Elche

Pilar Rubio ("sí, me confunden con la famosa, pero cuando me llaman por teléfono", bromea) se inició en esto de las nuevas tecnologías con el Whatsapp, donde repetía constantemente en el grupo de la familia dos cosas: que los quería mucho y que no tenía muchas ganas de vivir más años. Ahora, a sus 81, ha renovado su ilusión por la vida y su teléfono móvil porque una cosa no se entiende sin la otra. Esta jubilada representa la otra cara de la realidad que denuncia la cátedra de Responsabilidad Social GVA-UA, que trabaja para que empresas tecnológicas y administraciones reviertan la brecha digital que lleva a cientos de miles personas en España a declararse incapaces de hacer un trámite en su cajero (o entrar en su banca digital ante el cierre masivo de entidades), pedir una cita médica online o conectar con sus amistades.  

"Facebook me ha devuelto las ganas de vivir", sostiene al principio de la charla en su vivienda en el barrio obrero de Carrús, en el norte de Elche, donde vive con su nieto Álex. Parece una afirmación muy categórica, por lo que le pedimos a Pilar que se extienda más. "Todo empezó la semana del confinamiento cuando Álex me enseñó a usarlo", explica. Esto le ha permitido a esta viuda desde hace más de una década estrechar lazos con este adolescente justo cuando, cuenta, "se me había juntado todo", en un momento en el que la muerte y la enfermedad le han tocado muy cerca. 

“Si no hubiera tenido el móvil", en alusión su aplicación de Facebook, "no sé dónde estaría", confiesa. "Tenía una pena tan grande dentro... y esto me está enseñando a que no le dé vueltas a las cosas negativas porque yo siempre le daba vueltas a todo", prosigue. Su defensa de una red social que va en declive, congregando a más usuarios de edad avanzada en contraposición a la huida de los jóvenes le lleva a señalar que, "gracias a ella, no he tenido que ir a un psicólogo y he dejado de tomar pastillas como el valium". 

Y gracias a ella ha mejorado su lectura/escritura: "me compré un cuaderno para aprender las letras y escribir sin faltas de ortografía"; se ha quitado entretenimientos "que ya no me aportaban nada como coser" y, sobre todo, ha mejorado su autoestima. "Me lo paso muy bien hablando con mis 1.600 amistades, muchas de ellas me dan las buenas noches todos los días", explica. "Parece que hasta sean amigos de verdad, las palabras de cariño que recibo constantemente me llenan, aunque sea de viento", aduce.

Su actividad es tan frenética que se ha convertido en una especie de influencer. "Me piden que les compartan los libros que han publicado para llegar a más gente", asegura. Así ha redescubierto su pasión por la poesía, cuyos autores, ha dado con ellos a través del perfil de su nieta, Isla Vela, poeta, los cuales les piden valoraciones sobre sus textos. "Al final habla más con mis amistades que yo misma", dice la joven.

El tiempo de la entrevista llega a su fin mientras aumentan sus ganas de volver a hojear su móvil "¿Me pasarás el enlace para que comparta entre las amistades la noticia?", pregunta al final con el móvil en la mano. 

El reto, desde la universidad

Pese a que el perfil de Rubio sea cada vez más frecuente, "todavía queda mucho por hacer para frenar la brecha digital", comenta Irene Bajo, directora de la cátedra de Responsabilidad Social GVA (Generalitat Valenciana) en la UA (Universidad de Alicante), encargada de analizar cómo las empresas tecnológicas podrían favorecer la inclusión digital de personas mayores, personas con discapacidad o con difícil acceso a estas herramientas, como en zonas rurales.   

"Incluso entre los jóvenes se está dando el fenómeno de que se están quedando atrás, solo sabiendo usar las nuevas tecnologías para el ocio, pero les cuesta mucho otros trámites como pedir becas, por ejemplo", explica esta doctora en Derecho.

Bajo avanza una "paradoja" que se está dando en España, país que se sitúa a la cabeza de Europa en digitalización de la administración, pero a la vez está de las últimas en habilidades y competencias digitales de la población (incluidos los propios trabajadores de esa administración digitalizada).  

"Es muy preocupante porque hablamos de acceso a servicios esenciales, no a caprichos, como salud, educación, transporte... y esta brecha la está creando la administración", defiende. 

La cátedra que dirige ha firmado un convenio con la Dirección General de Lucha contra la Brecha Digital  para elaborar un estudio (se presentará a final de año) con la finalidad de analizar los orígenes de la brecha digital y ver cómo el sector tecnológico puede revertirlo."Hay una cierta confusión entre digitalización y progreso y lo segundo solo puede existir si no dejamos a nadie atrás", concluye. 

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