Lloran porque no salen cuando no puedo apartar mi vista de ellos. Hablan de poderes en la sombra cuando los focos les dan en la cara, cubierta de brillo y adjudicación sin concurso previo. Ofrecen humor de cóctel de gambas y salsa rosa, pasadísimo de moda, salsa rosa tan pasada que ya no vende ni el Mercadona. Y menos mal que les queda Roig y Amancio Ortega, porque este nuevo pabellón burlón se alimenta del enemigo del obrero, de la derecha pura, sin aditivos, ahí donde está el mal.

Gabriel Rufián con americana de Zara quejándose de la opresión (en vez de aplaudir que tenga ropa de nuestra talla, que ya estamos en el percentil del español fondón), asociaciones contra el cáncer gastándose millones en arte contemporáneo, te ríes del Corazón de Jesús, pero no dices nada de Mahoma… qué previsible eres, Octavio. Hacer humor del patetismo que te rodea, que te define, es más ácrata que trufear el aplauso fácil… ¿Vas a hacer una lista de los temas que se pueden y los que no se pueden tratar, Octavio? No.

Tenemos derecho a ofendernos por un chiste malo. Por una burla sin gracia. No hace falta ofenderse por lo que se dice o lo que no se dice, es una cuestión de criticar el humor fácil, el humor flojo, el humor de los lacayos. Podemos disfrutar de Ignatius cuando se ríe de sí mismo. Uno puede discutir la alineación del Real Madrid con gracia, pero utilizar su presencia mediática para pedir que se solucione el problema de la vivienda, así, sin más, es un insulto a la inteligencia.

La paz en el mundo, el hambre, las enfermedades, que todo lo malo se acabe, a favor de lo bueno, en contra de lo malo. Una casa para cada uno. Lo digo así y lo único que se consigue es generar un bucle de discusión, de aplauso y gruñido, de mira tú qué bien, y qué mal y qué moderno. Al final, un perfecto y planeado dispensador de humo.

La religión es el camino más corto hasta las portadas de los ofendidos, eso hace que, la utilices, serás tan vago como cómico como el que usaba en los noventa el inglés para escribir canciones. La turra que nos dieron desde Gijón con el ‘Chup Chup’ es un trauma generacional difícil de superar. Casi como el ‘There is a train’. Te estás yendo, Octavio. Los años no se cuentan por años, sino por subversiones y, la subversión permanente, pacífica, acomoda, mínimamente socialdemócrata, tóxica de pódcast sin oyentes y reel vampirizado, se ha convertido en el día a día del humor popular, el de primera línea, sea pantalla o transistor. Y, lo peor, es que idealizamos a unos personajes que tienen sus fobias políticas propias de segundo de progre y hacen chistes sobre drogas. Sí, los mismos chistes sobre tazas de baños en bares cerrados e ibuprofeno que solamente tiene gracia entre colegas. Pero ustedes no son mis amigos, déjenme que sea cuarentón y use mis chispitas de maldad para mi uso particular.

Además, si nos ponemos a hacer humor sobre sustancias, hagan como Raúl Cimas y su mítico monólogo sobre el control de alcoholemia, donde es capaz de mezclar conducción temeraria, alcohol, explotación infantil, armas y cocaína… risas sin desprecio por las fuerzas de seguridad del Estado ni haciendo del consumo una especia de heroicidad.

Sonarse los mocos con la bandera de España es otro de los atajos hacia el aplauso, meritocracia de antifranquistas nacidos en el año de Naranjito, diez años del ataque contra Charlie Hebdo, el ejemplo más universal de la censura, violenta, clara. El día que todos deberíamos comer jamón o dejar que Jesucristo se besara con Mahoma. ¿Pero eso no molestaría a los que, simplemente, practican su religión sin molestar a nadie? No me digas, ¿es eso lo que pasaría? La valentía es Samuel Paty, no usar pronombres variados… el humor, salvaje, negro, rojo, el humor guasón, Arévalo cruzándose con Tip en el puerto final, aguantándole la mirada a la vida en la Noche de Ortega.

Cuando tienes material como modernidad woke, el activismo antipatriarcal, las denuncias falsas de Schrödinger (lo son y no lo son a la vez), el discutible resultado de la Ley Montero, el enigma del Solsticio pasado y el que está por llegar, el betún negro de Baltazar, las ayudas por la Dana en Valencia o Antonio Resines quejándose de los pactos del PSOE… con todo eso en las manos, ¿no da para sosa cáustica de la buena?, ¿de verdad? No pido a Lenny Bruce ni a Ramón Gómez de la Serna y su mano desquiciada, porque yo les estoy dando una columna de Gómez Milián.

Pero sí un Tony Leblanc comiéndose una manzana en directo en la primera cadena. Vuelvo, de nuevo, casi al comienzo. Esta columna no es una sucesión de exigencias y prohibiciones, para eso tenemos la cancelación arbitraria, no es una queja genérica contra los que no piensan como yo, estos caracteres son una petición de humor menos mascado, un humor que recoja la tradición del agudo, del kamikaze, del que usa la ironía para criticar. No quiero que me adiestren a través de la risa, quiero que me ponga en guardia usando la picaresca.

¿Qué son los cómicos cuando abrazan el poder? ¿Qué es el humor que abreva en la queja generalizada y contribuye al frentismo? ¿Qué es el que usa el chiste para apostar desesperadamente por la indigencia intelectual? Personaje cómico encargado de divertir a reyes y cortesanos con chocarrerías y gestos.