Sempere, el pueblo de 23 vecinos que vive aterrado por la violenta muerte de Ramón
Un asesinato conmociona a un vecindario que ronda los setenta años de media en esta localidad en el interior de la Comunidad Valenciana.
18 abril, 2023 06:07Apareció muerto, con la casa revuelta y llena de sangre. En Sempere, un pueblo acostumbrado a vivir con las puertas abiertas, ahora se pasan los pestillos y no dejan de preguntarse quién o quiénes son los responsables de este crimen. Su veintena de habitantes confía en una rápida resolución del caso para volver a su normalidad.
El suceso ocurrió hace dos semanas y los vecinos aún no dejan de hablar de lo que le pasó ese miércoles de principios de abril a Ramón. Con 77 años, era de los más activos de esta pequeña localidad de 23 habitantes. Vivía solo y siempre iba de arriba abajo, visitando las localidades de alrededor, donde al haber más habitantes por su carácter dicharachero entablaba rápida conversación.
¿Pudo hablar de más Ramón en una de sus salidas? Vivía solo después de la muerte de su hermano hace año y medio, ya que ninguno de los dos tenía esposa e hijos. Era en los bares que frecuentaba en Alfarrasí y L'Olleria donde sí tenía gente con quien hablar. Según cuentan a EL ESPAÑOL, quien no le conociera podía pensar que cuando Ramón fanfarroneaba y decía que tenía tierras eso significaba que en su casa podría guardar objetos de valor.
En el corazón de la comarca de la Vall de Albaida, donde se encuentra Bocairent, uno de los municipios más bonitos de España, el hablar demasiado no parece estar bien visto. A pesar de su atractivo entorno, no se trabaja el turismo ni se trata con forasteros. Las vistas que proporciona la cercanía del embalse de Bellús y el río Albaida benefician a los otros municipios, donde sí cuentan con un merendero para que el visitante ocasional pueda pasar la tarde.
A pesar de contar con una iglesia parroquial que preside la plaza y los otros atractivos turísticos, en Sempere nunca ocurre nada. Y así la población ha ido disminuyendo en apenas ocho años para ser menos de la mitad de la registrada en 2015, cuando llegaron al máximo histórico de habitantes en tres décadas.
La noche del miércoles 5 de abril la alcaldesa de esta localidad, Dolors Ortolà, fue una de las personas que dio el aviso de que el cuerpo de Ramón estaba tirado en el suelo de la cochera. Un vecino la había alertado poco antes. Las luces de la casa estaban encendidas, la vieja furgoneta en el garaje que tenía la puerta abierta desde la mañana y su propietario no respondía a las llamadas.
Lo que por la mañana podía explicarse como una salida habitual a ver uno de sus campos, a las nueve de la noche no tenía razón de ser. Y por eso se llamó a la alcaldesa. Cuando se entró a la casa por la cochera abierta vieron que las llaves estaban sobre la furgoneta. Al abrir la puerta de la casa se lo encontraron todo revuelto, con cuadros volcados y hasta los colchones rajados. En medio de ese desastre, el cuerpo de Ramón, con lo que interpretan como signos de haber sido brutalmente apaleado.
La Guardia Civil es la encargada de investigar este caso, del que ya ha dicho que no se facilitarán más datos. El Juzgado de Instrucción de Guardia de Ontinyent decretó el secreto de sumario tras hacerse público el domingo de Pascua que se había producido una muerte violenta.
Sin vecinos a los lados, nadie vio ni escuchó nada. No saben si entraron a la vivienda por la puerta delantera o la trasera. Y no era la primera vez que eso le sucedía. Hace poco más de un año ya sufrió un asalto en el que denunció que le habían atado y tapado la boca mientras registraban toda la casa, poniéndolo entonces también todo patas arriba.
El miedo
Aquello marcó un punto y aparte entre los vecinos de una localidad en la que apenas dos personas no están jubiladas. Si antes, como cuenta la alcaldesa, podía ser normal tener las puertas abiertas de las casas, a partir de ahí se extremaron las precauciones. Ahora, "estamos todos atemorizados". Creen que las dos calles que conforman el municipio les convierten en presa fácil, "como somos tan pequeños, nos tienen controlados a todos, saben la hora a la que vamos y a la que volvemos".
Una semana después de la muerte de Ramón se celebró el funeral con que se llenaron los bancos de la iglesia de San Pedro. Los bandos en las localidades vecinas que había pedido Ortolà que se hicieran surtieron efecto y allí se congregaron para acompañar en la misa de despedida a su vecino.
El miedo, en cambio, continúa.