Con un término municipal de 152 kilómetros, en Monòver la mirada no se cansa de otear un horizonte donde los viñedos son protagonistas. Las siete diferentes bodegas que se reparten en su territorio hacen que este municipio destaque en la provincia de Alicante por su concentración y permiten disfrutar del paisaje y sus vinos.
Loren Amat, alcalde de Monòver, destaca que, además de esos atractivos, son capital valenciana de la cultura hasta abril de 2025. Una relación que como señalan otro de los bodegueros, ya apuntaba Azorín, del que se puede visitar su casa museo. "La cultura está muy ligada al vino", destaca.
Y Amat presume ahí del nivel que ofrecen estos negocios, "con algunas bodegas que surten incluso a los restaurantes Michelin". "No solo tenemos el vino", recuerda, "hemos creado un espacio para la memoria de donde salió al exilio el Gobierno de la República y tenemos el museo de artes y oficios, el etnográfico en el que se puede ver cómo era la vida en el pueblo y las pedanías".
Una oferta de bodegas que ha crecido en la última década, ampliando el número de estos negocios de cuatro a siete. La Zafra, Primitivo Quiles, Salvador Poveda que es conocida ahora como MG Wines, Santa Catalina del Mañán, Alejandro, Bernal y Ortigosa son las que se arraciman en este corazón de la provincia para darle un nuevo pulso.
En muchas de ellas tienen claro que el negocio del vino va acompañado del enoturismo, de disfrutar del paisaje y conocer las historias que hay tras los viñedos. De hecho, ya están muy acostumbrados a recibir visitantes porque los residentes extranjeros en la provincia fueron de los primeros en interesarse por estas experiencias, igual que lo hacen turistas que vienen hasta de una visita de cruceros.
Es el caso de la cooperativa Santa Catalina. Como explica Rebeca Gago, llevan más de quince años con esa línea. Así también vieron que según la procedencia de los turistas tenían más interés en un tipo de vino u otro.
"A los nórdicos les encantan los rosados", pone de ejemplo, "algo que en España se consume muy poquito". A los ingleses, les atraen los vinos blancos, prosigue, mientras que a los alemanes los tintos, "pero con fruta". Una variedad que se puede disfrutar en planes como pícnics en el campo, una de las propuestas que hacen y que va más allá de la visita a las instalaciones para hacer una cata. "Al final lo que buscas es que la gente conozca dónde estás y que conozca los vinos", razona.