La pintura de San Matías y Eduardo Lacasta.

La pintura de San Matías y Eduardo Lacasta. Informativos Aragón TV/RTVE

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Eduardo Lacasta, el empresario que restauró la iglesia de su pueblo y sale pintado como San Matías: "Es decisión del artista"

Zaragoza
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El empresario Eduardo Lacasta, condenado hace solo unos años por fraude, se ha convertido, a sus 82 años, en noticia nacional. Su retrato como San Matías en el exterior de la iglesia de San Miguel de la pequeña pedanía de Latre, en Huesca, ha levantado una gran polémica, hasta el punto de que muchos lo comparan ya con el famoso Ecce Homo de Borja. 

Él mismo asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL que los rostros "los pone el artista". "Yo entiendo que no es mi cara. Los santos no tienen rostro, el rostro lo hace el pintor, así que uno puede parecerse a mí y otro, al alcalde o al obispo de Jaca. Yo ahí ni pincho ni corto", afirma pese a su evidente parecido.

Lacasta fue condenado a seis años de prisión por estafa por el escándalo de Fincas Atlanta. En su día, el juez estimó que había defraudado hasta 45 millones de euros a Hacienda y a las principales instituciones aragonesas, aunque, tras llegar a un acuerdo, solo pasó tres meses entre rejas.

Su polémica intervención en la iglesia de San Miguel tiene, según dice, un porqué. Es la iglesia en la que le bautizaron, en la que hizo la primera comunión y en la que espera que lo entierren, de ahí que le tenga un especial cariño. Esa devoción le llevó a restaurar sus dos lonjas, hasta entonces hundidas. "El tejado y el forjado estaban en el suelo. Los vecinos querían tirar todo e incluso se planteó reconvertirlo en mezquita, pero yo quería conservarlo. Ahí empezó el mal rollo", resalta.

Fruto de esta intervención, en la que dice haberse dejado "un pastón", quedó un forjado de cemento como antesala a la iglesia, cuyo uso se ha limitado en los últimos años a funerales, bautizos y bodas. "Ahora, la gente verá al entrar unas imágenes preciosas y no ese cemento. Las bóvedas han quedado guapísimas", señala.

Según explica, las imagenes que aparecen en las dos lonjas son "las que el pueblo lleva venerando los últimos 400 años": "En una está el patrón, Santa Bárbara y la Virgen de los Ríos y en la otra, una representación de los milagros de Jesús, como la multiplicación de los panes y los peces, y los doce apóstoles". 

Aunque actualmente reside en Zaragoza, pasa todos los fines de semana en Latre, donde se crió con sus ocho hermanos. Según reconoce, tener que arrancar las pinturas le daría pena. "Pero si no gustan, se quitarán y me disculparé con los vecinos", explicaba anoche. 

En su día llegó a pensar en la abadía -la única que queda en pie en el valle- como casa del cura o espacio museístico. "Es habitable porque la he hecho yo habitable. Está para lo que el Obispado, que es el dueño, quiera. De momento, no está en ruinas", subrayaba. Precisamente, será la Diócesis de Jaca la que, tras reunise con el Gobierno de Aragón en el marco de la Comisión de Patrimonio, decida el futuro de las polémicas pinturas.

Lacasta también costeó el arreglo de la torre del campanario y puso "campanas automáticas". A la hora de pintar las bóvedas no contó con un "cualquiera", sino con Sergio Abraín, que "ha expuesto en Japón, Londres, Francia, Roma o Nueva York"

"El pintor está harto con todo lo que está pasando. Esta mañana me ha llamado y me dicho que venía y lo arrancaba todo. En vez hablar de la obra en su conjunto, todo el mundo quiere hablar del tema de San Matías", lamentaba.

El resultado, visible desde hace aproximadamente cuatro o cinco meses, se ha ganado numerosos detractores en el pueblo, aunque también le han salido defensores, según apuntaba este jueves el alcalde de Caldearenas, municipio al que pertenece esta pedanía de apenas 20 habitantes.

Primitivo Grasa reconoce que hay gente "a la que le daría igual que se quedara así" y que la relación del municipio con Lacasta es complicada, ya que hay vecinos que, directamente, "no le pueden ni ver". "Otros, en cambio, lo tienen como uno más", afirmaba. Él, en cualquier caso, tiene claro que no tocará ni una piedra hasta que no se pronuncie el Obispado.