"Me llamo Yuliya, soy ucraniana y vivo en provincia de Alicante desde hace 3 años. Hoy en día enfrentamos una situación horrorosa en Ucrania. Hace unas semanas mi familia, mis amigos y mis compatriotas vivían su vida normal: trabajando, tomando vino con sus amigos, los niños estudiando y haciendo las clases de deporte, arte... y el día 24 de febrero a las 5 de la mañana les despertó una serie de explosiones. Desde ese momento, sus vidas han cambiado totalmente. Han perdido todo: sus casas, su trabajo, su tranquilidad. Desesperadas las mujeres tenían que despedirse de sus maridos y huir para salvar los niños".
Así comienza el relato esta mujer en un documento que circula estos días en redes sociales y que ha escrito a sus amistades y allegados de la provincia para conseguir ayuda para sus compatriotas.
De momento, como explica a este medio, ya ha conseguido que su familia directa saliera de Kiev. Se trata de su madre, de su hermana, médica especializada en psiquiatría, y de su sobrino de 10 años. Todos ya descansan en su casa de El Albir, donde Yuliya vive con su hija de 13 años; menos su cuñado, que se ha quedado en su país para combatir, como obliga la ley ucraniana.
El estallido de la guerra había pillado a su madre Liudmyla de visita en casa de su hermana, Inna, donde vivía con su hijo Vlad en un apartamento. Esa noche se acostaron, como cualquier día, pero la proximidad de las bombas les llevó a esconderse en el sótano del edificio, donde no pudieron salir "durante unos días".
Tras el shock inicial, cuenta, llegó la huida del país con, literalmente, lo puesto. "Una camiseta, un teléfono y el pasaporte", asegura. "Salieron rápido y no pudieron coger sus cosas", explica. Al día siguiente su sobrino Vlad "tenía que ponerse los pantalones de su prima por no tener otros pantalones limpios".
Un largo viaje
¿Cómo salieron de Kiev? Yuliya explica que primero cogieron uno de esos trenes atestados de gente desde la capital al este del país, hasta Leópolis, al oste de Ucrania. De allí, otro tren les llevó al sur del país, a la ciudad de Chernivtsi. Entonces en coche llegaron a la frontera con Rumania, donde un bus les dejó en Suceava, al norte del país vecino.
De esa ciudad cogieron un tren hacia el centro del país, Cluj, donde un aigo rumano les llevó al oeste hasta el aeropuerto de Sibiu. De allí un avión les llevó a Milán, de donde cogieron otro vuelo hasta Valencia y ya en coche a Alicante.
Y al final, en casa se han juntado nueve personas. Además de su familia, también ha acogido a una amiga que ha venido con sus dos hijas de 13 y 14 años, y a otra amiga soltera. Sin embargo, otra amiga con una hija de 7 años ya no cabía, por lo que está acogida con otra amiga.
Y todo, mientras la propia Yuliya también sufre las consecuencias de la guerra. Su exmarido, del que recibía una manutención por el cuidado de su hija, estaba trabajando en Moscú, "y ha perdido su trabajo y nosotros su ayuda". También ha dejado de percibir los ingresos del alquiler de su piso que tiene en Kiev "porque el inquilino que sigue allí viviendo ha perdido su trabajo y no puede pagar".
Una red colaborativa
Yuliya ha logrado en pocos días tejer una red de ayuda gracias a sus contactos. Así han conseguido colchones, mantas y un hotel de Benidorm se ha ofrecido a alojarles durante un mes.
También está pidiendo ayuda para entretener a los niños con actividades extraescolares o talleres. "Aquí no tienen amigos, todavía no se pueden escolarizar y están solo con sus pensamientos y muy afectados con lo que han visto", relata Yuliya,
"Veo que a veces se ponen tristes, tienen olas de depresión, los nuevos incluso han visto muertos o cómo han matado a alguien por las calles", prosigue. "Por eso es importante que estén entretenidos". Bajo ese pretexto, por ejemplo, ha conseguido que el entrenador de natación de su hija se haya ofrecido desinteresadamente a darle clases a su sobrino. "Luego he encontrado un equipo de futbol que también puede ofrecerles entrenamientos", agrega.
Al final, cree que "está siendo más difícil recibir ayudas de organizaciones, como Cruz Roja o servicios sociales, que dicen que están pendientes de lo que dice el gobierno, el cual tampoco nos ha dado ayuda de verdad, que de la gente, que sí que está ayudando y mucho".
La mejor ayuda, trabajo
Aunque al final, concluye, "si la gente quiere ayudar a ucranianos, les haría falta encontrar cualquier trabajo, el que sea, porque estoy buscando por todos lados y no encuentro". Consciente de la dificultad que entraña desconocer el idioma, también pide ofrecimientos para recibir clases de castellano.
"Para limpiar casas, ayudantes de cocina, salir con perros... que no sea solo darles comida y ropa, que se lo ganen ellos mismos". Mientras dice estas cosas, una asociación hostelera explica que ellos estarían dispuestos a ofrecerles hasta 5.000 puestos de trabajo ante el déficit que están encontrando de mano de obra en bares y restaurantes.
En muchos casos, recuerda, serían trabajos sobrecualificados, como el caso de su hermana, una sanitaria formada en psiquiatría que, lógicamente, no tiene homologado el título.
Porque, lo que buscan estas personas que han huido de su país, explica, es volver al suyo cuando se den las condiciones. Y tras 20 días de invasión, la sensación es que solo esto es solo el principio.
Así lo dijo su sobrino Vlad, de diez años, en una pancarta para una concentración en la que pedía volver a su Ucrania con su padre, sus amigos y su casa. "Piensa en ello todo el rato", asegura Yuliya.