De las bombas que no estallaron el 11-M

De las bombas que no estallaron el 11-M Mariano Gasparet

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De las bombas que no estallaron el 11-M

Víctor Llano
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Doce años después de la masacre seguimos esperando por un relato creíble que explique lo que ni la Justicia ni los gobiernos explicaron. Son muchas las preguntas, casi tantas como las respuestas que nos llevan a otras preguntas que nadie respondió. Tal vez no perderíamos el tiempo si insistiéramos en preguntar por muchas de ellas, especialmente, por las dos bombas que nos dicen que responden a “errores” de unos terroristas que con tanto éxito perpetraron la masacre. He hablado con muchos afectos a la versión oficial y muy pocos de ellos creen en tan sorprendentes errores.

Diez bombas estallaron en cuatro trenes de cercanías, dos no, y otra se encontró horas después en una Comisaría de Vallecas. Cuando el responsable de los TEDAX de Madrid –máximo experto en explosivos de la Capital- llega a la Estación de Atocha y observa los destrozos en los vagones afectados cree que en ellos estalló un explosivo militar; sin embargo, todo cambió poco después. Al analizarse la bomba de la mochila de Vallecas se llegó a la conclusión de que en los trenes estalló el mismo explosivo –GOMA2 ECO- que se encontró en ella. La Goma de Mina Conchita siempre aparece fuera de los trenes, en una mochila que nadie vio en los trenes, en una furgoneta Kangoo, en Leganés, en otro supuesto y malogrado intento de atentado. Con seguridad siempre fuera de los trenes.

Antes de la masacre nos informaron de que ETA quiso y no pudo atentar en dos ocasiones en el Corredor del Henares. En la Navidad del 2003 con una bomba en un tren que se dirigía a la Estación de Chamartín, y meses después con dos furgonetas que la Guardia Civil neutralizó en Cañaveras en la madrugada del 29 de febrero de 2004. Recuerden un artículo de Fernando Múgica: La extraña caravana de la muerte, que se paró la misma noche infernal en la que El Chino, contra toda esperanza, logró llegar con 200 kilos de dinamita a la casa de Morata de Tajuña donde presuntamente se manipularon las mochilas bomba del 11-M.

No fueron pocos los que dudaron del Gobierno de Aznar respecto a los dos intentos de atentados etarras que les he reseñado. Recuerden las palabras de Juan Carlos Rodríguez Ibarra: “Los ciudadanos están empezando a pensar que estamos en una mentira... Es la primera vez que en la sociedad española se discute sobre la acción policial frente a un comando... Hay que decir que aunque hubiera nieve, la furgoneta (conducida por un terrorista) llegó a Cuenca; la única que llegó, pero llegó, y aunque un etarra que iba delante se cayó y se lesionó un poco el cuello, cuando lo cogieron al tipo, que no estaba fichado, dijo que era de ETA. Todo esto hay que decírselo a los ciudadanos porque han llegado a pensar que era todo una mentira". ¿Acusaba Rodríguez Ibarra al Gobierno de inventarse falsos atentados de ETA? Creo que no otra cosa podemos pensar. Sólo así puede entenderse que hablase de mentira. 

Recuerden también un párrafo del artículo Autopsia, que Fernando Savater publicó en el diario El PAÍS el 12 de marzo del 2004, entonces, como muchos otros creía que ETA había perpetrado la masacre: “Veo la masacre por fin cumplida, la masacre que se venía buscando desde Navidades por lo menos, los kilos de explosivos que esta vez no pudieron ser interceptados: ahora ya no quedan dudas. Las había cuando se frustró el atentado de Chamartín: no faltó quien me dijera que probablemente la propia policía había puesto la maleta asesina en el tren para retirarla espectacularmente luego. Las hubo también cuando se interceptó la furgoneta cargada con quinientos kilos de dinamita, porque al sr. Azcárraga y a algún otro político no menos brillante le chocaba que los terroristas hubieran llegado tan lejos por carreteras nevadas para ser detenidos precisamente en plena campaña electoral”. Sí. Han leído bien, según le dijeron a Savater “la propia policía” se había inventado dos atentados etarras antes del 11-M.

¿Con dos bombas que jamás estallarían se quiso acusar a la Policía de Aznar de gestionar falsos y fallidos atentados de ETA en dos trenes de Cercanías tres días antes de las elecciones generales? ¿Era lo previsto? De ser así, ¿quién lo convirtió en masacre? ¿Alguien que tenía que aparecer tras lo que no podía estallar?

No todo se ha investigado, pero parece muy poco probable que ETA esté detrás de la masacre que a mi juicio llegó de fuera de España, tal vez no de muy lejos, pero de fuera. ¿Gracias a un agente que trabajó para otros servicios secretos? Tal vez si algún día lo encuentran, Said Berraj podría responder a muchas de las preguntas que doce años después nadie respondió.

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