Ferdinando Bernardi es chef en Benissa, una pequeña ciudad en la costa norte de Alicante. En una de las comarcas con más Estrellas Michelin de España, se convirtió en el primer restaurante italiano en el país que lo recibía. Y ahora, con su paso por MasterChef 12, los espectadores descubren que, además del talento en la cocina, su forma de ser está hecha para la televisión.

"Tengo a mi favor que cuando estoy allí me noto en mi vida, en mi mundo", cuenta ahora a EL ESPAÑOL tras recordar su experiencia. Un estreno que hacía en la prueba de más estrés para los concursantes, la de eliminación. Bernardi llegaba con cuatro platos de pasta fresca hecha a mano para mostrar la fuerza de la cocina italiana. 

De su tierra natal, la Emilia-Romaña, eligió cuatro elaboraciones con distintos rellenos y salsas: capeletto de cordero con caldo de hierbas, tortellone rellena de ricotta y espinacas, un capellaccio único relleno de rodaballo mediterráneo y salsa livornesa y, finalmente, un agnolotti de osobuco con una salsa de azafrán. Todos con producto "de la terreta, menos la burrata y el parmigiano".

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Bernardi, que cuenta que desde los seis años se pasaba por las cocinas del restaurante de su padre en Rímini, tiene toda la experiencia preparando a mano sus agnolotti, "pero a los concursantes no podía darles mucha explicaciones". Por ello valora que les vio "muy animados y concentrados".

En esta prueba Bernardi conoció a una de las italianas más famosas de España, Antonia dell'Atte. "No la conocía en persona y fue como si nos conociéramos desde siempre", cuenta. Y para ella tiene una cascada de adjetivos reforzados: "Muy maja, muy simpática, muy italiana y la vi muy guapa y estupenda". Todo ello lo corona con que "¡es pugliese!", en referencia a que es de su misma costa: "Ahí tenemos la potencia italiana al máximo. Ella sabe cocinar, le gusta cocinar y teníamos mucha simbiosi".

La química entre ambos se refleja en la comodidad con la que se desenvolvían, un aspecto en el que agradece a su compatriota ya que "es más cómodo porque te lleva por su camino". El cocinero solo tiene palabras buenas para una experiencia que compara a "estar en un grupo de amigos haciendo una prueba de cocina, no parece estar en la tele".

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La forma de rodar del programa se lo hizo también fácil. "MasterChef es un reality donde no se para, todo sigue y vas a tu bola, una chica se cortó un poco y siguió cocinando. Y lo notas que están ahí con toda la ilusión del mundo".  

Al trío de jurado y presentadores, Jordi Cruz, Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nágera también le dedica sus parabienes porque "te sientes comodísimo a tu aire, son grandes personas y profesionales, unas personalidades naturales que te empujan y la verdad que son, Jordi sobre todo, muy simpático, Pepe, un crac, y Samantha muy elegante".

Ahora, gracias al programa, son centenares de miles de personas las que descubren lo que es Casa Bernardi: "Todo hecho en casa con un equipo unido que me sigue desde hace ocho años, del otro proyecto. Siete mesas, cocina a la vista, mucha gente regular, con un menú que cambia mucho y donde se sienten como en casa. Y por eso decidí darle ese nombre para que se sientan como en casa. Y protocolo Michelin sí, que me define como buen restaurante, pero no significa que no haya cercanía". Por eso pone de ejemplo que la despedida del comensal es un pan, "es como un amigo al que tratas con respeto".