Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm
"Huma Jamshed asegura que la han cesado "por racismo" y anuncia acciones legales contra el ayuntamiento de la ciudad condal."
Este fragmento de la noticia publicada por EL ESPAÑOL hace referencia a la reacción de la consejera del ayuntamiento de Barcelona a la que la alcaldesa de la misma ciudad, Ada Colau, ha destituido por no cumplir supuestamente con su trabajo de manera adecuada. Ada Colau ha decidido prescindir de una consejera que fue elegida democráticamente por sus vecinos, al considerar que no hacía lo suficiente por Barcelona. Jamshed ha acusado a la alcaldesa y a la formación de discriminación racial.
Después de ponerles en situación, les pediré que imaginen.
Imaginen que esto sucede el mismo día, de la misma forma y con las mismas palabras, pero sin ser Ada Colau la presunta racista. Imaginen que la ciudad estuviese gobernada por el PP, por Ciudadanos o por el PSOE. Imaginen que Carina Mejías hubiera expulsado a un consejero elegido por la gente a la que tanto dice respetar. Las redes sociales hubieran explotado en críticas, insultos y vejaciones hacia la "naranjita" -a la cual llamarían "falangita"- y toda la prensa se hubiera hecho eco del terrible suceso de discriminación en el seno de la institución de la ciudad condal. Imaginen el trending topic nacional -y si me apuran el mundial- que hubieran creado desde algunas formaciones. #MejíasRacista o #ReadmisiónJamshed podrían haber sido algunos de los sensacionalistas y morbosos hashtag con los que un sector de la población hubiera estado alimentando su ego mientras tuiteaban sobre el tema todo el santo día. Imaginen la cantidad de sentencias que circularían en las redes sociales y la cantidad de jueces de los que gozaría nuestro país de la noche a la mañana si se diera la situación.
Imaginen las tertulias políticas matinales mandando corresponsales de inmediato a Barcelona para entrevistar a la damnificada consejera. Imaginen a todos los presentadores dedicando dos tercios de su programa al despido de la trabajadora. Imaginen a Ada Colau, como miembro de la oposición, conectando en directo con todos los programas de televisión para condenar semejante insulto a la democracia y a la igualdad. Imaginen que nadie creyera la versión de Mejías -o la de cualquier otro alcalde- sobre lo sucedido, entrevistándola durante escasos minutos mientras la ex-consejera se dedica a ir de plató en plató para explicar su dramática historia, haciendo ver a los españoles que el partido que gobierna en estos momentos Barcelona se compone de racistas y xenófobos.
Imaginen las muchas manifestaciones que hubieran sido convocadas por Barcelona en Comú y celebradas en diversos puntos de nuestra geografía en contra de la discriminación, con grandes pancartas sostenidas por miles de manifestantes con un grandioso y visual STOP RACISMO copando el 90% del cartel. Imaginen a los líderes de la oposición aprovechándose del escándalo y solicitando de inmediato la dimisión del actual alcalde o alcaldesa de Barcelona. Imaginen lo que supondría que el alcalde de Barcelona no hiciera declaraciones públicas de lo sucedido. Imaginen las portadas de algunos periódicos y las aperturas de los telediarios.
Volvamos ahora a la realidad. Pongamos los pies en la tierra y tomemos conciencia de quién ha suspendido a la consejera pakistaní. Nada menos que Ada Colau, la "alcaldesa del cambio" que no puede hacer daño a una mosca, a la que todo el mundo adora y que está gobernando para "la gente". Regresemos de la fantasía en la que nos hemos adentrado y visualicemos la doble moral de los españoles, que hoy desgraciadamente está más visible que nunca.
Veamos lo morbosa, parcial y amoral que puede llegar a ser nuestra sociedad. Descubramos quién maneja realmente la opinión pública y las redes sociales. Desenmascarad a aquellos que se hacen llamar demócratas dando una imagen de activistas y luchadores por la igualdad y los derechos.
Critiquemos sin poner siglas, nombres o caras a aquellos que creemos que hacen las cosas como no deben.
Imaginemos que existe una sociedad imparcial con sus dirigentes, para bien o para mal.