Vista del pueblo a lo lejos (Teruel).

Vista del pueblo a lo lejos (Teruel). Wikimedia

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Este pequeño pueblo turolense tiene un santuario lleno de misterio que seduce a todos los visitantes

Esta localidad del Matarraña destaca por su maravillosa arquitectura, plaza medieval y por esconder la Petra turolense.

30 agosto, 2024 16:23
Zaragoza

Patrimonio cultural, histórico, gastronómico y de eternos paisajes naturales repletos de viñedos y campos de olivos, cualquiera de los pueblos aragoneses es un destino ideal para una. El más conocido de Teruel puede ser Valderrobres, capital de la región de la que destaca su imponente castillo, pero el Matarraña esconde joyas que fascinan a quienes las descubren.

Septiembre es un mes perfecto para hacer una escapada de fin de semana, la vuelta a la rutina puede ser intensa, y desconectar un poco viene bien para tomárnoslo con calma. Los pueblos, por su entorno natural, historia y poco bullicio son una buena alternativa para disfrutar y aprovechar el buen tiempo antes de despedirnos del verano.

En el corazón del Matarraña, en la provincia de Teruel, se esconde un pequeño tesoro llamado La Fresneda. Este pueblo aragonés, con menos de 500 habitantes, es uno de esos lugares con más encanto de la comunidad. Con sus calles empedradas, casas de piedra y su misterioso santuario un ambiente que te transporta a otra época.

La Fresneda tiene una historia que se remonta a la Edad de bronce, conserva unos restos en el cerro de Santa Bárbara. Allí los visitantes pueden ver un antiquísimo grabado de una figura humana. Sin embargo, de lo que más restos quedan es de la Edad Media. La plaza Mayor, con su impresionante ayuntamiento de estilo renacentista, está considerada uno de los conjuntos arquitectónicos más armoniosos y bellos de todo Aragón, su forma triangular le confiere un carácter especial y único. Hoy es el centro de reunión social, donde se celebran los principales eventos y fiestas.

El castillo también es ejemplo del pasado medieval de la villa; y la judería, una sucesión de callejuelas perpendiculares a la calle Mayor, algunas con signos de haber dispuesto puertas que controlaban su acceso. La estrechez de sus calles evoca la fisonomía de una aljama. Al caminar por sus calles, es fácil imaginar cómo era la vida en tiempos pasados.

El castillo de La Fresneda

Uno de los puntos más interesantes de La Fresneda es su castillo. La fortaleza está creada sobre un antiguo asentamiento íbero, para que los guerreros árabes tuvieran un estratégico punto de mira, lo que no evitó que fuera reconquistada y entregada a la Orden de Calatrava. Su destrucción se debe a la política de “tierra quemada” que Cabrera impuso tras su retirada de la población en la primera guerra carlista.

Aunque hoy en día solo quedan las ruinas, la vista desde la colina donde se encuentra es espectacular. Desde allí, se puede contemplar todo el valle del Matarraña, un paisaje que parece sacado de una postal. Además, para los amantes de la naturaleza, hay rutas de senderismo que parten desde el pueblo y que permiten explorar los alrededores, descubriendo rincones llenos de encanto y tranquilidad.

La Petra de Teruel: un santuario con misterio

Pero si hay algo que realmente sorprende a quienes visitan La Fresneda, es lo que los locales llaman "La Petra de Teruel". Es un santuario junto a las rocas que recuerdan a la famosa Petra en Jordania. Estas cuevas, aunque más modestas que su homónima jordana, tienen un encanto único y están rodeadas de misterio.

El Santuario de la Virgen de Gracia, conocido cariñosamente como "La Petra de Teruel", es uno de los tesoros ocultos del Matarraña, situado a unos 4 kilómetros de La Fresneda. Este lugar, envuelto en un aire de misterio y devoción, tiene una historia fascinante que se remonta al siglo XVI.

La leyenda cuenta que una pastorcita de Valjunquera encontró una preciosa imagen de la Virgen de Gracia en una cueva. Avisó en la villa y los vecinos intentaron trasladar la figura a su pueblo, pero, milagrosamente, la Virgen regresaba una y otra vez al lugar donde había sido encontrada. Los habitantes decidieron entonces, construir allí un santuario.

Con el tiempo, y gracias a la devoción de los locales, se erigió un convento de la orden de los Mínimos de San Francisco de Paula. Este complejo religioso fue ampliado en el siglo XVIII, destacando por su iglesia y una hospedería excavada en la roca, que ofrecen una vista impresionante del paisaje circundante.

Santuario de la Virgen de Gracia

Santuario de la Virgen de Gracia Gobierno de Aragón

Aunque gran parte del santuario se encuentra hoy en ruinas, su encanto permanece intacto. La iglesia, de estilo barroco, aún conserva sus muros perimetrales y una majestuosa fachada que da cuenta de su antigua grandeza. Los restos de la hospedería, aunque deteriorados, evocan la sobriedad y el espíritu de recogimiento que dominaban la vida monástica del lugar.

Visitar el Santuario de la Virgen de Gracia es sumergirse en un viaje espiritual y cultural. A pesar de su estado ruinoso, el sitio sigue siendo un lugar de paz, donde el silencio y la historia se entrelazan, invitando a los visitantes a disfrutar, reflexionar y a conectar con la tradición religiosa de la región.

Dónde comer en La Fresneda

En el centro del pueblo hay un hostal con restaurante. La carta no es muy amplia, pero los platos que ofrecen son todos exquisitos. Si buscas una experiencia completa, en el Convent 1613 viajarás con el paladar. El convento en el que se encuentra el hotel restaurante El Convent fue construido en 1613, de ahí su nombre. "Tras decenas de lustros, lo que antaño fueran capillas de adoración y presbiterios, se habían acabado transformando en establos y corrales, y los claustros y jardines, en huertos y cultivos", explican sus propietarios.

Unos regentes que se describen como "una familia del Matarraña que el año 1999 decidió cambiar el destino de sus vidas y emprender una nueva y arriesgada aventura". El convento llegó a la vida de Mariano, Ignacia, Ana Marta, Elena, Sara y Diana porque un antepasado lo adquirió poco antes de la Segunda República, sobre 1930.

Desde entonces, ha ido pasando de padres a hijos, hasta que llegó un día en el que el convento "reclamó reabrirse paso en la historia, y fue capaz de revelar a Mariano y a Ignacia que debía volver a la vida, que debía resurgir de sus restos para alzarse orgulloso a un nuevo designio", relatan en su página web.

En la actualidad, El Convent 1613 se ha convertido en lugar de referencia para los amantes de la cocina. Nada menos que Karlos Arguiñano lo nombró como uno de los lugares donde mejor se come de toda España. Antes de acudir hay que llamar para reservar, pues tienen prioridad los hospedados en el hotel.