anunciaron un proyecto de "recuperación" de la pinada dotado con 1,3 millones de euros. El concejal del área, Silvestre García, dijo entonces que el objetivo era fomentar el establecimiento de una cubierta vegetal más resistente a la sequía y a las perturbaciones ambientales. Es decir, sustituir los pinos por arbustos.
Desde la Conselleria se aludió entonces a que el 27% de los pinos plantados por Mira estaban muertos o en condiciones irrecuperables, un 51% tenía síntomas de un declive importante y sólo el 22% está sano. Se argumentó la inexistencia de agua para los 250 litros anuales que necesitan los pinos.
De lo que no se está hablando en todo este tiempo es de la acción del "aerosol marino" sobre los árboles. Vecinos de Guardamar llevaba décadas denunciando el espigón que se construyó sin estudio de impacto ambiental y en dirección contraria a todos los del resto del litoral y que ha hecho desaparecer la playa. Así que el declive de la pinada podría deberse más a la acción humana que al cambio climático.
Un estudio de la Universidad de Valladolid sobre la pinada guardamarenca sí lo recoge. Éste actúa desecando las acículas y provocando su posterior caída al suelo. Se estudió en función de la zona del cordón de dunas en el que se encontraban los árboles".
"Si no se intenta frenar el efecto nocivo que causa el aerosol en el arbolado, todo ese volumen de pies pasará a pertenecer a niveles de afección de mayor gravedad en el futuro, encontrándonos quizás en una situación irreversible de colapso total de la masa, con las terribles consecuencias que esto tendría para las poblaciones e infraestructuras limítrofes así como para la fauna y flora asociadas a esta masa de un siglo de antigüedad", concluye ese estudio.