Por Ángel Zurita Hinojal
Una persona de mi entorno me ha animado a escribir en este blog sobre lo que sigue, sin que sus lectores concluyan complacencia con el franquismo. A ello voy.
Como no podía ser de otra manera, en el debate de investidura de Pedro Sánchez como candidato a presidir el gobierno, se ha cruzado otra actualidad, la de la excarcelación del terrorista Arnaldo Otegui, de la que, a pesar de lo que le va a él, a su partido y a su conglomerado de intereses, Pablo Iglesias ha tenido tiempo de congratularse en Twitter, porque "nadie debería ir a la cárcel por sus ideas". Con más reflejos que oportunidad, Albert Rivera le respondió que Otegui (Otegi escribió él en, por lo demás, correcto castellano) fue condenado por pertenencia a banda armada y que por sus ideas lo estaba @leopoldolopez. La lógica réplica del de la coleta fue hacer caso omiso de la referencia al opositor venezolano y salir con la pata de banco de que C´s se unió al PP para no condenar el Franquismo (así, con M mayúscula), reivindicando para ellos (Podemos) principios y que C´s marketing. Todavía le cupo a Juan Carlos Girauta responder que claro que C´s condena el franquismo, añadiendo que a diferencia de Podemos no defienden ninguna dictadura. A buen seguro, se acabó el diálogo, no fuera a ser que lo de Venezuela tomara más presencia que la necesaria.
Voy a la hemeroteca y encuentro que tanto el PP: 2002, en el Congreso de los Diputados: como Ciudadanos: 2006, han condenado el franquismo.
En mi opinión queda acreditado que una y otra formación política han condenado la dictadura franquista, como también que en el planteamiento izquierdista, si “las derechas” quieren conservar pedigrí de demócratas, han de estar prestas a responder a cada requerimiento de “las izquierdas” para hacer, decir y actuar lo que estas decidan.
Entiendo que ningún franquista de 40 años atrás en su sano juicio (excluyo a unas decenas de nostálgicos) abogaría o procuraría hoy su restablecimiento. No son los tiempos históricos, sociológicos y mentales. Si se me concede esto, ¿a qué viene -erre que erre- exigir al PP y ahora también a Ciudadanos, que condenen el franquismo?
El franquismo está condenado por los tiempos, por la historia, por la concordia que los españoles creyeron darse en la ahora tan denostada Transición. Cuando otros no son capaces de mantener sus compromisos de entonces no es admisible que esos mismos pretendan curarse en salud (mala salud) exigiendo que los contrarios ratifiquen una y cien veces.
Por el contrario, clama al cielo que “las izquierdas”, cuando Podemos ni estaba ni se le esperaba, echen el resto para erradicar la estatua del innombrable en la madrileña plaza de San Juan de la Cruz. Vale. Pero, ¿qué hacer con la de Indalecio Prieto plantada en el esquinazo de los Nuevos Ministerios en esa plaza con el paseo de La Castellana y con la del “Lenin español” a cincuenta metros de la anterior en las arcadas de esos Nuevos Ministerios del mismo paseo? La democracia implantó ambas (década de los 80), pero nadie podrá convencerme de que hubo buenos y malos, de que unos fueron pro dictadura y otros demócratas; por ello pienso que la democracia, la que nos dimos en 1978, se equivocó, que no es posible la concordia, que no es posible la libertad, que no es posible la memoria, si se pretende que la mitad de los españoles se conduzcan como los tres monos sabios. Españoles que, en lo que a lo que aquí estoy tratando, si así actuaran podrían ser calificados de todo menos de sabios.
Voy terminando. Bienvenidos sean los cambios de nombres de calles, la erradicación de monumentos conmemorativos, el ostracismo de aquellos nostálgicos a los que me referí al principiar estas líneas, etc. etc. Pero sin escarnio, sin sarcasmo, con igualdad de trato, con justicia y con equidad históricas, sin pretender implantar otra historia distinta de la que fue. Como mucho, vale, borremos la historia -pongamos entre 1934 (en cuyo octubre se hizo inevitable el desastre, no lo digo yo, sino otros a los que, en términos de evangélicos, no soy digno ni de desatar la hebilla de sus sandalias -Salvador de Madariaga por poner un ejemplo-) y 1975 (cuando acabó el oprobio de “la oprobiosa”), pero sin sarcasmos, sin chulerías, aunque solo sea porque millones de franquistas supieron y quisieron comprender que los tiempos habían cambiado, alcanzaron a perdonar y a aspirar al perdón de sus contrarios.
Corolario: Obedeciendo al navegador, este último martes circulé por una larga calle (no menos de tres kilómetros) del ensanche de San Sebastián de los Reyes, se nombraba Dolores Ibarruri. Diez años atrás los solares eran campos. No lo entiendo.