A los catastrofistas de los avances tecnológicos, les diría que la inteligencia artificial (IA) no ha llegado para reemplazarnos, sino para desafiarnos a ser más humanos que nunca: potenciar nuestras capacidades y transformar el futuro del trabajo y la sociedad.

La inteligencia artificial tal y como la conocemos lleva camino de convertirse en una herramienta clave para el crecimiento empresarial y un motor de transformación en todos los sectores productivos. Más que una moda pasajera, la IA representa una revolución tecnológica que redefine las dinámicas del trabajo y la manera en que las empresas generan valor.

Uno de los principales aportes de la inteligencia artificial es su capacidad para optimizar procesos, liberar recursos y potenciar las capacidades humanas. La automatización de tareas rutinarias permite a las personas concentrarse en lo que realmente importa: la innovación y la generación de experiencias significativas para sus clientes y colaboradores. Según el reciente estudio “El impacto de la IA en el área de Personas, realizado por Integra Tecnología en el marco de su Comunidad de líderes de RRHH, “la IA no solo reemplaza tareas mecánicas, sino que también reconfigura el trabajo al destacar habilidades humanas únicas como la creatividad y la empatía”. Sin embargo, para aprovechar plenamente su potencial, es imprescindible apostar por una formación holística, no solo técnica, tanto a nivel profesional como en edades tempranas, con el objetivo de formar a una sociedad competente técnicamente y preparada éticamente.

El papel de la formación en la era de la IA

La formación en inteligencia artificial debe convertirse en una prioridad estratégica, tanto para los profesionales en activo, como para el ámbito educativo. Es necesario desmitificar la IA y comprenderla como una herramienta que, bien utilizada, puede ser una aliada para el desarrollo humano y económico. Introducir conceptos básicos de IA en las escuelas podría contribuir a que las futuras generaciones se familiaricen con esta tecnología, no desde la pasividad de los usuarios, sino desde el rol activo de los creadores. Además, este enfoque temprano ayudaría a fomentar un pensamiento crítico que permita evaluar los riesgos y las oportunidades asociadas a su uso.

Para las empresas, la capacitación en inteligencia artificial es una cuestión de supervivencia en mercados altamente competitivos, pero representa además una oportunidad de liderar con propósito. Las organizaciones que invierten en la formación de sus empleados aumentan su productividad y refuerzan su capacidad para adaptarse a los cambios, y, más importante aún, promueven un enfoque ético en el uso de la tecnología, contribuyendo a construir un entorno de confianza tanto dentro como fuera de la organización.

No obstante, es crucial recordar que la IA, como cualquier otra tecnología, no es intrínsecamente buena ni mala; su impacto depende del uso que hagamos de ella. Para ello, es necesario contar con una ciudadanía informada y preparada para tomar decisiones responsables. Esto incluye una reflexión constante sobre las implicaciones éticas de la IA, entre las que destacan la privacidad de los datos, los sesgos y la desinformación. La educación, en este sentido, se convierte en un pilar para garantizar que la inteligencia artificial sea utilizada de manera justa y transparente.

La responsabilidad de promover esta formación no recae únicamente en las instituciones educativas y las empresas. Los gobiernos y las entidades públicas también tienen un papel fundamental en la creación de políticas que fomenten el acceso igualitario a programas de capacitación en tecnologías emergentes. De esta manera, se garantiza que la adopción de la IA no amplíe las brechas sociales existentes, y además contribuya a reducirlas, algo que en Aragón se está realizando ya a través de diferentes programas de capacitación tecnológica. Desde Tecnara y las empresas asociadas animamos a mantener e, incluso, potenciar este camino de inversión en conocimiento, que seguro conducirá a más competitividad, crecimiento y empleo.

Un camino hacia la ética y la sostenibilidad

En este contexto, los líderes empresariales tienen la oportunidad –y la obligación– de actuar como agentes de cambio. La IA no debe ser vista únicamente como un medio para reducir costos, sino como una herramienta para impulsar la innovación y el bienestar. Esto implica integrar la tecnología de forma responsable, asegurándose de que los beneficios se distribuyan equitativamente entre todos los actores involucrados.

El potencial de la inteligencia artificial para catalizar el crecimiento es innegable. Desde la mejora en la eficiencia operativa hasta la creación de nuevos modelos de negocio, su impacto positivo en las empresas es evidente. Pero este crecimiento solo será sostenible si está acompañado de una inversión constante en formación y ética. Como se explica en el estudio, ya citado anteriormente, el futuro de la empleabilidad de las personas dependerá cada vez más de nuestra capacidad para equilibrar la automatización con el desarrollo de habilidades humanas esenciales.

Por ello, es momento de actuar. Apostar por la formación en inteligencia artificial es una inversión en el presente y también una estrategia para construir un futuro en el que la tecnología esté al servicio de las personas y no al revés.

La inteligencia artificial ofrece un horizonte lleno de oportunidades, pero solo una sociedad formada y consciente será capaz de transformar su potencial en un verdadero progreso, donde la tecnología impulse el crecimiento económico, humano y colectivo.