Por Alegría Peláez Romero, @alegrisisima
Ayer sentí verdadera vergüenza en un "sálvame político" (nunca mejor dicho) como debate electoral entre dos de los candidatos a la presidencia del gobierno; el actual presidente, Mariano Rajoy, y el actual Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez.
Como ya auguraba, el forzado intento de hacernos ver que nada ha cambiado y que el bipartidismo sigue vigente, tuvo un efecto contrario al que pretendían. Lo único que hicieron ver es que quienes no han cambiado en absoluto han sido ellos, y que la entrada de dos nuevos partidos como son Ciudadanos y Podemos, que podrían haber tomado como un estímulo positivo para despertar de la profunda hibernación en la que se encontraban- y en la que se encuentran visto lo visto- ha evidenciado aún más la necesidad de cambiar la vieja, sucia y hastía política a la que por desgracia nos habían acostumbrado.
Pero ayer, aún con la indignación que me inspiró escuchar lo tantas veces repetido, mientras echaba en falta soluciones y propuestas y llegaba a mis oídos un "usted no es decente" y otro "usted es ruín", no sentí la impotencia que antes sentía; no sentí la impotencia de antes, cuando no había o no conocía otras opciones de gobierno. No; incluso pude sentir alivio y dar alguna que otra carcajada ante el circo que ayer nos mostraron.
Sólo sentí la certeza de que estaba viendo un cementerio donde ni moderador ni contertulios supieron transmitir ni aportar absolutamente nada. Sentí la certeza de que estaba viendo el último debate del bipartidismo español.