Redacción | Agencias Miquel Hernandis

Una batalla que se disputa a tomatazos es una de las fiestas más populares de España para el resto del mundo. La Tomatina de Buñol que nació como una gamberrada en los años 40 se ha convertido en esta fiesta "no para nosotros, sino para todo el mundo".

Así lo valora el presidente de la Generalitat Carlos Mazón en su visita este miércoles a esta localidad donde se ha convertido en uno más de los que participan en la fiesta. "La Tomatina representa la sonrisa que desde la Comunitat Valenciana lanzamos al mundo", ha destacado en el camión que ha surtido de tomates la plaza. 

Y es que hacen falta muchos para esta guerra. El rojo de 150.000 kilos de tomates de variedad pera bien maduros ha coloreado un año más las calles más céntricas de esta localidad, como recoge Efe.

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Mazón ha disfrutado tanto de la fiesta que, además de asegurar que se siente "un privilegiado por haber podido venir", ha avanzado que el año que viene acudirá en bañador para vivirla desde la calle.

Las imágenes de esta fiesta dan la vuelta al mundo por la televisión y las redes sociales anunciando el final de agosto. Este año, al mediodía, los seis camiones cargados con las 150 toneladas de tomates se han encargado de proveer el material para la fiesta roja.

Estos, como explican, no son aptos para el consumo, pero sí que son ideales como munición en esta batalla campal. Un helicóptero y más de 200 agentes de la Guardia Civil, además de otros cuerpos de seguridad, se han encargado de vigilar y atender cualquier incidencia derivada de la aglomeración.

El presidente de la Generalitat Valenciana Carlos Mazón se ha animado a subir a uno de los camiones de la Tomatina.

La alcaldesa de Buñol, Virginia Sanz, ha confirmado la asistencia de dos mil participantes más que el año pasado, de dieciocho nacionalidades distintas. Entre ellos, muchos ciudadanos de la India movilizados por una película de Bollywood aunque también los había de Estados Unidos, Australia o Japón, entre otros países.

La mejor protección para la Tomatina son las gafas de bucear, para así evitar que el ácido de los tomates ponga rojo de más los ojos. Aunque, como recalca Sanz, esta es una fiesta "segura y divertida".

En un ambiente puramente veraniego, el agua que llegaba desde balcones y terrazas y desde puntos en la calle con mangueras y cubos era bien recibida por los participantes, que no cesaban en la búsqueda de sus "víctimas" mientras chafaban las redondas armas antes de tirarlas para que estuvieran más blandas y no hacer daño.

Como marca la tradición, esta localidad a a unos cuarenta kilómetros de València se ha transformado este último miércoles de agosto en la capital mundial del tomate con un festejo que, en 2002, fue declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional, que tiene gran repercusión mundial y que supone unos importantes ingresos en la provincia por el turismo que atrae.

Durante una hora, los tomates han "volado" en esta "guerra" que empezó casi por casualidad en 1945 de la mano de unos jóvenes aburridos y que ha tocado a su fin tras sesenta minutos, el sonido de cláxones y una carcasa mostrando una postal de camisetas en tono rosa y calles jalonadas por una gruesa alfombra roja caldosa y pringosa.

Con el olor a tomate aún en el ambiente y mientras la marabunta iba desapareciendo, han comenzado las labores de limpieza de fachadas (algunas protegidas por lonas) y calles, que en pocos minutos ya lucían impolutas y desinfectadas gracias al ácido de los frutos usados como artillería en esta original batalla, que ya espera con ganas una nueva edición en 2024.